Acaba la
historia del argentino en el Barça. Como señala la canción de Rafa Serna, se le nota en la mirada. Y
en el cansancio anímico, que arrastra al físico. En la rabia por impotencia. En
el desconsuelo hasta cuando gana. Al felicitar a compañeros; las últimas lunas
son tristes. Y hasta en el gesto taciturno cuando le sale algo bien; un
cuentagotas.
El Barça es
un equipo más en descomposición que en recomposición. Las crisis deportivas
circunstanciales se arreglan con un par de resultados positivos, pero cuando
los problemas derivan del final de una etapa devienen en estructurales. Máxime
cuando se les une una crisis institucional, y la blaugrana es brutal de arriba
abajo y a izquierda y derecha. El club culé es en conjunto un problema
esférico; por donde lo mires chirría.
Si acaso,
solo luce la esperanza en algunos futbolistas jóvenes como Ansu y Pedri que podrían
ser figuras en torno a las que hacer un proyecto ilusionante. Pero eso necesita
años, paciencia y el brazo ejecutor adecuado. Un técnico inteligente, con
carisma y el respaldo importante e incondicional de un presidente para la
historia. A Koeman no le faltan
condiciones, pero ha llegado en el peor momento. Lo trajo quien pasará
seguramente por el peor presidente histórico porque, además de los desmanes
deportivos de los últimos años, ha dejado al club al borde de un concurso de
acreedores que podría derivar en la quiebra del modelo basado en la propiedad
de sus socios. Ni resultados ni dinero y ni siquiera prestigio, perdido en poco
tiempo por el desagüe de las indignidades de Bartomeu.
Y todo eso
lo sabe, lo vive y lo sufre Messi.
Aparte, a su edad, es natural que mire por lo suyo porque el tiempo se acaba. Y
eso no quiere decir que no sienta el club como algo propio, que lo ha
demostrado suficientemente hasta donde cabe en un profesional. Si le unimos que
su ambición deportiva no ha bajado su auto exigencia, tendremos la tormenta
perfecta que le empuja a salir del equipo de su vida. La necesidad de ganar es
el ansia que mueve su ánimo y, por lo tanto, su mente, su corazón, su talento y
sus piernas. Y ese combustible vital ya no lo halla en el Barça. Ni lo espera,
llegue quien llegue.
El entorno
de Messi hace maletas. Le aguardan un contrato espectacular—retiro dorado
incluido— con muchos millones por ausencia de traspaso, y el reto de demostrar
y demostrarse que tiene cuerda para ser el mejor algunos años más. O, en todo
caso, para defender su estatus ante quienes llegan desde abajo con pretensiones,
aunque todavía no se vislumbre sucesor. Con él se eclipsa una generación de
futbolistas para la que aún no hay relevo. Hablamos de goleadores que después
de una docena de años todavía hoy siguen mandando; Cristiano, Lewandowski o
Ibrahimovic, como ejemplos. Pero de
su figura trasciende, además, un jugador sin igual de medio campo hacia
adelante. Y no solo en su generación, sino en la historia del fútbol mundial.
Los ha habido quizás mejores, o más completos, pero no con tantos años en
primera fila acaparando los máximos galardones individuales: doce años seguidos
entre los mejores del mundo, la mitad de ellos el primero.
Pero todo
tiene su fin. Y el de Messi y el Barça llegará en junio de 2021. No obstante,
los culés seguirán siendo un gran equipo y afrontarán su verdadera y necesaria revolución.
Solo falta que señale claramente su destino. El lugar donde calme las ansias de
gloria dirigido por quien puede volver a frotar sus talentos. El mismo que sacó
lo mejor de él, reinventándolo al sacarlo de la banda, hasta hacerlo el mejor
del mundo. Y hay mensajes subrepticios delatores. Son tantas las ganas de unos
y otros y la ilusión generalizada que les traiciona el subconsciente. Por no
hablar del dinero que generará y los triunfos que se auguran.
Lo acordaron
hace meses Mansour bin Zayed, el
dueño del club, Ferrán Soriano, el
director ejecutivo, Beguiristain, Manel Estiarte, tal vez el muñidor en la sombra, y Guardiola con el propio futbolista y su padre. El olivo que cogerá el argentino es brumoso,
pero apasionante. Lluvioso y frío, pero cálido de afectos blaugranas añorados.
Finalmente, es un equipo huérfano de reconocimiento mundial y Messi puede ser
su Mesías. Estén atentos a tales personajes.
El olivo que
cogerá Messi está en Manchester y atiende por City.
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