El ser
humano es resistente al cambio. Una vez acordonados por las zonas de confort y
seguridad de las rutinas diarias, abordar nuevas metas supone un esfuerzo
triple: desgajarnos del entorno inmediato, imaginar la nueva situación y el
esfuerzo mental y físico para superar las inevitables inseguridades.
Con tres
cromos, anda Simeone cambiando la
cara de su Atlético. Y no es fácil. La variación es sencilla sobre el papel,
pero lo que implica está siendo difícil de digerir para un sector de sus
aficionados; incluso para algunos futbolistas titulares.
Gabi, este todoterreno futbolístico tan
racial y jugador de club como emblemático, se quejó al principio de temporada
de estar solo ante el peligro, porque Koke,
su nuevo socio en el eje, es más volante de ataque que medio centro. El pulmón
prodigioso rojiblanco estaba refugiado en el esquema que le permitió resurgir
de sus cenizas, con Tiago o Fernández de escoltas.
La
transición colchonera hacia un juego más vistoso, con dos volantes creativos
como Saúl y Carrasco, le costará este año perder opciones en la Liga. Pero a
cambio, en la Champions, donde es más fácil aprovechar la fantasía de tales
alfiles, le permitirá más opciones para ganar al fin su primer gran título
europeo. El otro día se vio en Alemania con una victoria contundente. Ahora
mismo, parece el equipo más poderoso en la competición reina en Europa.
Por
Barcelona también soplan vientos de cambio. Unos dicen que de técnico y otros
de ciclo. Pero yo creo que esto último se produjo hace tiempo. Luis
Enrique tuvo que lidiar con la sustitución de Xavi, el faro que alumbraba el exitoso sistema anterior, y eso es
más imposible que difícil. Sin la autoridad de Pujol y la batuta de Xavi,
con un Iniesta desubicado del lugar
que le hizo grande, en la media punta por la izquierda, y con Busquets con algunos años y achaques de
más, el Barça tenía que reinventarse. Y en ello ha estado en los últimos tres
años. La suerte blaugrana ha sido hallar en su tridente atacante mágico el
ungüento que aliviaba carencias. Pero al final se impone la realidad.
Al minero
asturiano le han ido trayendo inventos: Rákitic,
André Gómez, Arda, Denis, Umtiti y el repescado Rafinha, supongo que con su bendición, pero el agua siempre va a lo
hondo sin pedir escrituras. Ninguno de ellos, ni el propio Iniesta centrado en
el medio campo, pueden sustituir a los verdaderos dueños del fútbol de autor
que los hizo grandes: el Xavi majestuoso y clarividente, el mejor y más sólido
Busquets y el ingrávido y sorprendente
Iniesta. Quizás le faltó a la dirección técnico culé imaginar recambios en Thiago y en Sergi Roberto, pero al primero lo dejaron marchar y el segundo ha
tenido que taponar la salida de Alves;
otro solista de aquella extraordinaria orquesta. Y ahora, con una temporada
para olvidar, tendrán que refundar el sistema y el juego, pero deberán fichar a
un prestidigitador. ¿Sampaoli?,
puede ser, miren su atractivo cambio de piel al Sevilla.
Y el Madrid sigue
respirando bajo la elegante sordina de Zidane.
Domar egos es el primer mandamiento de cualquier técnico de un grande, y eso lo
hace bien el francés; es su éxito, por encima de otros evidentes aciertos, e
incluso de algunos errores. Algunos echamos de menos un sistema claro de juego
—la gran carencia blanca para ganar en fiabilidad—, pero estoy convencido de que el único que quieren en el
Bernabéu ahora es marcar más goles que el contrario. Como siempre ha sido, pero con letra y música
detrás y no como sea. Habrá que dar tiempo a la callada labor de Víctor Fernández en su búsqueda de
nuevos talentos, y hay algunos que apuntan alto, como Vallejo, pero es necesaria la paciencia. Cristianos, Casillas o Raúles
no salen a diario, y en este Madrid idólatra, donde el culto al mesías de turno
y las prisas son santo y seña, es una amenaza.
La mayor transmutación
de sus aficionados es escuchar en su mítico estadio el vulgar “¡Vamos campeón….!”,
que suena hasta en los campos más modestos con la letra en los electrónicos, en
lugar del glorioso y distinguido “Hala Madrid”. En ese matiz, que a algunos nos avergüenza,
reside la diferencia. ¡Qué lástima de afición anestesiada! Con la que hizo
grande a este incomparable club, algunos, de corto, de largo, palqueros y
medianías, estarían tiempo ha pastando en otros verdes.
Mientras,
¡que siga el carnaval!
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