La magia engancha
y la emoción enamora. El fútbol, como el arte, es magia y emoción. De ahí las pasiones que
despierta; el resumen del sentimiento que genera habitualmente a los futboleros
y también a otros muchos en momentos importantes.
Tuve la
fortuna de ver el partido del Cartagena contra el Real Murcia y sentí el
cosquilleo de las emociones, más fuertes, aunque diferentes, a las que celebré
hace poco en un Barça-Real Madrid. Y no me pude resistir en ambas ocasiones a
expresar la emoción de los goles. Igual que soporté estoicamente la pasión
desbordada de los aficionados contrarios, que es donde reside la esencia futbolera
que tanto nos engancha. Si transcurre por los límites deportivos de esas dos
fechas, es lo más sano y natural del fútbol. Y su punto mágico.
Isi, Armando, Guardiola y demás granas, sobre todo
por sus tres goles, y Cristo, Rivero, Álvaro y sus compañeros, con algunos episodios de buen juego, hicieron
vibrar a sus seguidores, con idéntica pasión que Cristiano y Messi a los suyos.
Ellos pusieron el fútbol y los aficionados la emoción; como resultado afloró la
magia de las pasiones.
Porque esa
magia no solo surge por la plasticidad del buen juego, la inverosimilitud de un
regate, un control o el juego a primer
toque, ni en la belleza de un gol o la maravilla de una gran parada; un estadio
lleno, con el alegre colorido que la pasión futbolera provoca, es un
espectáculo en sí mismo.
Ahora
llegamos al momento de la temporada en el que las pasiones se desbordan.
Vibrarán en el Bernabéu, en el Calderón y en el Nou Camp con la misma pasión
que en otros estadios. Igual que ocurrirá en Murcia, Lorca, Jumilla y Cartagena,
o en los estadios de Segunda que dirimirán
ascensos y descensos. Es lo que también nos gustaría sentir en la vieja
Condomina con el UCAM, un equipo recién ascendido que pelea dignamente por
mantener la categoría con clubes relevantes: Córdoba, Zaragoza, Almería o Rayo.
El año que
viene llegará el momento de apasionarnos con nuestra selección, que jugó un
buen encuentro contra Israel. Un equipo hasta ahora menor en el que se
vislumbra futuro si las buenas contras que hicieron no son un espejismo, más
fruto de los despistes de los defensas españoles que de sus virtudes,
destacando su velocidad y aseado manejo del balón. Ojalá que el buen tono de
los jugadores que Lopetegui va
incorporando crezca, así como la verticalidad que necesita España, que no está
reñida con mantener las esencias que nos hicieron grandes. Como exponente, ya
dijimos que Thiago no es Xavi, pero a su favor cuenta la
grandísima calidad que luce aunque debería mejorar la rapidez de su fútbol. Un
punto débil es que Busquets juegue
solo, a pesar del buen partido que hizo; los años pasan, Iniesta y Silva no serán
eternos, y se echan en falta apoyos para evitar agujeros por el centro.
Como desearíamos que vibraran también en
Cartagena y Murcia con el ascenso que tanto ansían, y, ¿por qué no?, en Lorca y
hasta en Jumilla. Los de Julio Algar
quizá lo tengan mejor, porque los de Monteagudo
denotan cierta falta de empaque en los momentos decisivos y el nuevo Murcia de Mir todavía es una esperanzadora
promesa.
Igual que
anhelamos que los meritorios Jona, Rivas, Tekio, Morillas, Juande, Manolín,
Tito, Vicente, Collantes, Kitoko, Albizúa, Pérez, Basha, Álvarez y Nono, con sus demás compañeros del UCAM,
como Góngora la semana pasada, mantengan
en alto el banderín ilusionado que a ratos hace que las emociones de sus
seguidores limiten con la pasión que todavía no alcanzan. Los azulones de Francisco tienen la gallardía de
ponérselo más difícil a sus oponentes fuera que dentro de la Condomina, y eso
denota el carácter que debería mantenerlos en Segunda. Y la temporada próxima,
viendo la igualdad de la categoría —salvo al destacado Levante de esta—
reforzar bien el equipo para dar un paso más en su extraordinaria y generosa
apuesta deportiva. Con un equipo brillando en la élite del baloncesto no
extrañarían otro en la del fútbol.
Si hay
alguien en Murcia capaz de lograr ese hito histórico con los mismos colores es
la Universidad Católica de José Luis
Mendoza. Un aficionado cartagenero me decía que nuestra región debería tener fútbol de
Primera. Sería nuestra vieja pasión futbolera compartida, manifestada en los más
de veinticinco mil aficionados que animaron a la Sub-21. Más que en Gijón a la
absoluta.