Con otro
penalti para la historia de los clásicos, esta vez penaltito por agarrancico,
ya tenemos de nuevo la burra de las decisiones arbitrales en el trigo de los
llantos blaugranas. ¿Qué otras veces ha sido al revés? También, pero suele coincidir
con lamentos oportunistas por impotencia.
Otro tópico
típico es lo de que estos partidos suelen decidirse por detalles. Y así fue el
tempranero del sábado. Un detalle
arbitral tan bien sancionado como si no lo hubieran hecho, en un encuentro equilibrado
con más emoción que juego y menos expectativas que ilusión, aunque a partir de
ese momento el Madrid fue sobradamente mejor. Dos equipos venidos a menos con
su relevancia europea perdida. Incluso en la Liga, no ya los medianos sino
también los modestos le han perdido el ancestral respeto. Cualquiera le pinta
la cara con apenas dos o tres jugadores destacados que no serían ni suplentes
en sus millonarias plantillas. Esta categoría actual de Madrid y Barça
convierte en anecdótica cualquier deriva arbitral. Como justificación, reseñar que andan en una
etapa de renovación tan problemática como importante. Los blancos, huérfanos de
gol desde la marcha de Cristiano y
los culés anticipando el duelo por la próxima de Messi. Los goles patentan sistemas de juego, los que sean, y hacen
figuras de futbolistas acompañantes que sin su aura serían normalitos.
Volviendo a
lo del sábado, por momentos, como bien ha señalado Schuster, parecía un divertido encuentro entre solteros y casados
en lugar de un duelo en la cima del fútbol español. A falta de intensidad,
brillo, velocidad y juego recio de los veintitantos que saltaron al césped, la
emoción la propiciaron más Zidane y Koeman que sus talentosos futbolistas
con planteamientos vivificantes que entretuvieron al respetable televisivo y alegraron
la juventud de unos y reverdecieron el venerable pasado de otros. Si en un
partido tan blando de merengues y culés los coge un mihura europeo les hace un
siete. Así, bastó un chispazo de Benzema
—magnífico por otra parte, como casi siempre desde hace un par de años— y otro
de Messi para servir en bandeja sus goles a Valverde y Ansu Fati,
con la imprescindible colaboración del movimiento de arrastre de defensas culés
de Asensio y el desmarque y pase en
franquía de Alba al morenito recordman
barcelonista. El broche final de los ilustres fue el gol de la sentencia,
gustándose, del Cruyff balcánico Modric, sin olvidar la seguridad
goleadora del incombustible Ramos. Y
eso fue lo reseñable futbolístico. Quedan para la historia otra manoseada e
indecente trifulca arbitral de los desmemoriados y deslenguados de turno y tres
puntos balsámicos para el yaciente Madrid.
Punto y
aparte para Zidane, que con todas sus carencias sigue sin perder en el Nou
Camp. ¿Suerte?, ¿acierto?, ¿o que tiene más vidas que un gato? Ustedes mismos,
pero no presupongan ciencia al fútbol.
El Atlético
superó la resaca europea que no pudo digerir el Sevilla y siguió a lo suyo. No
encajar y conseguir algún golito para mantenerse en el palmito. Si acaso, lo más
reseñable es que ese delantero inventado por Simeone, Llorente, sigue
pidiendo a goles y fútbol total ser seleccionado por Luis Enrique. Es, quizás, de los pocos todoterrenos españoles que
no desentonaría enrolado en cualquiera de ellos con similar entrega, garra,
potencia, velocidad y eficacia.
El tema es
que esta semana tenemos otra vez Champions y puede que se agrave la postración
de unos y vuelvan la febrícula preocupante y la irrelevancia a otros. O no, porque tampoco debemos olvidar que esto
es fútbol, y como juego de suertes y alternancias lo que hoy es blanco mañana
puede ser negro y al revés, ni que aun en su decadencia, Real y Barça disponen
de mimbres y solistas que todavía pueden componer cestos majestuosos e
interpretar sinfonías asombrosas si les acompaña el ánimo, las fuerzas, los
compañeros y la suerte. Nunca se puede asegurar nada cuando entre el éxito y el
fracaso media una pelota y noventa y tantos minutos.
La semana
pasada aventuramos que Luis Enrique debía reinventar la capacidad goleadora de
sus medios o mover piezas hacia el centro de la delantera. Koeman acertó
devolviendo el sábado al juvenil Fati a su antiguo puesto infantil de delantero
centro.
Con
confianza, Traoré en banda y Ansu
por dentro podrían formar un dúo demoledor. Tiempo y hierba, que decía un sabio
tratante respecto al engorde de corderos.
Finalizando,
¿conspiraciones arbitrales? ¡A llorar al árbol!, que decía Jesús Belascoaín; amigo ilustre.
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