Otra vez la
burra en el trigo, dirán en Europa. La Liga sigue a la cabeza de su fútbol, lo
que supone reinar también en el mundial. Y no decaerá mientras Messi y Cristiano la protagonicen.
Nunca antes
coincidieron en España el mejor jugador
y el mejor goleador del mundo. Y, además, en los dos clubes más laureados, que ahora
no son causa sino consecuencia de tenerlos, aunque sean coetáneos de la mejor
generación futbolística española.
Otra vez
copamos los cuartos de Champions, con el consolidado Sevilla como invitado
excepcional, que ya lo vivió en el lejano 1958 cuando el Real cuajaba su
legendaria trayectoria. Y no han sido cuatro porque lamentablemente al Atlético
lo ninguneó la suerte antes, en Roma.
A cinco partidos
de la final puede pasar cualquier cosa, pero aventuro que Barça y Madrid
estarán en semifinales. Y el Sevilla, si da su cara buena, suma posibilidades
reales porque los Banega, Lenglet, Nzonzi, Sarabia, Ben Yeder
y compañía disfrutan de una forma excelente. Y además tienen a Montella, un técnico de los que hacen
crecer el fútbol reinventando jugadores; apostar por Navas de defensa lo
demuestra. El viejo zorro Heynkes deberá hilar fino para
eliminarles. La exhibición sevillista en Manchester frente a los del incomprensible
Mourinho habrá avisado a más de uno
y andarán con las orejas tiesas. Los yanquis que gobiernan al United echarán
cuentas y no le auguro porvenir al medroso
portugués, que vive del cuento cuesta abajo y sin frenos desde su
afortunadísima Champions con el Inter.
El Barça
tendrá pocos problemas con la Roma de Monchi.
Están fuertes, con Messi disparado, y Valverde
puede obrar el renacimiento, como en la Liga. Aparte, les sonríe la suerte y
veremos si es la del campeón y tocan pelo tras seis años en barbecho. Y a la
Juventus de Allegri le ha vuelto a
tocar la negra. El Madrid de Zidane,
por irregular que sea, tiene bastante más nivel y si juega al que ofreció contra
los del becario Emery puede resolver
la eliminatoria en Turín. Máxime con Pjanic,
organizador, y Benatia, muro
central, sancionados. Buffón, Chiellini y Barzagli no están para muchos trotes y solo Dybala e Higuaín amenazan,
pero no demasiado.
Al City de Guardiola le ha tocado un rival
inquietante, el Liverpool del súper goleador Salah, cuña de su misma
madera que ya le dio para el pelo en la Premier. Claro que tampoco le hubiese ido
mejor con el Madrid, Barça o Bayern, porque con su defensa aún por consolidar en
partidos de máxima exigencia tener enfrente a sus delanteros es mal asunto. Los
de Manchester juegan mejor que los otros seis cuartofinalistas, exceptuando al
Barça, pero habrá que ver su desenvolvimiento a estas alturas. Les hubiese
favorecido jugar contra los italianos porque no tienen las agallas delanteras
de los españoles y alemanes.
En clave de
selección, Lopetegui sigue mostrando
síntomas alentadores. Llamar a los viejos canteranos madridistas Parejo y Marcos Alonso y al sorprendente gigantón Rodri, canterano del Atlético,
que lo repescará del Villarreal, indica que baraja con cabeza y honradez. Por el buen gobierno de su equipo, el
valencianista hace tiempo que debía estar. Con Busquets en el eje, o el
propio Rodri en su defecto, y Saúl o Koke, nos darían autoridad frente a cualquiera. Imaginémoslos con Iniesta y Silva por delante. O con Asensio,
Lucas, Thiago o Isco si no se
empeñan en conducir o jugar en redondo. Y
con el lateral del Chelsea, hijo y nieto de internacionales, tiene el relevo ideal
de Alba. Marcos es un jugadorazo,
aporta altura y es un peligro permanente en jugada y a balón parado cuando
sube.
Y arriba no
hay mucho más donde escoger. Costa
es un valor seguro, Aspas el
delantero español de más clase y Rodrigo
está cuajando en el goleador que apuntaba. Morata
sufre su tercer calvario y solo el relevo cantado de Conte podría avivarlo.
Por lo
demás, destacan las ausencias de los polivalentes Sergi Roberto y Javi Martínez
y del sevillista Sergio Rico. El
navarro es titular indiscutible en el Bayern, el culé se justifica siempre y el
meta es un autobús bajo los palos. En todo caso, Lopetegui y sus seleccionados merecen
crédito.
Y hay que
destacar el trabajo de Marcelino. Ha
recuperado el brillo del Valencia, promoviendo y revitalizando futbolistas, y
le dio la alternativa a un jovencísimo Rodri en el Villarreal. Otro
extraordinario entrenador que imagina futuros internacionales. Para
descubrirse.