Como
en aquel famoso chiste de ‘la capa del cura’, donde el rico terrateniente del
pueblo al que van a pedirle un donativo para la capa del cura – era un pueblo
de mucho frío – y él, ante la sorpresa de la comisión de vecinos dada su
ancestral tacañería, les responde tras preguntar cuánto estaban dando de media
los demás que él doblaba esa cantidad pero con una condición: “que caparlo lo
capo yo”; la liga de futbol profesional parece empeñada en dejar nuestro
deporte rey sin descendencia. Y ello es así por un doble motivo.
Primero
el disparatado reparto de los dineros televisivos a los clubes. Los dos grandes
pueden argumentar para llevarse el 40% del total que ellos son quienes hacen
que los aficionados compren los partidos y eleven las audiencias hasta hacerlas
rentables para la publicidad. Pero los demás pueden defender que sin ellos el
Madrid y el Barsa no podrían jugar los cincuenta partidos de liga y copa y, por
lo tanto, no habría tal mercado de anunciantes. Sería más equilibrado repartir
un porcentaje fijo entre todos superior al 60 o 70% del total y el resto ir a una ponderación por
criterios de audiencia. Así no habría el tremendo desfase que existe entre
blancos y culés con el resto de contendientes. Hay ejemplos suficientes en el
fútbol europeo para analizar y obrar en consecuencia.
El
segundo motivo es la permisividad de la propia LFP, con la complicidad del gobierno, con los
clubes morosos a Hacienda y a la Seguridad Social. Si hubiera seriedad en estos
temas también se primaría la igualdad de condiciones para competir. No puede
ser que compitan clubes cumplidores y defraudadores pues esa disparidad
económica va en detrimento de la equidad.
Y
juntando las dos cuestiones, y aquí está lo de ‘la capa’, veremos cómo a la
larga estamos esterilizando nuestro fútbol basado en ver quién es capaz de
hacer el disparate económico más grande en la política deportiva y la
confección de las plantillas de jugadores profesionales. Con dos planes de
saneamiento ya en nuestro fútbol mayormente a costa de las costillas de los
contribuyentes, vemos como salvo los dos grandes y alguna excepción más, la
mayoría de clubes están en la ruina y los que no lo están, momentáneamente, es
por el mecenas de turno que buscando notoriedad u otros objetivos de natural
inconfesables, ha puesto su dinero. Incubadora, en muchos casos, de todo tipo
de indeseables apaños y corrupciones reales o en potencia con los políticos de
turno.
El
final será malo aunque ahora todos nademos en la abundancia que nos proporciona
el éxito de nuestras selecciones nacionales y de algunos clubes a nivel
europeo. Pero esto último, salvo en contadísimos casos y por esas casualidades
de la vida: canteras fructíferas ocasionales, suerte en algunos fichajes o
dinero a sacos llenos por parte de personajes irrepetibles y no siempre muy
recomendables, siempre fue así. Lo de la selección es harina de otro costal.
Como
hemos dicho aquí varias veces, el futuro de la mayoría de clubes debe estar
basado en lo que sus canteras sean capaces de aportar con algunos refuerzos
puntuales. Tratar de emular a los poderosísimos Madrid o Barsa para disputarle
los títulos basándose en la cartera de alguien o en el dinero producto de no
pagar impuestos y cotizaciones sociales tiene la ruina por bandera y las patas
muy cortas. Para qué hablar cuando esa misma política se lleva en las
categorías inferiores. Así están nuestros clubes.
Otra
cosa sería con un reparto más equitativa de los dineros televisivos y con el
rigor fiscal que debería observarse. Se podría hacer algún dispendio para hacer
algún fichaje ilusionante y mejorar lo que da la mata, a la par que llegaría la
normalidad económica a nuestro fútbol. Pero, en ningún caso, para seguir con el
camino ruinoso y ‘capado’ de futuro de los equipos españoles.
En
materia de canteras he leído por ahí que la madridista es la más rentable de
España. Notable gilipollez habida cuenta de que cuando se repesca a alguno el
diferencial que tiene que pagar el club blanco oscurece las modestas ventas que
hacen de sus jóvenes valores cada año.
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