Cristiano Ronaldo es un futbolista excepcional y uno de los mejores
goleadores que ha dado el fútbol mundial. En el Real Madrid no recuerdo a nadie
como él desde Puskas, y éste era
mayor y cojo; sólo tenía la pierna izquierda y vino ya con 30 años. Pero, sin
embargo, a sus excepcionales dotes futbolísticas y profesionales – es muy
difícil mantener su nivel durante los años que él lleva destacando- no se unen
las de la listeza. Éstas se adquieren normalmente en los años infantiles y
juveniles cursando el bachiller callejero, o, lo que es lo mismo, luchando
entre iguales y superiores para sobrevivir con éxito, salvo que el de arriba te
premie con esos notabilísimos dones de nacimiento; que también los hay.
Podríamos
decir que ‘por sus gestos los conoceréis’ remedando la clásica afirmación
cristiana referida a lo de ‘sus obras’, cuando nos referimos a los listos de
verdad. Es una pena que a un personaje como el denominado CR7 no lo haya
llamado Dios por esos caminos.
Cristiano
ha tenido gestos y declaraciones que delatan las debilidades de su personalidad
cuando públicamente ha hecho el tonto de manera manifiesta. Lo de señalarse el
muslo cuando ha hecho algún gol aprovechando su gran potencia, o declarar que
le tienen envidia porque es guapo, rico y famoso, ponen de manifiesto lo
anterior. Y hace unos días abundó en su estulta niñería declarándose en estado
de postración por tristeza no aclarada desde el envidiable estrado de la zona
mixta del Bernabéu; lugar sólo para privilegiados ante los medios de
comunicación, y agraciados de la vida desde su condición de máximas figuras
futbolísticas como estrellas del mejor club del mundo en la centenaria historia
de este deporte.
Se
han dado numerosas versiones sobre las causas de su íntimo desánimo, porque él
no ha aclarado, pero ninguna por sí sola ni en conjunto justifican su
inapetencia vital en el equipo merengue. El
éxito y los títulos le sonríen, es de los que más ganan y el equipo
juega mayoritariamente para él. Otra cosa es la envidia pueril a otros compañeros y rivales, si no fuera
exclusivamente un asunto pecuniario, que ya dijimos que ‘las perras’ son la
perdición de las personas.
Yo
me inclino por creerle cuando declara que no es una cuestión de dinero, pero en
ese despeje aparentemente desinteresado están la debilidad de carácter
señalada, como pecado, y su correspondiente penitencia. Será muy difícil que no
le llamen de todo menos guapo en cuantos campos rivales visite, aparte de
pitarle cuasi unánimemente, como ya lo vienen haciendo. Lo peor es que con él
arrastra a su equipo, y eso la mayoría de sus compañeros no se lo merecen;
mucho menos el laureado Real Madrid, aunque últimamente sus dirigentes han
hecho bastantes desméritos para ello. El problema, en este aspecto, no es
solamente Cristiano.
El
asunto de la pérdida de simpatía por soberbia empezó con ‘los galácticos de D. Florentino, aunque la denominación
no sea patente suya; incluso antes, con el ‘clausulazo’ de Sanz al Valencia por Mitjatovic.
Otros equipos como el Barsa también lo hicieron y la cosa no ha llegado a
tanto. ¿Por qué será?
Volviendo
al asunto de Cristiano y el bachiller callejero, cuando se cursa éste con nota
se va por la vida distinguiendo entre los que van contigo y los que no, y entre
lo que te beneficia y perjudica a la larga.
Cualquier disputa por celos que el portugués mantenga con algunos de sus
propios compañeros – con Casillas, Ramos
o Alonso, por ejemplo- es tan malo
para él como para el club, y si es con jugadores de otros equipos como Iniesta, Xavi, o Messi, es infructuosa.
Si el argentino y el manchego le han ganado el pulso en las últimas
distinciones individuales internacionales es algo que tiene que dilucidar
jugando mejor. Lo que no tiene remedio es su imposibilidad de competir nunca con los
españoles citados en cuanto a campeonatos internacionales. Y sies un llanto por
falta de mimos y pleitesía en el Madrid,
baberos, pañales y laureles fuera. Los hombres, como los árboles- que diría Alejandro Casona- mueren de pie.
Claro
que si mira la el ejemplo del ‘metededos’ Mourinho, – al que también le molesta
que los internacionales españoles sean amigos-, tal vez haya visto un camino;
gana tanto él individualmente en todo como imagen y señorío pierde el Madrid. Porque
lo mejor de las vitrinas blancas llegó antes del narcisista clan portugués.
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