El Atlético llegó exhausto a la final
europea. Su plantilla no fue diseñada para una temporada de tanta exigencia por
mucho que los catorce jugadores básicos que Simeone ha utilizado merezcan un monumento. Por contra, el Real
Madrid viene preparándose para la décima desde hace muchas temporadas sin
reparar en gastos ni en medios de todo tipo. Y, además, en la segunda parte de la final de Lisboa fue
claramente mejor; la lógica también ganó a los inventos de última hora del medroso
Ancelotti. La titularidad de Kedira no se entiende de otro modo. Ese
planteamiento inicial, tirando media parte, estuvo a dos minutos de costarle el
título.
Solo la flor que el técnico italiano tiene en
salva sea la parte, con el testarazo del omnipresente Ramos cuando el partido agonizaba, y con él la ceniza presidencia
del ayer demasiado ufano señor Pérez;
hizo que por una vez el fútbol fuera justo con quien más había jugado en un
encuentro de fútbol rácano. A la intensidad colchonera, con veinte minutos de
juego aceptable dentro de sus evidentes limitaciones físicas y técnicas, los
merengues opusieron un juego decepcionante hasta que apareció Isco para desahogar al voluntarioso Modric, que demasiado hace el croata
con la desmesurada responsabilidad que le encomiendan, y puso cordura en el
medio campo madridista. Y también acertó sacando a Marcelo, que hizo de diez, y quitando después al mingafría Benzema. La lógica que decíamos vino al rescate de la escuadra
blanca que inexplicablemente estuvo a punto del naufragio frente a su mermado y
ultradefensivo vecino del Manzanares.
Y para refrendar aquello de que hasta el
mejor escribano echa de vez en cuando un borrón, tampoco se entiende el empeño
de Simeone con Costa. Y tal dislate,
pretendiendo que una lesión muscular se cure en una semana con un gel de
placenta de yegua, lo pagó caro. Perder un cambio con unos jugadores titulares
que llegaban tan justos a un partido de la exigencia del que afrontaban, seguramente
le costó el título. Cuando marcó Ramos no menos de tres o cuatro de sus
futbolistas estaban pidiendo a gritos que les cambiara. No podían dar dos pases
seguidos y se echaban continuamente al Madrid encima perdiendo balones que
mientras tuvieron fuerzas los defendían bien. Esa fue otra de las claves del
partido, una vez que tuvieron la fortuna de aprovechar el inconcebible error de
Casillas con la ayuda del
reaparecido Kedira, que se dejó ganar de cabeza un balón flojo que le llegó en
franquía; Godín tuvo que hacer un
salto lateral de más de un metro para bombearlo a la red.
La fortuna también hizo justicia con
Casillas, que no merecía ser recordado por tal fallo, aunque me da la impresión
de que está más fuera que dentro del Madrid y quizás le pesó esa circunstancia.
No recuerdo en toda su trayectoria la desconcentración que demostró en la
final, con otro fallo en otra salida que bien pudo costarle un segundo tanto
que hubiera supuesto el empate a dos. De ahí sus lágrimas cuando el desangelado
árbitro holandés pitó el final y sus comentarios a Ramos y a Marcelo. Quizás
era consciente de que estaba escribiendo la última página en el club de su
vida. Y menos mal que dada la flojera
atlética no tuvo que atajar ni un solo balón peligroso.
Punto y aparte merecen los figurones blancos;
Cristiano y Bale no tuvieron su día. El portugués jugó a medias y renqueante, y
el galés estuvo desafortunado salvo en el balón que ganó por alto tras un
rechace. Magro balance para quienes mirando su coste tienen la obligación de
aparecer en los momentos clave. Ramos, Di
María, Isco y Marcelo fueron las figuras reales de la décima. Y con ellos
su entrenador, a pesar de lo señalado, que ha
enderezado una plantilla tocada y dividida por la nefasta gestión
técnica anterior.
Con la enhorabuena al Real Madrid por tan
importante y justo triunfo, y el reconocimiento a su rival y campeón de liga,
el Atlético, por su extraordinaria temporada; un recuerdo al técnico argentino del tercero en discordia por
su encomiable educación en un periodo difícil. Martino ha sido en el Barça un señor ante todo, como lo han sido
sus rivales Ancelotti y Simeone. Que cunda ese ejemplo y el del magnífico
comportamiento de las aficiones madrileñas que llevaron a
Lisboa la fiesta europea del fútbol español. Ojalá acierte Del Bosque y continuemos disfrutándola en Brasil.
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