No hay que recurrir a las cábalas para augurar un
2017 bueno. Ni ciencia. Solo pensamiento positivo y voluntad. Nosotros mismos
nos encargaremos de que así sea. Para los cenizos, subrayar que acaba en siete
y sus números suman diez; la suerte y una cifra redonda.
El año nuevo nos traerá también nuevas realidades.
El Madrid ganará la Liga y el Barça la Champions, con el Atlético volviendo por
sus fueros recientes y apretando a los campeones. Llegará su año, pero este le
traerá un nuevo estadio, que tampoco es moco de pavo. Simeone
levantará en La Peineta rebautizada el Trofeo con mayúscula, que coronará su
magnífico trabajo del quinquenio, dando inicio a la época brillante de los
colchoneros. Lo del Pupas se quedará para siempre en el Calderón, como antes
quedó la nostalgia del Atlético Aviación en el viejo Metropolitano.
Cristiano
será en 2017 el goleador imparable que lo ha distinguido desde sus comienzos en
el Sporting de Lisboa, con su eclosión definitiva en Manchester y la coronación
mundial en el Real Madrid. Calderón
tuvo la culpa de su fichaje por los merengues, ¡bendita responsabilidad, y Pérez la recondujo tras un mes de
dudas. Afortunadamente, la calavera
shakespeariana de su ser o no ser particular le guiñó el ojo afirmativo
del optimismo, Valdano mediante, en
lugar del rancio egoísta por no haber sido él quien lo pensara. Y después todo
vino sobre las ruedas del mejor goleador de los últimos cincuenta años. Y tal
vez de siempre.
Messi,
descubrimiento de Rexach, verá en
2017 la culminación de su decenio mágico con su enésimo Balón de Oro. Su deriva
desde un punta sorprendente al jugadorazo que ahora es se lo debe básicamente,
al margen de que sobre todo a su categoría y voluntad, a Guardiola, que lo sacó de la estrechez del extremo derecho al
centro del ataque con libertad para moverse entre líneas. Y ese salto fue una
de sus mágicas innovaciones tácticas. En un partido contra el Real Madrid
destiló las gotas de grandeza que luego ha consolidado. ¿El mejor de la
historia? Xavi dice que sí.
La Selección volverá a ser grande, Lopetegui obrará, con Iniesta haciendo de Xavi y de sí mismo,
en un juego malabarista tan singular como su infinita calidad. Será otra
reinvención de un jugador diferente, como ya hicieron algunos. Y es que, cuando
se pierde la décima de segundo porque los años pesan más que los kilos, salen a
relucir la inteligencia y la experiencia de mili; al manchego áureo le sobran
esos valores en la misma medida que clase y ganas.
Finalmente, el Sevilla, Bilbao y la Real, y los
amarillos villarrealenses de Roig,
cuajarán una temporada para soñar con la siguiente, en la que partirán como
serias amenazas de los tres grandes. Y el Valencia, ¡ay los chinos ches!,
aunque sean de Singapur; salvará el pellejo a costa de algún damnificado modesto,
que siempre los hay en esta Liga de nuestros pecados y alegrías. Parejo es el paradigma de sus pesares.
De soñar en el verano con un cambio de aires sevillanos a verse envuelto en
líos, con la sempiterna música de viento en las gradas cuando el carro se
tuerce.
Y en llegando a nuestra tierra, que se dice por la
huerta, en Jumilla y Lorca recogerán cosecha y el Cartagena subirá a Segunda.
El Murcia, pobrecico mío, enderezará su destino sobre la campana, si la suerte
y los idus de los meses venideros, los buenos, se conjuran. Sueño con que sube
y empieza a solucionar su ruina, para formar un tridente apasionante, con los
del efesé y los universitarios del UCAM, en el hermoso intento de subir a
Primera, donde los granas deberían estar siempre por historia, afición, estadio
y categoría de ciudad; la séptima de España.
Para eso deberían los de Guadalupe y Sangonera mantener
el tipo en Segunda, empalmando unos cuantos resultados positivos. Y en eso
están Mendoza y compañía. Los veremos en Alcorcón. El problema del fondo de la
sartén clasificatoria es que están calentitos y todos quieren meter la cuchara
en su boyantía; en el fútbol, como en tantas cosas, se precisa imaginación,
perseverancia, paciencia y santa mala leche, que decía un tío mío.
¿Que sigo soñando? Claro, es lo que toca ahora. Y siempre. Si no alumbras proyectos nuevos estás muerto, que dice mi
amigo José Ignacio Gras. Optimismo, cabeza y voluntad. Los
pesimistas, un zurrón y al campo, a echarse un pienso. ¡Feliz Año!
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