SEGUNDA B: DE
LA RIVALIDAD AL DESAFUERO
Aparte de
seguir a los grandes, llevo un mes disfrutando fútbol regional a destajo y a pesar
de los años me sigue sorprendiendo la falta de educación deportiva y general de
algunos especímenes que pululan por nuestros estadios. Y, también, me siguen
emocionando los gestos de deportividad y buen rollo que conviven con la
cafrería anterior (los árabes denominaron Kafir —cafre—a todo infiel del África
subecuatorial). A veces abundan los
tachados así por incivilizados en nuestro lenguaje coloquial.
El sábado en
la Nueva Condomina, como hace semanas en el Cartagonova, tuve ante mí en las
gradas a diversos cafres de distintas modalidades, desde los simplemente
deslenguados a los ignorantes futbolísticos y a los violentos en ciernes. Y es
una pena que enturbien el ambiente, porque
la gran rivalidad regional que existe esta temporada en el grupo cuarto
de Segunda B invita a degustar fútbol pequeño, comparado con el de primera, y no
por eso menos apasionante.
He visto
varios partidos dentro y fuera al Real Murcia, al UCAM y al Cartagena y me hago
una idea de lo que pueden dar de sí este año. Los granas todavía no han
encontrado el equipo ni el estilo que les posibilite alcanzar el ascenso, primer
puesto clasificatorio mediante; objetivo confeso y obligado que se han impuesto
sus dirigentes por razones obvias. Tiene dos puntas apreciables en Curto y Martín y cierta agudeza en las bandas, pero les falta fortalecer la
defensa y mandar en el medio campo, aunque en esta zona tiene mimbres como Sánchez, Armando y Carnicer para
hacerlo mejor. Si hubieran dispuesto de esas fortalezas habrían ganado al
Écija, en Huelva y Melilla. En esta categoría es básico no encajar goles porque
se suelen aprovechar poco las escasas oportunidades de marcar y, como decía don Salvador Ripoll en su famoso decálogo
futbolero, “si no te meten ningún gol normalmente debes puntuar”.
El UCAM sí
tiene una defensa sólida para este nivel y contra el Murcia pareció que va
apuntalando su medio campo, con Jony
Ñíguez como agradable sorpresa, así como su punta de ataque con el tan
larguirucho como jovencísimo Quiles
—cedido del Córdoba— en plan estrella con dos golazos, sobre todo el segundo,
de superior categoría. En los dos partidos que han jugado contra el Cartagena,
uno en Copa en el Cartagonova y otro en Liga en la Condomina, echaron de menos
ambas cualidades, y solo en Jumilla y Granada y contra los filiales canarios aprovecharon
sus pocas ocasiones amparados por su solidez estructural.
Por su
parte, el Efesé tiene un buen equipo titular —se le nota su base del año
pasado—, para mí el mejor de los tres, pero tal vez adolezca de banquillo para
mantener el excelente nivel que exhiben jugadores como Cristo Martín y Sergio
Jiménez, el primero básico en el ataque y el segundo en la contención y
distribución en el medio campo, bien acompañados por sus laterales y por el
goleador Aketxe y el interior Chavero si gozan de frescura física. En
defensa tienen altibajos preocupantes, sobre todo cuando cambian al medio
centro de Los Belones, que le han costado varios goles y obligarse a ganar
sobre el pitido final los puntos que lo encumbran en la tabla. A pesar del buen
juego mostrado, Monteagudo deberá
afinar en la gestión de la plantilla.
Es
importante ver a los equipos fuera de casa para comprobar la casta, y los tres me han parecido homogéneos en el
desarrollo de su juego, circunstancia que invita al optimismo en los universitarios
y los departamentales, y menos en el Murcia, que deberá mejorar dentro y fuera y seguramente en algo
más para no descolgarse; se juega la supervivencia en el envite. Solo me falta
insistir con el Lorca y el Jumilla para calibrarlos.
Y volviendo
a los cafres, se entiende por ancestral la inquina deportiva entre granas y
blanquinegros, que no los justifica en sus extremismos ni tampoco en sus
dispares trayectorias, pero de ninguna manera la desaforada e injusta animadversión
de algunos forofos murcianistas contra el UCAM. Simplemente fueron mejores que
el Murcia, igual que fueron inferiores ellos en su derrota en casa frente al
Cartagena. En estos casos hay que reconocerlo e incluso aplaudir, al margen de
la amargura interior, y olvidarse de los árbitros y los palcos, que generalmente
ni marcan goles ni los evitan.
Los buenos
aficionados a disfrutar y los otros un zurrón y al campo, pero con las ovejas.