El
Real Madrid, otrora depositario de las mejores esencias patrias, navega con
paso firme como ya advertimos en estas páginas hacia ser el “Internazionale de
Madrid”. Y es así por la confluencia de
dos astros perfectamente reconocibles: D.
Floren y Mourinho.
El
primero hace tiempo que logró su principal propósito cuando accedió a la
presidencia: convertir al primer club español y una de las mejores marcas
comerciales del mundo en el departamento de relaciones públicas de sus
intereses empresariales y sociales. De no ser nadie en el panorama nacional, ni
mucho menos internacional – antes del año 2.000-, a ser un figurón en cualquier
sarao económico español que se precie. Pero parece que todavía no ha alcanzado
ese nivel en Europa, o no todo lo que él quisiera, y por ello inició la locura
de los galácticos; había que traer al Madrid figuras europeas y mundiales para
que él apareciera como el gran capo de las mismas ante los medios y la alta
sociedad de sus países y continentes. Inglaterra, Francia, América,
Alemania y sus zonas de influencia, recientemente Turquía,son etapas
sucesivas en el devenir de sus intereses económicos. Cuando alguien apunta a
oscuros intereses ‘comisionistas’ como causa de fichajes sorprendentes es que
no conoce el paño; al menos en cuanto al presidente. Florentino Pérez es más
inteligente que todo eso, y más señor. Hace los negocios de otra manera y sólo
necesita el ‘fondo de comercio’ que le da su cargo para entrar sobre alfombra
roja en cualquier sitio donde se dilucide algo que le interese. España hace
tiempo que la trilló en sus primeros años y desde entonces se trata de ser
alguien en el panorama mundial. Sus fichajes le sirven de embajadores de
imagen. ¡Ay si los palcos hablaran! Para el presidente del Madrid el fútbol es
un medio, no una pasión.
Y
el técnico luso es una transparencia. Basta con repasar su trayectoria para ver
que sus estrategias son para triunfos a corto, por eso jamás ha sacado un
canterano en ninguno de los que equipos en los que ha estado. El Madrid también es su medio, no su pasión. Ahora
anda detrás de un croata y un brasileño para ocupar el lugar del decepcionante Kaká y de Arbeloa, campeón del mundo y de Europa con España. Con el cuento de
que los ve verdes deja que los canteranos blancos se marchen y tampoco adapta a
ninguno de los nacionales que tiene a puestos determinados en los que pueda
andar flojo. Valor y valía de verdad tienen los técnicos que ‘inventan’
futbolistas o se la juegan con jóvenes valores de sus equipos inferiores.
Véanse los casos de Unaien el
Valencia con Alba o de Simeone en el Atleti con Juanfran, por no hablar de Guardiola y sus chicos de la Masía, que
ha sido la verdadera revolución mundial futbolística en los últimos cuatro
años.
Así,
la próxima temporada tendremos al Madrid como un equipo extranjerizado en torno
a Cristiano Ronaldo – fichado,
¡ojo!, por Ramón Calderón, pues
Florentino fichó a Kaká y a Benzemá
como galácticos-, más los tres campeones de todo con España: Casillas, Ramos y Alonso; el primero ya estaba, el segundo fue un
acierto del presidente, y al tercero lo trajo muy caro del Liverpool cuando lo
pudo fichar años antes más barato y joven de la Real si le hubiese hecho caso a
Valdano.
Como
gran paradoja, enfrente tendrán al Barsa reconvertido en una selección española
más Messi. ¡Quién lo iba a decir
hace pocos años!
Los
culés hace tiempo que vienen apostando mayoritariamente por la cantera y por el
producto nacional mientras los blancos hacen sus compras en el extranjero. El
mundo al revés. Luego se hartan de sacar banderas rojigualdas de España los
seguidores madridistas cuando se enfrentan al Barsa mientras que los blaugranas
sacan la barrada catalana en sentido contrario. Es, una más, la gran
contradicción española entre lo real y lo imaginado, y el fútbol nacional no es
ninguna excepción.
Pero
claro, los menos culpables son los propios profesionales. Nunca falta el
imbécil de turno entre los dirigentes deportivos que intenta hacer lecturas
políticas de cualquier cosa. El último un tal Alfonso Godalls, vicepresidente que fue con el circense Laporta, que ha tachado de mercenarios
a los jugadores del Barcelona por jugar con nuestra Selección. Un ejemplo, este
sujeto, de insensatez y desequilibrio.
Los
grillos siguen cantando a la luna; no nos confundamos de bichos.
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