Sí,
así hemos vivido los últimos treinta años en España, con los paréntesis de
algunos visionarios que desde la política, las empresas, los sindicatos, la
llamada sociedad civil y el anonimato heroico han hecho posible la parte
aceptable de nuestra realidad actual. Una situación en el mundo homologable de
las sociedades avanzadas, a pesar de todos sus defectos.
Pedro Jotas
Pero
precisamente por poder hacerlo en eso que llamamos libertad, podemos darnos con
el canto de la normalidad occidental en los dientes. Llevan razón quienes
critican negando que vivamos en una democracia efectiva por aquello de que en
España lo de la separación de poderes es irreal. Y los que aducen que no hay
libertad plena en el cuarto poder: la prensa, por su dependencia económica de
quienes medran cerca del ejecutivo. Pero aquí también hemos tenido episodios
notables de críticas sin cuento a los poderosos. Y ya enlazo con el ejemplo de Pedro J. Ramírez y los que como él han
protagonizado periodismo de raza en
largas etapas.
Con
todos los defectos que sin duda tendrá el personaje, nadie puede dudar de que
le ha soltado estopa tanto a unos como a otros desde su nunca escondida
confesión liberal, vocación informativa mediante. La prueba más evidente es que
no es santo de la devoción de los socialistas ni tampoco de los populares,
pasando por cualquiera de las demás opciones políticas. Y en ello ha cimentado
su indudable éxito periodístico durante tantos años, siendo refugio muchas
veces de quienes nunca han sido complacientes con el poder establecido.
Notables y muñidores de mediocres
Salvando
los primeros tiempos de Suárez,
empeñado por muy diversos motivos en liderar nominalmente una transición
pacífica desde la dictadura a la democracia parlamentaria; los seis años
iniciales de González, metiendo a
España en la Europa y en el mundo moderno de las libertades; y los idénticos de
Aznar, consiguiendo un país próspero
desde la ruina que heredó; hemos navegado con mediocres al timón. Lo peor ha
sido su coincidencia en nuestro último decenio. Al exfalangista y franquista primero
le sobraron años y gestos y le faltó preparación; al segundo, también
exfalangista aunque sevillano, y socialista en la
clandestinidad – cuando era ‘Isidoro’- le sobraron sus últimos siete y
demasiados mangantes en su entorno; y al heredero tardío de Fraga, más le hubiese valido manejar
sus mayoría absoluta en el 2.000 con el talento y el talante de su minoría
mayoritaria parlamentaria del 96. Y, sobre todo, haber tenido más inteligencia
cuando el todavía no aclarado 11-M – demostrando tener “la cintura de una rueda
de tractor”, en afortunada frase del inolvidable Luis Aragonés refiriéndose al holandés Koeman en sus tiempos barcelonistas -, y habernos ahorrado la
herencia del ‘Tancredo’ Rajoy, de la
que él mismo se arrepiente cada día.
¡Vaya vista tuvo el tío!
Pero
sea como fuere, esos tres presidentes en sus mejores años, con el paso fugaz de
Calvo Sotelo; fueron lo mejor de los
últimos casi cuarenta años en España. De los siguientes ya está casi todo dicho
y no es cuestión de cansar, que ya tenemos bastante.
Mediocres
Y
llegamos a los que se han aprovechado en exceso de ‘sus excelentísimas mediocridades’
– Zapatero y el gallego - y de los
irresponsables años sabáticos de los anteriores: todos los ‘florentinos’ que en
España son, atentos siempre a manejar las debilidades políticas para campar a
sus anchas por los palcos, despachos, ministerios, ayuntamientos, consejerías,
palacios y demás jaleas reales de cualquier Estado débil. Sólo hay que echar un
vistazo a las fortunas que, a pesar de todo lo llovido, han florecido y siguen
haciéndolo en los últimos quince años. No más de una docena de aviesos
olfateadores de las debilidades ajenas; básicamente de quienes manejan los boletines
oficiales.
Florentinos
Entre
ellos, además del inefable Pérez –
el peor presidente del Madrid en su historia deportiva, sin contar sus gastos
corrientes, que ya sería una comparación escandalosa; aunque habría que salvar,
sin embargo, el lustre social e institucional y la normalidad económica que le
ha dado al club – tendríamos a notables contratistas de obra pública, algunos
de ellos metidos de lleno en la corrupción política; a los grandes banqueros
que quedan, tras el latrocinio cometido y permitido en las Cajas de Ahorro,
propiciando un ‘magamonopolio’ en manos de media docena escasa con los
escrúpulos justos para perdición de sus clientes; y a una variopinta especie de
conseguidores de todo pelaje, en el que cabrían desde ex políticos y gabinetes
jurídicos y económicos siempre bien relacionados con el poder, hasta algunos
pseudo periodistas o comunicadores perseverantes en el tajo de las fontanerías
partidistas e institucionales, con su consiguiente tráfico de influencias, hagiografías,
informaciones privilegiadas y similares; hasta empresarios o sindicalistas más
nominales que otra cosa, descuideros de cargos de representación para medrar en
sus bolsillos. Todos ellos sin olvidar a los habituales de las nomenclaturas de
los partidos que han tocado poder; llenando sus carteras al pairo de la enorme
economía sumergida vergonzante de los mismos.
Nosotros, el pueblo
Como
resultado de todo ello, nos encontramos ahora con una ciudadanía deseosa de
romper con todo lo anterior, y con todas las razones del mundo, sobre todo
entre los más jóvenes; y con una sociedad en general defraudada con lo que le
han ofrecido a cambio de demasiadas ilusiones democráticas marchitas, aparte de
su generosidad fiscal sin límites; no gozando tampoco de aprecio el poder
judicial, sino todo lo contrario, por
aquello de su politización – salvo notabilísimas excepciones –; y la cumbre del
sistema: la monarquía parlamentaria, por demasiadas cosas también ya muy
sabidas.
En
resumen, un pueblo desencantado con sus instituciones representativas, y que sólo puede anhelar a salir adelante con
su propio esfuerzo, como siempre ha hecho, sin esperar que nadie le ayude.
Entre
los anteriores hemos vivido, y vivimos, y así nos va. De todos modos, si hemos
salido de peores, saldremos de ésta sin ninguna duda. ¡Seguro!
Muy deacuerdo con todo lo expuesto, creo que en pocas líneas plasma una representación muy realista de la España en la que vivimos.
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