Su verdad se
sintoniza con el pensamiento único. No hay más frecuencias en el dial de sus
razonamientos. Direcciones únicas en sus ideologías y partido único,
naturalmente, para materializarlas en cualquier sociedad. No caben
idiosincrasias, culturas, matices, costumbres ni diferencias humanas. Ni son
aceptables voluntades ajenas. Y la única libertad que aceptan es la derivada de
aceptar plenamente sus postulados extremos. Conmigo o contra mí, no caben ni
siquiera neutralidades; todo es beligerancia.
Sí, o sí a cuanto crean, digan o exijan. A la democracia libre ni se le
espera.
Encabezo la
columna con el actor madrileño, el partido vasco y el islamismo radical por
resumir, porque cabrían otros muchos ejemplos. Pero ellos son ahora
desgraciadamente protagonistas directos e indirectos de la actualidad.
El pensamiento único y su partido
Willy Toledo se ha reafirmado en su idea de
culpar a lo que él denomina Occidente, como conglomerado internacional enemigo
de sus postulados políticos, de todos los males del mundo. Incluso de que
cuatro desalmados asesinen en la capital francesa a sangre fría a personas
desarmadas, señaladas o no por algo relativo a su profesión y a su libertad
individual desde instancias religioso-políticas islámicas radicales. Unos
crímenes abyectos ante los que no caben más consideraciones que la condena
total sin paliativos.
El actor llora por su herida, naturalmente.
Con Occidente se refiere en realidad a los países liderados por EEUU, que han
cometido el crimen de no dejar crecer el comunismo soviético en Europa, o
similares en América y en Asia - la ideología del bien universal que defiende
el sudodicho-, porque de no desarrollarse ya se ocupan bien sus dirigentes ante
el oprobio de su pueblo, cuya mayoría detesta el partido único, la ausencia de futuro
y la falta de libertades. La historia reciente lo ha demostrado y lo sigue
demostrando hasta el hastío.
El Berlín
oriental hasta los noventa era un paradigma de los logros del llamado
socialismo real, comparado con el mundo libre; pobreza grisácea y miedo frente
a boyantía y libertad. Esa capital dividida tras el intento nazi de dominar
Europa y el mundo, de quien también nos salvó con su dinero y su sangre ese Occidente
al que tanto odia el comediante citado. Pero en todos esos casos ha ocurrido lo
mismo. Y ocurrirán; lo próximo en Cuba.
Me gustaría que W. Toledo pusiera un
solo ejemplo en donde se haya implantado ese comunismo que hayan permitido el
libre tránsito de personas, la libertad de crear un partido político de raíces
diferentes o la expresión libre de pensamientos y opiniones sociales o
ideológicas, por no hablar de consentir críticas al sistema o a sus dirigentes. La plaza de Tiannamen en el Pekín
comunista, todavía entonces muy real, en el que los tanques aplastaron a cientos de
jóvenes chinos que protestaban, fue otro ejemplo para el mundo. Por no recordar
a la vieja Hungría y a tantos otros ejemplos históricos.
La libertad del tiro en la nuca
De Bildu
podríamos hablar largo y tendido, pero con decir que no han condenado nunca el
terrorismo ni los crímenes de ETA y que han equiparado, y siguen tratando de
hacerlo y lo ejercen, a víctimas con verdugos, es suficiente. También defienden
estos el llamado socialismo real. Es decir, el comunismo excluyente. Y claro,
han impedido que las instituciones vascas condenen los crímenes en nombre del
Islam en Francia porque de alguna manera entienden al terrorismo como lucha
legítima para alcanzar objetivos políticos. Muy lógico dentro de sus postulados
ideológicos y de sus planteamientos políticos, tan inquietantes como
condescendientes con la bomba y el tiro en la nuca, por legítima que sea
cualquier opción política que se base, claro, en el respeto a las creencias
contrarias y a la libertad de las personas; si es que la suya lo fuera de
verdad.
Muerte al infiel
Del islamismo radical, como los
abanderados por el llamado Estado Islámico y Al Qaeda, poco hay que señalar que
no evidencien las imágenes de los disparatados crímenes que cometen. Y con sus llamamientos a la guerra
total contra quienes no abracen sus discutibles creencias musulmanas, según
aseguran otros musulmanes que proclaman que el Islam es una religión de paz,
amor y concordia. Francamente no lo parece en su generalidad, si nos atenemos a
las proclamas extremistas de muchos de sus
dirigentes animando a millones de musulmanes al crimen, quienes nítida y tristemente
no se rebelan contra ellos cuando les escuchan, acallando de paso las tímidas
voces de sus hermanos moderados en la fe.
Solo se entiende su globalidad criminal
pensando en que aún se hallan en la Edad Media de nuestra era; aquella en que otras religiones
quemaban a herejes en las plazas públicas después de atormentarles. Siglos de
los que no debe sentirse especialmente orgullosa la propia Iglesia de Roma, ni
otras primas hermanas suyas, sino todo lo contrario.
Y,
desgraciadamente, tendrán que pasar muchas generaciones de musulmanes para que
lleguen a la otra orilla. A la ribera de la libertad individual del hombre para
vivir su vida como mejor tenga por conveniente en sociedad. Mientras, tendremos
que estar muy vigilantes sus infieles.
O espabilamos o nos limpian
En resumen,
entendiendo la libertad como uno de los bienes más preciados que puede tener el
hombre – para muchos el esencial- , solo
se entiende el futuro de la sociedad que libremente nos hemos dado en lo que
algunos llaman Occidente, formando didácticamente en ello a las nuevas
generaciones, y a las ya ejercientes para que no lo olviden y, en todo caso y
siempre, defendiendo nuestras comunidades con uñas y dientes, y si es preciso
con acero y fuego de Ley – de legislación con mayúsculas y sin medias tintas timoratas por aquello de la
democracia blandengue por acomplejada -, de quienes traten de hurtárnosla
blandiendo sus creencias con fusiles, bombas, pistolas o cuchillos.
Todo lo demás es ceguera política, cobardía suicida,
o, sencillamente, hipocresía social, porque para nuestros adentros lo pensamos así
la inmensa mayoría.
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