Esa frase tan
del pueblo atribuida al torero Rafael el
Guerra explicita que no se le pueden pedir peras al olmo.
De Isco no esperen pases a la primera sin
antes amagar hacia cualquier lado o medias vueltas con el culo como centro de
su juego. De Marcelo, tampoco que
sea tan buen defensa como atacante fue antaño, y últimamente ya ni eso; hace
mucho que ni uno ni otro están para jugar en el Madrid. Y lo peor es que Zidane lo sabe mejor que nadie. Si a
esas minusvalías le sumamos que el multiusos Nacho ya vivió sus mejores lunas de blanco y que Lucas Vázquez sigue en la plantilla por
aquello de cubrir las exigencias europeas del cupo de canteranos para la
Champions, tendremos el cuadro que explica parte de la debacle blanca contra el
Cádiz; pero solo parte, porque en la segunda ídem el técnico cambio medio
equipo y tampoco subió nivel.
La
explicación también la resumió el mítico torero citado con aquello de “lo que
no puede ser, no puede ser, y además es imposible”. O lo que es lo mismo,
andando no se juega. Ni velocidad ni garra ni desmarques ni juego con y sin
balón ni ganas. Ese es el resumen del partido que hicieron el sábado los
merengues contra los entusiastas y bien ordenados cadistas del tan modesto como
extraordinario Álvaro Cervera. Que
otro Álvaro, el ex madridista Negredo,
con más mili que Cascorro y de vuelta de todo les diera a los blancos una
lección de pundonor y saber estar de delantero a sus treinta largos, refleja la
birria que protagonizaron los madridistas actuales. Solo Benzema, más solo que la una en sus meritorios esfuerzos, parecía
tener el otro día vergüenza torera junto al lesionado y sempiterno Ramos mientras estuvo. Y eso también lo
sabe porque lo sufre el entrenador gabacho.
¿Soluciones?
Paciencia franciscana y que pase pronto este año a ver si para el siguiente
llega la caballería en forma de dos o tres fichajes que galvanicen el panorama.
Porque, a ver, ni Vinicius ni Asensio ni Rodrygo ni el propio Benzema ni ningún otro delantero actual
garantizan veinte o treinta goles por temporada. Y ni Modric ni Kroos ni Valverde ni Casemiro, por buenos que sean o hayan sido hace años los primeros y
sean también los segundos en tareas esforzadas, pueden manejar la brújula
blanca con la exigencia que comporta aspirar a todo. Falta ver a Odegaard ocho o diez partidos seguidos
de titular en el eje del juego blanco para calibrarlo.
El Barça
tampoco tira cohetes, aunque tiene varios brillos que pueden iluminar el
horizonte. Ansu Fati pudiera ser, el
jovencísimo Pedri apunta maneras, Coutinho parece otro y Messi, aun desganado, aún le sobra categoría
para arreglar descosidos en cualquier fogonazo. Sin embargo, Busquets ni entonado está cerca de su
mejor versión, De Jong no termina de
coger el mando y anda fallón, Griezmann
no encaja, a Trincao le falta un
buen partido, Aleñá y Pjanic están desaparecidos y a Riqui también le faltan ocho o diez
partidos de titular y confianza para vislumbrar sus posibilidades. ¿Resultado?
Pues que sin gol y escasas ocasiones, un Getafe sólido, legionario y bien
aleccionado le baila tres puntos que podían haberle hecho engancharse a la
cabeza tras el gatillazo del Madrid antes del duelo sabatino próximo, que pinta
gris.
El Atlético,
aunque sume con los goles de Suárez,
que tampoco baja el pistón, es una incógnita dados sus titubeos iniciales. El
nuevo medio centro Torreira,
mientras tuvo fuerzas, hizo un partido para la esperanza y la zaga colchonera
continua en su línea de seguridad jueguen quienes jueguen. Sello Simeone, que tampoco descolore. Y el
Sevilla euro campeón de Lopetegui
dio la de arena ante el sorprendente Eurogranada, con un juego tan ramplón para
sus intereses como la expulsión de Jordan
y la derrota final; mal asunto para sus renovadas aspiraciones.
Con este
preocupante panorama, la Champions que empieza puede ponernos en nuestro sitio.
Finalizamos
con el petardazo de nuestra Selección ante la mediocre Ucrania. Luis Enrique, aunque quiera disimular
la carencia de remate, debe reinventar la faceta goleadora de sus excelentes medios
o probar a Traoré por el centro —en
banda tapa a Navas— porque ni Rodrigo ni Gerard ni Olmo ni Oyarzabal ni otros son Villa o Raúl ni goleadores de garantías para su nivel de exigencia.
En el
fútbol, como en los toros, sin espada no hay cortijo.
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