Los equipos
grandes, el Real Madrid sobre todo, mantienen sus esencias en el ánimo de
propios y extraños con un gran trofeo cada año. Y cuando no cae esa breva hay
que cebar la bomba, en palabras del presidente Pérez, con fichajes de relumbrón. Otros, como el Barcelona, tienen
alguna baza más para caldear su
ambiente; la política, por ejemplo. El problema es que el España nos roba, también en lo deportivo, no
tiene un pase más allá del Ebro o de los Pirineos, y en caso de anemia deportiva
solo algún árbitro puede ser la percha de sus fracasos.
Pero hay
otros símbolos de catorce puntas que también son el objeto del deseo de sus
mandatarios ocasionales; en el caso del Madrid, don Florentino es el paradigma.
Nunca en ningún momento de su historia, ni siquiera cuando Bernabéu, hubo un personaje de su calibre en busca de piezas de
museo. Esa práctica era más bien una costumbre ancestral en el viejo Barcelona,
que buscaba así colgar de sus paredes lo que no conseguía para sus vitrinas.
Afortunadamente,
el dinero no es garantía de títulos en el fútbol, aunque acompañe
poderosamente. De ser así, el Barça hubiese barrido en el siglo XX y el Madrid
desde que Pérez accediera a la presidencia blanca en el 2000; la historia
demuestra lo contrario. El circo, las pasarelas y los trofeos colgados de la
pared son una cosa, y los terrenos de juego, el fútbol y sus vitrinas son otra
muy distinta; ahí radica su grandeza.
También el
mismo poder es muy diferente en el fenómeno futbolero. Hemos reiterado que en
el Barça reside en el césped: Messi;
en el Atlético en el banquillo: Simeone;
y en el Madrid en el palco: Pérez. Y cuando se perpetúan aparecen sus ultras,
que como se dice en la religión cristiana católica son más papistas que el propio
Papa.
Así, ahora
andan algunos preparando antorchas para quemar a Zidane en le pira del supuesto fracaso madridista. Y lo hacen
enarbolando la bandera florentinista de que el omnímodo presidente blanco no
soporta una temporada en blanco sin colgar en su retablo particular la cabeza
de turno. Particularmente no creo que sea el caso. Quienes siguen esta columna
saben y me han comentado a veces mi actitud crítica con don Florentino, aunque
sea por la demostrada trayectoria de su gestión deportiva, que contiene con los
números en la mano más sombras que luces; pero también saben que nunca he
regateado elogios a su brillantez e inteligencia. Es un hombre que más allá de
la formación académica ha ido aprendiendo de la vida; creo que a estas alturas es
más importante su bachiller callejero que su ingeniería de caminos.
Dimitió en
el 2006 reconociendo que había maleducado a las figuras de catorce puntas que
fue acumulando desaforadamente, con el error gravísimo añadido de finiquitar a Del Bosque, que aún tuvo tiempo después
de ser campeón de Europa y del mundo con España. Por eso intuyo que esta vez no
cometerá el mismo error con Zidane. Quien puede ser “su Guardiola”, a poco que le dé tiempo, sobreviviría al desastre de no
ganar nada este año, que no creo, y podrá planificar la próxima temporada aprendiendo también de los errores de la
presente. Y ha tenido tres muy gordos: quedarse con un solo medio centro, Casemiro; apostar por la continuidad de
Coentrao, sin cubrir las espaldas de
Marcelo; y a día de hoy todavía
sigue con su empeño de hacer balón de oro, siguiendo las ilusiones de su
presidente, a un futbolista como Bale
con físico de cristal.
Gran gestor
de egos y de recursos; la prueba más evidente es mantener a todos sus
profesionales súper motivados, tanto los de catorce como los de menos puntas;
sabrá elegir también sin duda su próxima plantilla. La que debe consolidar su
todavía cortísimo reinado. Y presumo, además, que será muy joven, por aquello
de hacer historia de la buena. Al francés le une un bachiller callejero
parecido con su presidente; seguramente la vida le habrá enseñado más que el
propio fútbol. Se le nota, sobremanera, en la sencillez que vende, que es la
divisa de los verdaderamente importantes.
Esta vez, el
más grande de los catorce puntas blancos seguirá al timón porque la quinceava
es la que une su destino al del baranda superior. Es el limpiador que puede
blanquear para los restos los baldones de don Florentino. Hay Zidane para rato;
y Pérez.
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