DE CASEMIRO
Y DE PENALTY
Antiguamente
se moría en la huerta de cinco causas diferentes: de repente, de trastorno, de
dolor miserere o de paparajote, cuando no te apagabas como una velica; ahora,
ventajas de la globalidad, solo de dos: de que fumaba o de ¡qué raro! Y al
Atlético de Madrid se le han juntado dos plagas para morir con crueldad en
Milán: Casemiro, y dos penaltis, al
margen de su mala suerte habitual. Y lo más preocupante es que sus sufridos
aficionados piensan que son portadores de la enfermedad del pupas: mala suerte
congénita, como apuntó mi primo José María; mientras que Pepe Cuenca acertó la
necesidad de cambiar a Benzema y nuestro ilustre y baloncestista Gras, con
quienes vi el partido, se asombraba de
la rapidez con que jugaban ambos equipos dentro de su intensidad.
Lo de
padecer a Casemiro es algo que engrandece a Zidane. Desde hace dos años venimos reiterando que el Madrid jugaba
sin medio centro porque Kroos, buen
jugador, no ejerce de tal. Y por
fin, tras el amago infructuoso de Benítez
de apostar por el brasileño, don Zinedine ha impuesto su prestigio para hacerle
titular indiscutible. ¿Dónde se meterán ahora quienes lo ninguneaban con
descaro: Maldini, Robinson y su monaguillo narrador del
Plus, entre otros? El resultado ha sido
la undécima Copa de Europa y el nacimiento de una estrella. Si sigue apostando
por él y sin ser un dechado de virtudes, que adquirirá con continuidad, Casemiro será el medio centro del Madrid y de la selección brasileña, ¡ahí es
nada!, por muchos fichajes que hagan los blancos para reforzar esa estratégica
posición. El cuasi canterano merengue –vino jovencísimo para el Castilla desde
el Santos, donde había sido ya internacional- dio un recital en la ajustadísima
final: anticipación, visión de juego, pierna fuerte, cabeza, colocación y hasta
llegada; suyo fue el primer casi gol madridista a los pocos minutos de juego y
se atrevió a tirar a puerta desde lejos, amén de llevar siempre peligro en las
jugadas a balón parado. El joven brasileño se ha convertido en el seguro del
Real Madrid. Y enfrente tuvo en Gabi
otro jugadorazo, que llevó en volandas el juego rojiblanco, por el que no parecen
pasar los años. Su enésima demostración de gran nivel, al que bien haría Del
Bosque en seleccionar; lleva cuatro años siendo el referente del fenómeno
atlético con Simeone.
El penalti
fallado por Griezmann, así como el
malogrado por Juanfran, se sumarán a
los recuerdos luctuosos de los atléticos, junto al gol que se tragó desde
lejísimos Reina en la final del 74
frente al Bayern y el que le marcó Ramos
en Lisboa a pocos segundos de poder levantar su primera Copa de Europa. El central madridista, por
cierto, protagonizó también la tercera pata de la mala suerte congénita del
Atlético el sábado. Su gol fue un fuera de juego que se tragaron los excelentes
árbitros ingleses, pero el sevillano hizo otro extraordinario partido en Milán.
Junto al nobel Casemiro, se echó en su veterana espalda al equipo cuando peor
lo pasó, en un verdadero ejercicio de líder sobre el terreno de juego. Destacar
también la sorprendente facilidad de los
jugadores de ambos equipos para marcar sus penaltis en la fatídica tanda
decisiva tras la prórroga, y la curiosa intranscendencia de los excelentes
porteros, Navas y Oblak, que no vieron ni uno; solo el costarricense adivinó
por dónde iba el que estrelló en el palo Juanfran, antiguo extremo que el
eficientísimo Simeone ha reconvertido en lateral internacional, igual que ha
recuperado dos veces a Filipe Luis y
ha hecho figura a Saúl; los tres,
por cierto, canteranos madridistas.
Los llamados
a ser estrellas del partido, Ronaldo,
Bale, Griezmann y Torres, pasaron también con poca
gloria. Si acaso los primeros veinte minutos del galés y los ratos en que el
francés bajaba al medio campo para poder tocar algún balón. A Cristiano, sin
embargo, le cupo la gloria de marcar el penalti decisivo y poner rúbrica a una
extraordinaria temporada que le llevará, salvo sorpresas en la Eurocopa, a
ganar el inminente balón de oro del año 2016.
Zidane se ha
ganado a pulso su continuidad, afortunadamente para el Madrid, y disipa de
momento las maniobras presidenciales que ya tejían la trama de un posible
sustituto.
Y Simeone,
triste y sincero, deshoja una inesperada margarita para seguir o marcharse. Una
lástima porque, junto al justo campeón, en la intensa noche primaveral lombarda
brilló un injusto perdedor.