Decía
el otro día Schuster que ganar es
más importante que pensar en la cantera.
Y se quedó tan pancho el rubio hombretón germano.
Y
es lógico que piense así quien no ha sido mas que un mercenario en su larga e
irregular trayectoria futbolística. Buen futbolista sí, y tal vez un apreciable
entrenador, pero con dudoso futuro como técnico. Y rarito como él solo desde
sus comienzos en cuanto al trato humano allá por donde ha ido y algo escaso de
ciertos valores como el de la solidaridad con sus compañeros, o la soberbia con
casi todos. Como muestras dos botones: con veintipocos años y siendo una figura
emergente del panorama futbolístico mundial, estando ya en el Barcelona,
renunció a volver a jugar con su selección por un enfrentamiento con el
seleccionador alemán de la época. Y cumplió su palabra hasta el final de su
carrera aunque pudo hacerlo cuando ya no estaba el sudo dicho técnico. Después,
al ser sustituido en el descanso en la final de la Copa de Europa que el Barsa
perdió en Sevilla con el Steaua de Bucarest en la tanda de penaltis, tras empatar a cero durante el partido, se
marchó al hotel sin ver el segundo tiempo ni,
lógicamente, el tan emocionante como triste final para sus compañeros.
No
es, por lo tanto, un ejemplo muy a seguir. Aunque sus palabras, por su relativa
importancia como jugador y técnico que fue del Real Madrid, ganando varios
campeonatos y trofeos menores jugando, y una liga como técnico, tienen
relevancia. En esta ocasión no ha estado muy afortunado por la obviedad de sus
declaraciones citadas y porque, en todo caso, el aprovechamiento de la cantera
no está reñido con el triunfo. Otros jugadores y entrenadores de mayor y menor
importancia que la suya en el fútbol lo han demostrado con creces. Entre otras
cosas avalan lo contrario de lo que dice tanto la propia historia madridista
como muchos de los futbolistas blancos más emblemáticos. Desde aquel Madrid
‘ye-yé’ de la segunda década de los sesenta de Pirri, De Felipe, Groso, Velázquez, Sanchís – padre- y compañía
con Amancio y el gran Paco Gento a la cabeza, todos españoles
y la mayoría canteranos, que además de varias ligas ganaron la copa de Europa
del 66 ante el Partizán de Belgrado; hasta los más recientes y actuales como Benito, Camacho, García Remón o Miguel Ángel y la quinta del Buitre, o los Raúl, Guti y Casillas,
por ejemplo. Indudablemente que con entrenadores como el alemán o el actual
portugués Mourinho quizá ninguno de
ellos o muy pocos hubieran salido. Y es que, tanto aquél como éste, nunca se
han identificado de verdad con ningunos colores. Son, sencillamente, unos
mercenarios del fútbol por muy respetables que sean sus trayectorias.
Caso
bien distinto es el de jugadores y técnicos que a lo largo de su carrera sí se
les identifica con sus clubes de casi siempre aunque también hayan defendido
otras camisetas. Sería el caso de Di
Stéfano, el propio Valdano,
Amancio o Del Bosque que, valiente e inteligentemente, sí les
dieron en su día oportunidades a chicos de la cantera inventando grandes
jugadores y haciendo que muchos de ellos llegasen a la cima del fútbol.
Es
la diferencia entre ser un mercenario o uno de los nuestros. Mourinho y Schuster
podrán tener algún día jugadores que
coman en su mano, tan mercenarios como ellos, porque sólo buscan el dinero que
haya detrás de sus supuestas lealtades a determinados clubes. Pero nunca podrán
decir que han imaginado el futuro exitoso de un chaval en edad juvenil o de
pocos más años. Y, para mí, eso tiene mucho más mérito que hacer alineaciones con
figuras mundiales por muy difícil que sea a veces manejar todos esos egos en un
vestuario ganándose el respeto fugaz de veintitantas estrellas durante un
tiempo. Porque el dinero, en definitiva, puede comprar engañosas lealtades pero
nunca el corazón de nadie. Y el fútbol, como cualquier actividad humana, tiene
un gran fondo sentimental aunque algunos se empeñen en pontificar lo contrario.
Es más, el día que se pierda ese valor seguramente este deporte perderá muchos
de sus atractivos.
Y
camino de eso lleva con dirigentes como D.
Florentino Pérez y otros, quienes en definitiva consienten y alientan
demasiadas veces el reino de los mercenarios por su propio interés económico o
social. Sus intereses por permanecer en el cargo son demasiado serios como para
pensar en fútbol.