Con las
recientes elecciones ha empezado el proceso que se veía venir. Y era deseable
que llegara porque los responsables políticos de la desesperanza que padecemos
no han sido capaces de anticiparse a las consecuencias de su ignominia, que
ojalá fuera solo por incompetencia. Los responsables socialistas y populares de
la última docena de años y sus homónimos nacionalistas periféricos han cavado
el foso que ahora les separa de la sociedad a la que dicen servir y a la que
mienten sin pudor ni reparo. Y la mayoría de esa ciudadanía, cansada de sus
torpezas, ineficacias, engañifas y corrupciones, ha empezado a enseñarles la
puerta de salida. Empieza una nueva etapa.
Personajes para la historia
Una nueva era que debería alumbrar una sociedad, con valores
también diferentes, que hiciera posible una nueva España. Una nación donde un
personaje con el proceloso pasado político de Rubalcaba sea impensable que llegue a dirigir un
partido político. O que, en la acera de enfrente, siga siendo presidente del
Gobierno quien estafa a sus votantes, caso de Rajoy, y pueda
continuar como si tal cosa con sus responsabilidades porque sus valores éticos
no le obligan a lo contrario o porque sus gobernados soporten con una
desmoralizante apatía las más evidencias que sospechas de que ha estado
cobrando sobresueldos en dinero negro y que su partido, bajo su
responsabilidad, ha estado manejando fondos no fiscales de procedencia
corrupta.
Ante el desastre obtenido en las urnas uno ha dicho que se
larga, ¡alabado sea Dios!, y el otro, fiel a su contumacia diletante, anuncia
un plan para reanimar al PP a partir de septiembre. Algunos pensamos que el
tándem Zapatero-Rubalcaba
pasará a la historia como el liquidador del centenario PSOE, pero Rajoy lo hará
él solito –con sus cuates Arenas y Montoro sonriendo en primera fila- como el
rompedor de la unión del centro derecha español que tanto esfuerzo y trabajo
costó a sus antecesores.
Herederos
A los socialistas ya les han salido varios partidos que aspiran
a su herencia social, algunos con éxitos sucesivos en diversas elecciones, como
el de Rosa Díez, y otro muy
reciente: el de Pablo Iglesias; vaya
coincidencia con el histórico tipógrafo fundador. Y a los populares pronto le
saldrán opciones ciertas de derecha real –lo de Vox es difícil que permanezca
como tal y en solitario pero miremos a Francia- mientras crecerán los más
centristas que ya cuentan con cierto bagaje, caso de Ciudadanos de Rivera.
Como aviso a navegantes, sería bueno que el citado exitoso
homónimo del histórico Pablo Iglesias aclarara si responden a la realidad sus alabanzas ejemplarizantes al
desaparecido Hugo Chaves venezolano.
Más que nada para que nadie se llamara a engaño respecto a su verdadera
filiación política. Hermana, por otra parte, del núcleo duro de Izquierda Unida
que defiende a capa y espada la dictadura castrista de Cuba, entre otras
lindezas pseudodemocráticas.
Separatismos
Y lo de
los nacionalistas catalanes se parece cada vez más a sus colegas vascos. La
burguesía centroderechista de uno y otro lado perderá su hegemonía política a
favor de los radicales independentistas de izquierda o su extrema, que reman a
favor de los nuevos tiempos. El problema de la unidad de España tiene en esas
dos regiones el antiguo problema de siempre y ya no hay lugar a las
contemplaciones. Se ha dejado crecer la feria de los despropósitos y no tiene solución
fácil; ni difícil tampoco con medidas estrictamente políticas.
Los
gobernantes democráticos centrales han ido cediendo atribuciones y dinero a los
nacionalistas periféricos porque en el fondo era lo que en realidad venían
reclamando, pero ahora es otra cuestión. Ha crecido una especie de dignidad
nacionalista catalana de amplio espectro ideológico que ya cuenta con la
mayoría minoritaria social de la que antes carecía. Y pronto será mayoría
absoluta.
Ese tren, por culpa de las ambiciones nacionalistas y de la
miopía de los gobiernos centrales y del enanismo político de quienes los han
presidido y de sus partidos, no tiene freno salvo algún improbable milagro de
sensatez, hasta que llegue a la estación que se han puesto como meta. Mientras
es cuestión de dinero casi todo tiene solución. Pero cuando se entra en el
mundo de los sentimientos es difícil vencer al de un pueblo. Y ese ha crecido
en Cataluña alimentado por la estulticia de
demasiados políticos de pacotilla a ambas orillas de la futura frontera.
Esperemos que en ningún caso se parezca a la barbarie sanguinaria sufrida
durante demasiados años por el conflicto vasco, cuando no a algo aún peor.
Votar con la cabeza y la cartera
El
tiempo nuevo para una nueva España no va a ser fácil tampoco en sus orígenes
porque la dispersión política no garantiza paz política precisamente, y
sufriremos sus consecuencias, pero nada cambia sin el precio correspondiente.
Será necesario para construir una nueva ciudadanía y el pago que habremos de
satisfacer por nuestra inmadurez democrática al votar por impulsos,
romanticismo, principios trasnochados o costumbre, en lugar de hacerlo con una
mano en la cabeza y otra en la cartera. Lugares donde residen nuestro futuro,
nuestra vida y el bienestar de quienes queremos.
Afortunadamente,
nuestros nietos ya no tendrán que pasar ese sarampión; nuestro tiempo les
servirá de vacuna. Agárrense que vienen emociones fuertes.