El partido
contra el Sevilla quitó el sabor amargo que rumiaba el Madrid. Y bastó que los futbolistas
jugaran con ganas y en su sitio, acelerando en la segunda parte el juego
cansino que arrastraban.
Sin embargo,
huérfanos de gol, no debería cegarle a los merengues el partido contra los de Machín, porque aparte de que los sevillistas hicieron una segunda
mitad mediocre, solo una genialidad de Casemiro
desatascó lo que iba para empate a cero. Y no deben hacerse demasiadas
ilusiones porque el otro de este enero también es el Madrid. Hacía tiempo que
no veía a los blancos jugar tan mal como ante la Real, el Betis —aunque ganara—
y el Leganés en Copa. Y, además, como un equipo pequeño dejándole la iniciativa
al contrario con cinco atrás. Ese Real es un equipo empequeñecido e
irreconocible que no aspira a nada y
tampoco labora futuro. Solari cogió
un solar y a veces lo empequeñece hasta hacerlo un patio. Poco más o menos el
de su baranda Pérez, que se
entretiene en él con su nueva estrategia deportiva. Solo le falta cubrir el
Bernabéu para que no se le llueva y ser bien recordado.
El
ilusionista Vinicius, como símbolo,
o Brahim, aún son futbolistas de
segunda comparados con Asensio. Los
delata la hora de definir. Sin embargo, sin restarle méritos al brasileño,
sobre todo el muy meritorio desparpajo en un equipo en crisis, destacan algunos
de sus lujos porque hace imaginar a los
aficionados un parque de atracciones mientras que algunos de sus compañeros
sugieren un par de horas en la oficina. Puede ser una estrella en cuanto
desperdicie menos balones fáciles y haga goles.
Para valorar
a los delanteros prometedores que ficha el Madrid basta relativizarlos con
jóvenes como Mbappé o Dembélé, que ya son campeones del mundo,
golean y juegan de tú a tú con colegas como Messi y Neymar. Esa
calidad y definición hay que pedir a quienes aspiren a vestir de blanco.
Por can
Barça, Valverde edifica su equipo
con paciencia y astucia para ir preparando las sucesiones importantes que se le
avecinan, tras sortear muy justito las pasadas. No obstante, Europa medirá su
futuro. Y a Simeone no le perdonarán que esta temporada tampoco gane nada. El
Atlético ha apostado demasiado y seguirá haciéndolo, con Morata por ejemplo, y Gil
Marín y sus socios pueden exigirle resultados a su otrora admirado Cholo;
ya veremos cómo acaba.
Volviendo al
Madrid, Florentino Pérez asegura a sus propios que si sabe de algo es de
fútbol. Y, además, del fútbol grande. Por eso presumía tiempo atrás de fichar a
los importantes y dejar lo demás a los técnicos. Y ahora, Pérez, virtuoso
converso por su soberbia tozudez, quiere llevarle la contraria al desorbitado
mercado que él ayudó a crear como nadie, probando sus conocimientos futboleros
con promesas para hacerlas figuras en el Real.
Todo lo contrario de lo que defendió cuando cedía a los jóvenes para que
crecieran. Si esos disparatados cambios de criterio se midieran en balance
sería aterrador. Como los carísimos errores que cometió con los galácticos tras
sus exitosos Figo, Zidane y Ronaldo Nazario. El Madrid funcionó bien en los últimos cinco años
gracias a la clase media: Ramos, Alonso, Modric, Casemiro, Varane,
Marcelo o Carvajal, cuya gestión la llevaron otros, y al ilustre Cristiano, a quien no quiso tampoco de
joven cuando pudo birlárselo al Manchester desde Lisboa.
Finalmente,
malmeten por la esquina informada del Bernabéu —yo no lo creo—, asegurando que
el propio Pérez susurra a su dócil Solari alineaciones y tácticas en noches de
insomnio compartidas telefónicamente. Guarde Dios a los merengues porque sus
éxitos iniciales fueron con su despreciado Del
Bosque y los últimos con su aborrecido Cristiano. Al míster Pérez le
faltarían hervores y al presidente Florentino le sobrarán pañuelos.
EL SOLAR
MURCIANO
Así dejaron
al Murcia los Gálvez, pero meses
después aún no les han exigido responsabilidades. Dicen que falta la
contabilidad para probarlo, pero solo se necesita saber los abonos vendidos y
demandar adónde fue el dinero. ¿Es que tampoco funcionó la administración
concursal?
Una pena por
sus esforzados gestores, que también asumen conscientemente el riesgo de dejar
otro patio en lo deportivo. Todavía
sueñan algunos por los últimos resultados, pero no reparan en el fútbol del
Murcia. Sin juego ni goles, solo queda la esperanza sabia del añorado doctor Ripoll: “si no nos marcan ningún gol,
normalmente debemos puntuar”. Es la
triste realidad, amigos.
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