Se
estudia en economía que una cosa es el valor y otra el precio de cualquier
producto, que rara vez coinciden y demasiadas veces discuten entre ellos. Y en
el fútbol ocurre algo parecido.
En
los asuntos de la pelota, además, el tema se complica. Porque trascendiendo lo
meramente crematístico y deportivo, con lo que tiene de presupuestos,
imprevistos, capacidades, actitudes,
esfuerzo, planificación, estrategia, táctica, etc., hay que añadir el
componente sentimental como referente y el azaroso como consustancial. Hemos
visto muchos casos en los que el éxito o el fracaso dependen de unos
centímetros; los que median entre que un balón entre o no en la portería. O del
acierto o el error de un silbato; la consecuencia de una decisión tomada en décimas
de segundo por quien tiene la difícil
misión de arbitrar un partido de fútbol.
Ciñéndonos
al asunto del costo de los entrenadores para los clubes hemos de medir dos
parámetros fundamentales. Uno el referido a la consecución de los objetivos
para lo que les contratan, y otro el de la aportación que hacen al final de su
mandato al patrimonio del club. El primero es fácilmente cuantificable y el
segundo tiene una medida más difícil pero quizás más relevante en cuanto al
costo que supuso.
Guardiola ha fichado por el Bayern de Munich por la astronómica
cifra de 17 millones brutos de euros al año, lo que le reportará según cuentan
unos 9 netos. Y hay quien con toda lógica humana se echa las manos a la cabeza.
Con lo que llueve, esas cifras escandalizan y llaman a la crítica fácil. Pero
habría que hacer algunas consideraciones para medir la realidad de tal
desembolso para el equipo bávaro. Si el extraordinario técnico catalán fuera
capaz de hacer una mínima parte de lo que hizo en el Barsa a los alemanes le
saldría muy rentable el fichaje. Y no me refiero sólo a los títulos obtenidos,
con ser ellos la medida más sencilla y básica, sino al patrimonio que les
dejaría en forma del valor de los jugadores importantes que imagine e invente
Desconozco
lo que Pep cobraría en sus años como
técnico del Barsa, pero suponiendo una cantidad muy relevante
afirmo sin ninguna duda que los culés saldrían ganando mucho con sólo vender a
uno de los futbolistas que él sacó de la cantera apostando de verdad por ellos.
Eso es hacer patrimonio para un club y lo demás son cuentos. Ahora algunos
dicen que la cosa viene de atrás, que Guardiola se lo encontró hecho, etc. Pero
pocos recuerdan que cuando cogió las riendas blaugranas exigió puerta para las
figuras del equipo: Ronaldinho, Deco y Eto’o – a éste le sacó su mejor rendimiento mientras lo tuvo-, justamente para darle los galones a los
canteranos que ya estaban en el equipo; los Xavi, Iniesta y Messi. Y que en sus tres primeros
partidos sentó a Touré, a Keita y al todavía deslumbrante promesa
argentino – recién salido de una lesión-, y puso en el campo como titulares a Busquet y a Pedrito, provenientes del filial de tercera división que acababa de
ascender a 2ª B con él mismo como técnico, y dándole cancha a un jovencísimo Piqué repescado del Manchester. Con
esos mimbres perdió en Soria, empató dentro con el Racing y ganó en Gijón. Y
entonces pudo decir bien alto que los recién llegados desde abajo eran tan
titulares como los demás. Y ahí empezó su leyenda. Se la jugó con un par de
narices para ganarse el respeto del vestuario siendo fiel a su indudable
apuesta por la cantera y después vino todo lo demás.
Creo
que ha elegido el club alemán porque está regido por futbolistas y ellos saben
del asunto. En Inglaterra hubiese estado al albur de algún ruso o árabe
grotescamente millonarios para quienes el escaparate es más más importante que
la trastienda. Y en ella es donde mejor trabaja él. Si le dan la confianza
necesaria, y todo apunta a ello por el contrato de tres años que le han firmado
en contra de su propio criterio de ir año a año, Guardiola puede hacer historia
con mayúscula en el Bayern. Ojalá lo consiga por el bien del fútbol. De ese
modo demostraría que hay vida tras las bambalinas de la búsqueda del éxito
fácil a golpe de talonario, que si alguna vez se produce rara vez perdura, por
cierto.
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