Mire
míster Gibson, o ‘compañero Ian’, como prefiera, vino usted a decir
que los españoles tenemos muy en cuenta a los hispanistas extranjeros porque no
sabemos quiénes somos, y no creo que lo diga muy convencido; no le considero
tan estulto. Seguramente lo dice desde la íntima rebeldía ante su escaso eco cuando se sale de la vida y
muerte, que no la obra, del genial Federico
García Lorca. Confieso que he leído
cuanto ha escrito sobre el admirado poeta y dramaturgo granadino, porque
como amante de la poesía y de la historia reciente
española no puedo sustraerme del embrujo de cualquier trabajo al respecto. Y le
manifiesto mi respeto por cuanto ha investigado sobre A. Machado y su
novelesca historia de Prim. Pero en
lo demás ha ido usted quitando moscas, como los malos toreros. El colmo es su abanderamiento
rabioso de la llamada Memoria Histórica. En este tema debería ser menos
sectario porque pisa terrenos todavía dolorosos para muchos de nosotros. En el
crimen no hay colores.
Una anécdota personal sobre la Memoria
Histórica.
Visité
los frentes del Jarama porque allí asesinaron a un familiar y tuve la suerte de
que me hicieran de guía dos extraordinarias personas: un entrañable entusiasta
que ha logrado reunir en un hotel rural de Morata un verdadero museo de aquella
gran batalla, y un conocido que había sido varios años alcalde socialista de un
pueblo de la zona. Este hombre, cuyo abuelo también era alcalde socialista de
la misma poblacióncuando entraron en ella los legionarios y regulares de Franco tras el verano del 36, me decía
con respetuosa emoción que le respetaron la vida porque había evitado el
asesinato de algunos vecinos de la zona de ideas contrarias imponiendo su autoridad. Le pregunté si los
nacionales habían fusilado a otros y me dijo que sí, añadiendo que éstos sí
habían dado mala muerte a varias personas. Al final, hablando de la
controvertida ley, le pregunté si le parecería justo que ahora se le rindiera
homenaje a su abuelo junto a los fusilados bajo el mismo epígrafe de
“luchadores por la libertad”. Un no profundo y dolido le salió del alma. Una
cosa, señor hispanista, es el
derecho innegable a recuperar los restos de familiares asesinados – algunos no
podemos porque se los llevó el río- y otra, muy distinta, el de hacer ahora
juicios extemporáneos y llamar a todos de la misma reparadora forma. Entonces,
como ahora y en todos sitios, hubo gente buena, mala y regular. Así que vaya
usted a su tierra a investigar la también guerra incivil, y contra los
ingleses, que acaban de vivir parte de sus paisanos, y deje usted a los
españoles en paz. Es lo menos que merecemos después de acogerle, y a muchos
como usted, con la generosidad que caracteriza a este singular pueblo que
mayoritariamente y en las cosas serias sí sabe quién es y dónde está.
Anasagasti, senador de las Cortes
Españolas
Pero
hombre, ya está bien de ‘vivir contra Franco’, que murió hace muchos años. Es
verdad que algunos vivían mejor contra el general que en democracia – y ahora
también contra España por parecido victimismo-, porque no sólo tenían más
justificación para sus argumentos nacionalistas, sino que se aprovechaban bien
de las dádivas económicas que aquel régimen les proporcionaba. Mire, en las
Cajas de Ahorros españolas había entonces unos coeficientes de inversión
obligatoria – préstamos subvencionados a muy bajo interés- que iban fundamentalmente
a empresas de su tierra; es sólo un ejemplo, por no hablar de ventajas
fiscales, etc., que en el resto de España no teníamos y seguimos sin tener. Si
alguien le alude agriamente, y eso pasa por ser voluntariamente un personaje
público, defiéndase con argumentos y no con etiquetas trasnochadas. Qué
pensaría si los demás generalizásemos en ‘terroristas’ con aquello de “ellos
mueven el árbol y nosotros cogemos las nueces”, patentado por susignificado
correligionario Arzallus.
Fabra, diputada del Congreso
No
se aflija mucho por su “¡que se jodan!” porque el forofismo es algo muy español.
Ya lo dijo Machado: ‘la España de charanga y pandereta...’ Desde los exaltados
seguidores de Belmonte y el Gallo a los actuales forofos
madridistas y culés. Es una seña de identidad de nuestra parte cutre. De todos modos, como representante de la
soberanía nacional, debería ser más ejemplar, no sea que algún día alguna
bronca política pase a mayores y la señalen como prescriptora de hechos
reprobables. Pero por desgracia, estas cosas seguirán pasando en esta lamentable
‘partitocracia’ que padecemos. Ganarse la voluntad del jefe haciendo de ultra o
vocero gritón, porque es quien quita y pone en las listas, es muy humano,
aunque sea muy poco ético y estético, además de humillante para uno mismo.
Pérez Reverte, académico de la Lengua
El
insigne académico ha alcanzado el lugar que muchos anhelan: la libertad de poder
decir lo que le parezca sin tener que taparse ante nadie; ganado con la
imaginación de su pluma. Se podrá estar o no de acuerdo con él, pero lo innegable es que expone sus ideas
a la luz popular. Y eso tiene la ventaja de poder debatir mediante la claridad
expositiva y no tras el antifaz de la hipocresía. Hablando es fácil entenderse;
el serpenteo anónimo y la puñalada
trapera son más graves.Afortunadamente,
al notable novelista y acerado opinante de
verbo y adjetivos de doble filo, quizás le broten en añoranza y
entintadas las guerras que anduvo por los celebrados incendios que origina.
¡Larga vida a la palabra!
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