Es un profesional tranquilo
que equilibra la experiencia con sus ansias de futuro. Seguramente será igual
en lo personal. Un hombre de su tiempo, fiel al rol que desempeña y aclimatado
a la exigencia que cabe exigirle de largo en el banquillo, como antes de corto
sobre el césped, atesora una larga trayectoria exitosa sin que le recuerden
malos rollos en los momentos oscuros, que los ha tenido y son los menos, ni
grandes exaltaciones en los triunfos, que son grandes y los más. Una perfecta
imagen para el club que representa en esta etapa de su vida.
Hoy, cuando ha perdido en
Valencia la difícilmente mejorable racha que llevaba de veintidós partidos sin
que nadie le mojara la oreja, es el momento idóneo de resaltar su mejor
personalidad porque será cuando reciba alguna crítica en varios meses. Y
también de señalar ciertas debilidades manifiestas, porque como humano las
tiene.
En la temporada y media que
lleva en el Madrid le ha devuelto el aura de equipo glorioso y educado, tras la
nefasta herencia recibida del impresentable – en ese sentido- Mourinho,
y ha conseguido ahormar dos equipos triunfadores con mimbres diferentes en
algunos puestos esenciales. Y ese tránsito de imagen merece todos los elogios
porque la elegancia en todo momento es propio de un señor en un equipo señorial.
Y parecidos elogios merece la efectividad de su trabajo, porque no es lo mismo
un equipo con Alonso en el medio
centro, arropado por otro gladiador como Khedira
o un correcaminos como Modric, por
ejemplo, que hacerlo con un estilista como Kros
con dos artistas a su lado, tal que Isco
y James. Y eso sin contar con el
importante cambio afrontado en la portería; ya veremos de todos modos cuando
lleguen los equipos difíciles este año, como ayer mismo demostró el Valencia
adueñándose del medio campo. Más atrás, Diego
López era y es un excelente portero con unas características bien distintas
del fenómeno Casillas, de quien no
abundaremos ahora en sus grandes virtudes ni en sus carencias. Como antes,
veremos qué ocurre cuando lleguemos al último cuarto de la temporada. El
ejercicio pasado le acompañó la suerte en su elección final del portero de la
selección, con la aparición lisboeta del actual santo madridista, el sevillano
todoterreno Ramos, por rocoso
defensa y goleador milagroso.
Pero el buen carácter
personal y profesional que transmite también encierra sus cantos a la luna, que
no todo es en él trabajo callado y efectivo, cuan hormiga laboriosa en pos de
la utilidad a la institución de la que cobra. Y entre sus pesares íntimos
sentirá lo más probable la sutil obediencia que transmite
hacia el mando. Don Florentino estará doblemente contento
con él: por buen técnico y por bien ‘mandao’. A nadie se le escapa que el
verdadero director técnico del Real Madrid es su presidente. Por eso se fue Valdano, sobre todo. Y que la dirección
estratégica de la política de fichajes del club blanco reside en la dirección
estratégica y de márketing del conglomerado de empresas del señor Pérez, como
llevamos años denunciándolo y ahora lo señalan también importantes medios
nacionales. Desde ese punto de vista, Ancelotti
le asegura a su presidente dos cosas importantes: la lealtad y el esfuerzo por
rentabilizar sus decisiones, al margen de que crea acertados o no los fichajes
y descartes que la superioridad decide.
Sea como fuere, descubrir lo
que menos gusta no debe estar reñido con reconocer los méritos; la realidad de
sus números es muy cabezona y no engaña. Sus registros son muy buenos, y en eso
hay que felicitar a quien decidió su incorporación al Madrid en unos momentos
complicados tras la marcha del ‘metededos’, sacando al tiempo la pata que había
metido con el bluf lusitano que trajo él también al Bernabéu. Así que
enhorabuena a los dos, a don Carlo y a don Floren, por devolver al Madrid al
lugar que nunca debió dejar: un equipo indiscutible e importante en todo; el
que más para millones de personas y para la mayoría de profesionales, clubes e
instituciones que pueblan y rigen el planeta fútbol.
Si asegura lo dicho sobre su
medio campo y la portería, 2015 será un año para la historia merengue. Porque
la eficacia arriba es segura con su mejor goleador histórico, Ronaldo, y el galgo galés, Bale.
Finalmente, otra alegría:
¡qué satisfacción ver a cuatro titulares de la selección vestidos de blanco! Olé,
don Carlo. ¿Lo hará también con Jesé?
Ojalá.
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