Cuando a
finales del XIX López Silva y Fernández Shaw escribieron “La
Revoltosa”, con el maestro Chapí, el
fútbol no existía, pero de alguna manera anticiparon en su patio madrileño el
ambiente que hoy se respira en el Madrid futbolero. Zidane y Simeone, cuan Felipe y Mari Pepa, se aman en
silencio y desean sus contrapuestas virtudes futbolísticas.
El francés
hizo salir al Bernabéu a sus jugadores con el objetivo prioritario de no
encajar goles, que era el fútbol del libreto particular del argentino, y este
inculcó a los suyos la prioridad de hacerlos. El mundo al revés. Por eso, los
atléticos siguieron fieles al sensible cambio dibujado por Simeone esta
temporada y dejaron solo a Gabi con
la escoba del medio centro. Esto ha supuesto perder su antigua seña de
identidad y encaramarse al loable carrusel del juego lucido, como vitola
necesaria para dar un salto de calidad a los colchoneros, una vez demostrada su
capacidad de permanecer entre los mejores de Europa.
Zidane, que
ha tenido el acierto y la valentía de consolidar al joven Casemiro en el centro equilibrante de su juego, cuenta con el mejor
goleador del mundo y seguramente de la historia. Hace meses, cuando incluso le pitaban en el Bernabéu, comentaba
con mis cartageneros de los miércoles, Pepe
Cano, Ángel García —que
colecciona experiencias relevantes —,
Julio Mínguez y Pedro Conesa
entre otros, y señalaba aquí, que Cristiano
Ronaldo seguirá marcando goles juegue dónde y como juegue, aun con menos
velocidad, y que si continúa los años que le quedan de fútbol encabezará a los
goleadores históricos. El tiempo, juez incuestionable de todo lo mundano, dará
o quitará razones, pero de momento apunta a eso.
Don Zinedine
aprende partido a partido y demuestra que la exitosa flor que le atribuyen es
un jardín de aciertos, aunque le salga alguna rosa negra. Ha tenido que
lesionarse Bale, el segundo ojito
derecho de Pérez —el primero fue Benzema—, para acertar con la tecla que
tan certeramente le señaló Kroos:
jugar con cuatro mediocampistas, aunque en realidad uno, Isco o el de turno, sea un media punta y otros dos interiores muy ofensivos. No puede ser de otra
manera en el Madrid, donde jugar para atrás no ha sido nunca reconocible ni
está bien visto.
Respecto al
malagueño, he comentado con otros amigos dos convicciones. A Faustino Cano, compañero de aventuras
en el Real Murcia que lamentaba con razón que a veces
Zidane no pone a quien lo merece, por
la suplencia inicial de Nacho; le
apunté que el virtuoso Isco debería jugar con menos toques, mostrándose
continuamente para agilizar el juego blanco, tipo Xavi, en lugar de querer
protagonizar jugadas de Guinness.
Su calidad lo permite y el físico se lo agradecería. A mis entrañables Paco Vera, Ildefonso Morcillo, Carlos Ovejero y Oscar, colegas
semanales de frontenis, les he confiado que así jugará poco en el Madrid. Y les
recuerdo que Guti atesoraba más
calidad y condiciones físicas que él y nunca fue titular indiscutible. Hace
poco nos decía a un grupo de futboleros el legendario Asensi, que el Flaco —por Cruyff—
les dijo nada más llegar al Barça en 1973 que la que debería correr era la
pelota, y añadió con sorna que Charly —por Rexach—
decía que correr era de cobardes. Resumía, con el ejemplo de Busquets, que siendo la velocidad
imprescindible la mental es la más determinante.
Zidane lo
sabe y por eso anda haciendo probaturas con el cuarto medio en cuestión: Isco, James y Kovasic, con condiciones diferentes, se rifarán el puesto hasta que
alguno lo entienda también, porque Lucas
y Asensio son extremos más que
volantes en su polivalencia, o hasta que venga alguien aprendido, que vendrá. Mientras,
aprovecha a todos con notable fortuna.
Igual que
Simeone sabe que debe salir del Atlético para crecer. En España y Madrid está condenado
a ser un segundón, reñido con su carácter, porque lo han encasillado en el
fútbol aguerrido, y el vistoso, de momento, no le sonríe con los atléticos.
Quizás su valiente apuesta de este año sea querer demostrar lo que le niegan:
que puede ser técnico para equipos como Real o Barça. Italia y Francia lo
esperan.
Así, los
protagonistas de esta Revoltosa futbolera separarán sus destinos. Zidane
continuará cultivando flores triunfales, y que dure, y Simeone cardará otros
hilos para hacerse el traje florido que anhela. Ojalá inaugurara el nuevo
estadio porque el drama colchonero sería encontrarle sustituto.
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