Los últimos partidos de los
tres grandes han dejado detalles relevantes que ponen el contrapunto a lo que
no es más que un juego, evidenciando dentro del campo ciertas constantes de
siempre, y fuera de la hierba demasiadas bobadas.
Desde que jugábamos al
fútbol de críos había tres posiciones básicas. Cuando elegíamos a quienes
queríamos que jugaran con nosotros en aquellas elecciones por medidas de pies,
solíamos señalar primero a quien mejor jugaba en todo el campo. Eran esos
jugadores capaces de llevar la pelota desde una portería a la otra con
seguridad, y que solían situarse en el centro en los saques de ambos porteros
para hacerse con ella enseguida y organizar el juego. Formaban ellos solos la
columna vertebral de su equipo. A continuación se tenía preferencia por el que
hacía goles con mayor facilidad por chutar más fuerte que los demás o ser más
rápido. Y, cerraba la base del equipo quien mejor lo hacía de portero.
Desde ese punto de vista tan
ancestral se ha avanzado bien poco. El medio centro, el organizador y el
portero, añadiéndole ahora un buen defensa central y un media punta, o enlace,
que desequilibre las líneas defensivas del contrario; son lo que Luis Aragonés llamaba los pasillos de
seguridad de un equipo.
Con este recuerdo de viejo
aficionado quiero entroncar con lo anterior. El Barcelona le ganó al Atlético
en el Nou Camp con cierta facilidad por tres detalles. Primero le superó sin
ninguna discusión en el círculo del centro del campo. Busquets, que solo a ratos recuerda su mejor versión de hace años, se hizo el amo tanto recuperando balones como
saliendo jugando los suyos con suficiencia, bien apoyado por los centrales y
sus volantes. Los colchoneros empezaron a perder ahí el partido, aparte del
acierto de los goleadores culés, con el Suárez
más rutilante desde que viste de azulgrana. Pero hubo un detalle adicional que
ha pasado desapercibido para la crítica, y fue la errónea decisión de Simeone al colocar a Gámez, un diestro, para cubrir a Messi en la banda derecha barcelonista.
Seguramente temía las diagonales del argentino desde la banda hacia la frontal
del área, desde donde ha hecho muchos goles, pero el de los cuatro balones de
oro superó tal circunstancia haciendo de extremo puro y driblando hacia fuera
al ex malaguista, sobre la pierna mala de ambos, para servir varios balones de
gol a Neymar y Suárez. Ahí demostró su gran categoría futbolística y una
inteligencia de juego admirable.
Sin embargo, en el partido
de vuelta de Copa contra el Real Madrid en el Bernabéu, Simeone se dejó de
inventos y volvió a colocar a un zurdo, Siqueira,
para marcar a Bale, que también
suele hacer diagonales como las de Messi. Y esa banda quedó bien cubierta
también cuando en la segunda parte fue Cristiano
quien la ocupó durante mucho tiempo.
Pero volviendo a lo del
medio centro, el rojiblanco Mario Suárez hizo uno de los partidos de su
vida y se hizo el dueño y señor de su zona por delante de sus centrales. Aparte
de ello, el niño pródigo Torres hizo
bueno lo del goleador que decíamos de cuando críos y la enchufó dos veces en
momentos clave. Y ahí se acabó la historia.
Hemos señalado alguna vez
que el Madrid tiene un problema en su medio campo desde la salida de Alonso. La
última en la elogiosa columna que le dedicamos a Ancelotti. Kros es un
jugador enorme y su calidad le da para jugar en cualquier sitio de la media,
pero en cuanto tiene que apretar como medio centro puro contra equipos rocosos
en esa zona, tal que el Atlético, sufre y con él su equipo porque entonces sus
centrales, sobre todo Ramos, tienen
que suplir sus carencias en ese puesto, flojeando así atrás. ¡Ay, Modric!
Finalmente, es penoso observar
ciertos programas de televisión, chiringuito se llama alguno, en el que
supuestos periodistas acuden hasta con camisetas de los equipos de su devoción.
El tal Roncero es uno de ellos,
ejemplo, además, de las bobadas más supinas que se pueden decir hablando de
fútbol. Pero, en fin, son reflejo de los especímenes que han acudido como
moscas a vivir del fútbol, echando
carnaza a quienes se escandalizan porque a Isco
– excelentísimo futbolista, y cómo nos alegramos - le llamen niñato por su
entrada contra natura a Gabi. Que, aunque entiende desde la impotencia, no deja de ser otra bobada.
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