Con la pena
del fiasco culposo del Sevilla y Sampaoli,
laminando de paso sus opciones para el Barça, tenemos la suerte reiterada de
contar con tres equipos en los cuartos de Champions, pero es difícil que se prorrogue
a semifinales; la fortuna nos fue esquiva en el sorteo.
El Atlético
se enfrentará al Leicester, que ya ha hecho historia siendo campeón de la
Premier y metiéndose en la crema europea. Aliviados de presión, tienen poco que
perder y jugarán con la alegría de continuar su leyenda. Con el fantasma del
descenso alejándose: el crisol de sus nervios, afrontarán la eliminatoria con ganas de divertirse, y en
ese ánimo que decíamos la semana pasada puede estar la pólvora que los dispare
a semifinales. Al Atlético le hubiese venido mejor enfrentarse a un consagrado,
que es donde se crece, porque contra los que puede mirar desde arriba ha
demostrado que se encoge; miren la Liga. Simeone
tendrá el reto de motivar más que nunca, su mejor arma, a Griezzman, Koke, Carrasco, Saúl, Godin, Oblak y compañía, para que cuelguen las confianzas en
la percha de sus pupas. El técnico argentino será la clave. Si logra travestir
a los de Sakespeare de blancos,
blaugranas, blanquinegros o rojillos en el ánimo de sus rojiblancos, saldrán a
morder y pueden tener opciones. Si no, preveo tal desánimo que incluso puede
peligrar su clasificación para Champions en la Liga.
Al Barça le
tocó su antídoto. La Juventus de Allegri
es un campeón muy competitivo como buen italiano, rocoso y con las florituras
justas, y el más capaz de amarrar a sus mascarones al duro banco de los
galeotes, en lujar de dejarlos lucir en la proa de la filigranesca escuadra de Luis Enrique. Los centrales juventinos dejarán escasos
resquicios para el lucimiento del ariete Suárez
y sus artistas florentinos, quienes tendrán que afinar el goniómetro para
dibujar parábolas lejanas que superen al enorme Buffón. La peor tesitura para
el deslumbrante futbol de bolillo de Messi,
Neymar e Iniesta, porque sus dos medios centros tampoco dejarán respiro al
borde del área, desde donde también enfilan. Eso sí, jugarán con la misma
ventaja del Madrid: la vuelta en casa, y ya sabemos que en el Nou Camp y el
Bernabéu, como antes en los Cármenes granadinos, todo es posible. Pero antes,
en Turín, Piqué y Mascherano o Umtiti, y Busquets,
deberán controlar a Higuaín y Dybala, que son la caja de bombas transalpina
con la ayuda del colega Alves.
A los de Zidane les ha tocado, más allá de su
viejo demonio europeo, el equipo más sólido del continente. Sus extraordinarios futbolistas llevan varios
años jugando en bloque y se conocen de memoria. Además, cuentan con las
ventajas añadidas de Ancelotti, que conoce
perfectamente a los blancos y está muy escocido con Florentino Pérez, y del sello hispano de Alonso, Thiago, Javi Martínez y Bernat, que harán crecer hasta el infinito su indudable calidad frente
a los figurones merengues. Xabi por exmadridista, el hijo de Macinho por culé, el navarro por
reivindicar su figura ante un equipo que le ha hecho ascos varias veces, y el
valenciano, si juega, por hacer méritos; y todos, con sus compañeros, por
enfrentarse al equipo fetiche del planeta fútbol: el más laureado de España,
Europa y el mundo. Mal asunto, salvo que Cristiano,
Benzema y Bale demuestren su
categoría o Ramos maneje la manguera
apagafuegos. Casemiro y Modric serán básicos, Kroos debería brillar al fin, y Navas cambiar las manos por los puños
en las salidas aéreas.
A pesar de
sus apagones, nuestros equipos tienen argumentos para pasar, pero sus
encuentros tendrán más de soleás que de bulerías. Ojalá no haya que enlutarse y
luzca el sol en nuestras bardas, ahuyentando a los tres malos pájaros que tenemos
en la bardiza.
Además,
estos cuartos pueden aumentar la incertidumbre liguera. El buen o mal ánimo que
les quede a los blancos y blaugranas será determinante en su excitante pelea
por el título, más allá del esfuerzo de cualquiera de los dos por llegar a
semifinales o lesión de alguno de sus figurones. Y lo mismo ocurrirá con los
atléticos.
Así,
esperemos que con los vientos de marzo y la espectacular lluvia futbolera del
abril que viene, nos salga el mayo florido y hermoso que deseamos: otra extraordinaria
final hispana; esta vez en Cardiff. Un Barça—Madrid sería tan histórico como
inédito. O, según dijimos, quizás llegue
la orejona adeudada al Atlético. La merece.
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