Ya
sé que es mucho pedirle porque usted está hecho de otra madera. Aquella tan
enjabonada por tantos años de política que resbalan en su epidermis todas las
utilidades que ha conocido hasta ahora.
Pero
mire, hay momentos en los que hay que jugársela contra natura. Eso lo sabemos
muy bien quienes andamos ya muchos años en el mundo real – léase economía real-
sin haber recibido jamás una subvención pública. Ni para su asombro,
seguramente, haber aspirado nunca a vivir de los impuestos de los demás. A unos
nos ha ido regular y a otros muchos bien o mal. Es la vida, señor presidente,
ése aprendizaje continuo que es nuestra existencia.
Hace
algún tiempo le sugerí en mi modestísimo blog que, como los toreros que debutan
en Madrid, en estas circunstancias usted no tenía más salida que el hule o la
puerta grande; y en esas estamos.
La confianza
Le
podría hablar mucho de que lo más importante en cualquier negocio es la
confianza. En ella están basados todos los acuerdos importantes entre personas.
Y usted vive de un contrato hecho con sus correligionarios y con los españoles.
También de que la gloria no está hecha
para los pusilánimes ni para los cobardes y usted me podría responder
que los cementerios están llenos de osados y valientes; pero al final todos nos
pudrimos. Nos diferencia el hecho de que su puesto es voluntario y yo, con
muchos millones de españoles, le pagamos a usted y a sus colegas políticos de todos
los colores sus sueldos. No sé si me explico.
Por
ello estamos en disposición de exigirle. Mucho más en el caso de quienes le
votaron en la confianza de que usted era de fiar y de que tenía las ideas
claras. Por eso no se entiende que esté más cerca del silencio o de la chufla que de
la apoteosis. Está perdiendo la confianza de todos.
Algunas cosas que ha hecho
Hasta
ahora ha pretendido manejar el bisturí en lugar de la sierra, esperando, creo,
que esto era un pasar el tiempo y que más pronto que tarde el disparate
económico en el que flotamos a la deriva volvería a la mansedumbre conocida. Y
ha confundido el diagnóstico, la ruta, el tiempo y los remedios. Por eso debutó
rompiendo promesas subiendo impuestos directos, eso sí, a quienes no queman
contenedores en la calle – mayoritariamente votantes suyos-; y retrasó la
presentación de los presupuestos tres meses para ganar en Andalucía - ¡Ay! del
señor Arenas, ahora de nuevo inconcebiblemente a su vera-; e hizo una tímida reforma
laboral que realmente sólo beneficia a los grandes, olvidando en buena medida a
las PYMES y a los Autónomos que son quienes de verdad galvanizan la creación de
empleo en España. También trató de embridar a las CCAA legislando en pos de su
equilibrio presupuestario, y a las pocas semanas hizo de bombero con alguna de
ellas – a las que más teme- transfiriéndoles fondos para que pudieran pagar sus
nóminas; y le dio vara alta a su ministro de economía para hacer dos reformas
financieras consecutivas, con el consiguiente desmadre en la ruta pre
establecida de regulación del sistema; en la última llegó el infeliz hallazgo
de hacer provisionar a los bancos los riesgos de quienes cumplen sus
compromisos de pago. Lo de Bankia ha sido una muestra decisiva.
Los funcionarios
Ahora
suenan tambores de guerra nuevamente para los funcionarios, confundiendo, por
cierto, galgos con podencos. Sr. Presidente, hasta para quienes tenemos en el
liberalismo una forma de ser el problema no está en los funcionarios de carrera
sino en los cientos de miles – superan ampliamente el millón- de amiguetes que ustedes, los socialistas y demás partidos han ido
enchufando en las Administraciones Públicas en forma de asesorías, personal
contratado, etc.; por no hablar del resto de entramados en torno al Estado.
Deberían estar los mejores médicos, profesores, técnicos muy cualificados,
policías, fiscales y jueces, por ejemplo, y muy bien pagados, pero todo lo
demás subcontratado a empresas privadas y que espabilen. En poco más de treinta años hemos pasado de
750.000 a 3.200.000 empleados públicos. Y eso no hay impuestos que lo aguanten.
La clase política
Y
no se atisban, por el contrario, reformas en profundidad en el tinglado de la
representación política que nos asola. Saque el oído a la calle y escuchará en
lo que estamos de acuerdo la mayoría de españoles: sobran, como poco, la mitad
de políticos y de instituciones. Ahí también tiene usted
leña. Porque no sólo es lo que cobran, sino
lo que gastan en ayudantes de todo tipo y secretarias, locales y
despachos, coches, desplazamientos,
comidas, dietas y cia.
Lo que necesita
Le
he puesto unos ejemplos, seguramente los que están más a la vista, pero hay
muchos más. Y para ellos necesita usted serrucho – sierra con mango para podar
árboles- y no garlopa – utensilio carpintero para cepillar madera- . De lo
contrario no recuperará la confianza perdida. Ya sabemos que recibió usted la
calamitosa herencia del peor presidente que ha conocido la historia moderna
española, pero actúe de verdad no sea que pase a ser su segundo, o le
desbanque, en tan ignominiosa lista.
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