Aunque estén
en plantilla, no todos sus futbolistas tienen categoría para estar en el Real
Madrid ni en el Barça, que siempre será la máxima. En el Atlético sí tienen un
nivel parejo y acorde con sus exigencias reales, ser el tercer grande, con una
estrella como Griezman que les
facilita mantener su tipo en el fútbol español y europeo. En parecida situación
está el Sevilla.
El Barça sin
Messi es mucho menos y el Madrid sin
un goleador consumado es demasiado previsible. Así, el Barça se torna asequible
para cualquier rival cualificado, aun poniendo en liza varios de los mejores
del mundo, y el Madrid pierde sus señas de identidad, salvo la raza, que a
ratos parece imprimirla su escudo. En los partidos de Copa en Sevilla y en Madrid,
los blaugranas fueron un equipo ramplón y los merengues necesitaron dominar a
mansalva para hacer cuatro goles al modesto Girona, dos de ellos del
incombustible Ramos, como le viene
sucediendo esta temporada. Esa orfandad de gol penaliza a los blancos y los
fichajes contra natura de los culés castran su producción futbolera. No
obstante, ver a Casemiro, Modric o Ramos resolver papeletas
goleadoras es menos sorprendente que soportar a trotones como Boateng, el chileno Vidal o Murillo enfundados con camisetas que antes llevaron Pujol, Xavi o Iniesta y aún portan
el mejor del mundo, Messi, Busquets y
Piqué; virtuosos del juego y del balón. Al cabo, unos son campeones de
Europa y del mundo y otros solo en sueños podían imaginar su canto del cisne
donde están; nunca fue el Barça un equipo para que medianías torcieran sus
últimas botas.
El
desconcierto del Madrid es consecuencia del aciago traspaso de Ronaldo, con dudosos sustitutivos porque
no tiene relevo natural, pero algunos fichajes de los sucesivos responsables
deportivos del Barça son inconcebibles y desafortunados por igual. Sin ser
exhaustivos, solo Démbelé, Arthur, Lenglet y en parte Umtiti,
responden a criterios homologables con la categoría blaugrana; por
ejemplarizar, los destellos de Coutinho
no justifican ser el fichaje más caro de su historia ni lo del turco Arda tuvo explicación. Y aquí hallamos
una paradoja que como tantas otras en este juego rubrica su característica
azarosa e impredecible: el Madrid carece
de cuerpo técnico desde que Florentino
Pérez decidió ser el máximo responsable deportivo y, por el contrario, en
el Barça, Beguiristain, Zubizarreta, Robert y ahora Abidal se
han responsabilizado de esa parcela en el último decenio. Y todos enjaretan
briosos corceles y petardean por el estilo. ¿Ustedes lo entienden? La explicación es que las
únicas certezas del fútbol son que el balón es redondo y su escasa ciencia, al
margen de la suerte, los discutidos árbitros o el polémico recién llegado VAR,
que sin ser infalible ni perfecto ayuda a una mayor equidad y limpieza en el
juego.
Decíamos que
Vinicius todavía es una ilusión,
pero hay que resaltar su geométrico progreso. Crece poderosamente partido a
partido y para la inmensa mayoría ya es titular indiscutible. Sin embargo, es
solo un espejismo en la mediocre delantera blanca. Recordemos lo ocurrido con Asensio o con el mismo Isco, teniendo el balear y el malagueño
bastante más bagaje que el brasileño. Hay quien incluso ya lo compara con Neymar, en un ejemplo de la
exacerbación transitoria que es consustancial al fútbol para lo bueno y para lo
malo. Cuando siga creciendo en sus desmarques, regales, buenos pases y marque quince o veinte
goles por temporada, podría estar a ese nivel o incluso superior, porque provoca
menos, trabaja más, es menos egoísta y parece más fuerte física y anímicamente.
Yo le veo más parecido por esas virtudes a Démbelé, a quien parece superar en
disciplina, pero no olvidemos que el francés está contrastado y el brasileño todavía es un juvenil con
aspiraciones.
Por otra
parte, a pesar de que Löw está en la
recámara de Pérez, Solari puede
sonar su flauta por aquello de estar en el lugar justo en el momento oportuno. Y
pudiera ser si el Real se reinventara de nuevo en Europa, llegando al menos a
semifinales dignamente, y ganara la Copa del Rey con Vinicius cuajado, Asensio
renacido y Llorente de alternativa
real a Casemiro, sin ningún goleador eficaz y logrando un sistema de juego
homologable a las exigencias del Bernabéu; muy difícil, siendo realistas. Ahora
está fuera para la siguiente temporada, pero en fútbol todo puede cambiar en
pocos meses; el último Madrid de Zidane
fue un ejemplo.