Con
el carácter se nace y la personalidad se va forjando a lo largo del tiempo.
Influyen en ella el entorno, las experiencias, el aprendizaje, la voluntad y el
propio carácter que nos viene en los genes. También la suerte juega a veces un
factor decisivo que nos dota de un plus de confianza ante situaciones
complicadas. Es la vida misma. Al final, es la personalidad, como resultado de
todo lo anterior, quien nos distingue de nuestros semejantes.
Fue
Luis Aragonés quien imaginó el
futuro de nuestro fútbol aprovechando los rasgos propios de una generación de
futbolistas con una personalidad futbolística muy acusada: la del fútbol
asociativo basado en la calidad antes que en lo físico. Así, en torno a ciertos
jugadores bajitos y extraordinariamente dotados de clase y de humilde
solidaridad, configuró una selección que dio sus primeros frutos en la Eurocopa
del 2.008. España empezó el camino de ser un equipo legendario.
Del Bosque heredó ese sueño hecho realidad y le dotó de nuevos
mimbres para seguir forjando la personalidad de una leyenda. Y en el mundial de
Sudáfrica confirmó el éxito de una forma muy singular de entender el fútbol. La
primera estrella de la fama y el segundo entorchado internacional en dos años
dotaron la personalidad de nuestra selección de un aroma de éxito, seguridad y
confianza. Y ya se habló mundialmente de una de las mejores selecciones de la
historia del fútbol, empezando a hacer escuela; muchos seleccionadores han
querido copiar en estos años la personalidad de nuestro equipo.
En
la Eurocopa del 2.012 aquel sueño hecho leyenda ha alcanzado la madurez. Del Bosque ha tenido que seguir
imaginando porque no podía contar con el otrora máximo goleador, Villa, y ha encontrado el camino optando
por más toque en el medio campo y más seguridad atrás, con el hándicap de no
poder contar con el baluarte Pujol.
Encajar un solo gol en los seis partidos del campeonato defendiendo con
posesión hacia el ataque no lo ha hecho nadie en la
historia de las grandes competiciones. Y a falta de un delantero indiscutible,
como los que gozan otras selecciones, los goles se los han repartido siete jugadores con dos dobletes y
un triplete incluidos. Sencillamente inmejorable desde el punto de vista de la
gestión de los recursos y del talento en unas condiciones adversas. Si a ese
gran mérito le unimos el talante y la elegancia que le adornan, concluiremos
que estamos ante un dirigente deportivo de una talla técnica y humana tan
excepcional como extraordinaria. Máxime
en un entorno futbolístico como el español en el que ha tenido que encajar
críticas periodísticas y de algunos técnicos de lo más peregrinas aun siendo,
de largo, el equipo más competitivo del campeonato. Será, si me permiten la
‘bordería’, la envidia de algunos
zascandiles extranjeros que han querido inventar el fútbol o la grandeza en
algún equipo de nuestra liga y ahora han osado criticar sus decisiones y el
juego de nuestro equipo nacional. Pero la personalidad de nuestros futbolistas
y técnicos, afortunadamente, dejan a cada cual en su sitio.
Hay
otro rasgo que define una de las características más acusadas de la
personalidad futbolística de nuestra selección: que no hay ningún seleccionado
que pueda aspirar a ser catalogado como el mejor del mundo. Es, sencillamente y
ni más ni menos, un equipo. Y tienen todos los valores que adornan a un equipo,
ésos que se estudian en todas las escuelas de gestión del mundo.
Ser
el mejor equipo de la historia del fútbol y del deporte sin ninguna figura
individual que pueda aspirar a lo mismo es el triunfo de una personalidad
extraordinaria. Olvídense los seguidores del Madrid o del Barsa de comparar sus
equipos con nuestra selección. España tiene una personalidad de la que carecen
ellos y cualquier otro equipo del mundo.
Y
ya, el colmo de todo ha sido la lección
de fútbol de la final ante la gran selección italiana. Pero claro, cuando al
enorme talento de nuestros futbolistas se le suma el libro de Xavi la victoria no tiene discusión. Y
el maestro lo sacó inventándose controles y pases de su marca con su socios Iniesta o Cesc, para deleite de quienes saboreamos el gran
fútbol. Y cuando es preciso aparece el gran capitán Casillas para sosegar el ambiente. Pero han sido todos; qué decir
de Alba, para mí la auténtica revelación
del campeonato.
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