Estimado
Pep:
Llevo
mucho tiempo valorando positivamente su trayectoria y su realidad como
deportista y profesional del fútbol. También he valorado para bien el
equilibrio, la prudencia y la sencillez de sus múltiples declaraciones respecto
a las vicisitudes vividas y sentidas por todos los aficionados en la excitante
rivalidad de los últimos años con el Real Madrid; sobre todo. Usted ha
representado un oasis humano e intelectual en medio de la mediocridad rampante
que demasiadas veces asola nuestro fútbol. Y lo ha hecho con sensatez,
elegancia, educación y un profundísimo saber hacer y estaren la mayoría de las
ocasiones; con alguna disculpable excepción, claro.
Y
supo irse también con la coherencia personal por delante de que había acabado
un ciclo en el equipo de sus amores; circunstancia tan poco discutible por ser
suya, como lamentable para muchos.
Pep,
usted ha sido un valioso referente para millones de aficionados, y ha marcado
una época en la historia del futbol mundial; en la escalera de nuestro deporte
siempre habrá unos escalones blaugranas recordando que durante cuatro años
nadie hizo mejor fútbol que el del Barsa. Supo, pues, hacer un equipo de
leyenda, con el añadido de contar entre sus titulares indiscutibles no menos de
siete u ocho canteranos. Unos que subió o trajo usted al equipo y otros a
quienes dio los galones que antes llevaban diversos figurones foráneos. Todo
ello refrendado por conquistar en cuatro años el noventa por ciento de los
títulos que disputó. Nadie ha hecho eso en la historia y será muy difícil que
se repita.
Hasta
ahí todo bien, pero pasados unos meses usted ha olvidado algo esencial: que
pertenece a la categoría mitológica de nuestra sociedad. Y aquí no hay colores,
regiones, países, ni particularidades por muy reales y humanas que sean.
Usted
tiene perfecto derecho a sentirse catalán hasta la médula. Igual que yo me
siento murciano con la misma intensidad. Es más, puestos a ser reivindicativos
ante España desde una parte de la misma, le diría que desde esta tierra mía tan
achicharrada y seca como admirable, singular y variopinta, tendríamos
muchísimas más razones para salir a la calle y reivindicar todo tipo de
injusticias históricas, desprecios y agravios comparativos ante Madrid,que las de Cataluña; parte privilegiada
en todos los aspectos desde muy antiguo con respecto a la inmensa mayoría del
resto de regiones españolas. También es verdad que en esas múltiples ventajas
sempiternas con monarquías, república, dictadura, democracia, nacionalistas,
liberales, conservadores o socialistas, por decir algo; mucho han tenido que
ver los valores intrínsecos y genéricos del pueblo catalán. Pero siempre,
recuerde y repase amigo Pep, de la mano y
en el seno de eso que ustedes llaman España, personificándolo simplonamente en Madrid.
España, admirado Guardiola, es mucho
más que la capital del Reino, y los demás españoles, murcianos incluidos,
multiplicamos por cuatro a todos los catalanes y madrileños juntos.
Como
mito futbolístico y referente social debería saber la responsabilidad que
tiene. En España se ha generado demasiada violencia históricamente por cosas
como las que usted ha apoyado con tanta frivolidad como ignorancia. Y esas
aventuras, que han aprovechado los malnacidos de siempre para tornarlas en
desventuras ajenas en su propio provecho, a costa de la ruina y la sangre de
tantísimos inocentes, no las debe apoyar un tío de cuarenta años, rico, famoso,
culto, admirado por millones de no catalanes y que ha defendido con gallardía y
honor los colores de todos en la selección española. Tiene perfecto derecho a
sentir lo que quiera, tanto como obligación moral de guardar la privacidad de
sus anhelos políticos cuando rompen
éstos con quienes le han otorgado, a favor o en contra, gran parte de lo que
es; esa misma privacidad que usted reclama para su vida personal. Salvo que, en
su derecho, pretenda vivir ahora de la política. Pero hágalo con la misma
honestidad y valentía como ha demostrado en el fútbol, no desde lejos como
echándole margaritas a los cerdos. A esos, con perdón, que hablan de independencia
cuando en realidad se refieren a cuartos; como siempre Y para ello echan por
delante a miles de ingenuos ‘pancarteros’ que son los que tontamente se
llevarían los palos ‘a por na’ si se pasara a mayores. En tal caso, usted será tan responsable como
los fariseos que tiran la piedra y esconden la mano.
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