Rompe
piernas y desánimos antes y después: escándalo, infortunios, nervios, méritos, emociones,
y también VAR, De Gea, Costa y Cristiano, además de un buen partido y resultado
de España contra Portugal, que es la campeona de Europa y no estuvo porque la
oscurecimos aunque cuente con el mejor goleador de la historia, que sí estuvo;
¡y de qué forma!
De Gea
deberá masticar la fortaleza anímica de sus compañeros para superar su fallo en
el segundo gol de Cristiano y segunda ventaja de los portugueses. Ahí estuvo el
mérito de los del animoso Hierro, y el suyo mismo, dando instrucciones
acertadas durante todo el encuentro a partir del ingenuo penalti de Nacho,
resarcido con un partido magnífico y un golazo. Unos méritos que, ahora sí, hacen
de España una firme candidata a su segundo Mundial. Pocas selecciones se
hubieran repuesto de tantas adversidades previas y durante el encuentro.
Nuestros futbolistas, además de lucir clase, pedalearon cuesta arriba con las
piernas, los pulmones y el corazón del mítico Bahamontes. ¡Qué manera de
sobreponerse a todo!
Lo único que
ensombrece la esperanza es la ausencia de suerte, que dirime estas
competiciones. Esa que suele aliarse con los campeones vistió de rojo el
viernes: el penaltillo en contra al inicio y el churro adverso a segundos de
acabar la primera parte, o el tiro de Isco al larguero con medio balón dentro y
los centímetros para el gol que le faltaron a Costa, Iniesta y Silva. Hasta en
el golazo de Cristiano, faltando escasos minutos, porque siendo un goleador
legendario, tirando faltas es vulgarote. Esta vez le tocó la varita mágica y
vino a enchufarla imparable y decisivamente.
Ahora se
apalea a De Gea, que sin duda jugó con desconfianza, pero nadie dice que Rui
Patricio no paró nada. De todos modos,
el madrileño es un gran portero y ocasiones tendrá para demostrarlo en este
Mundial. Quienes rompen y rasgan diciendo que no merece ser titular en la
Selección, o lo han visto poco —dos años seguidos galardonado como mejor
portero de la Premier y mejor jugador del equipo de Mourinho—, son pesimistas o
están bajos de moral. Otros tampoco veían a Costa como nueve de España. Como
anécdota, ayer escuché a un tertuliano radiofónico decir que no le gusta la
selección desde que la cogió Lopetegui. Y es que, hay desbarres para todos los
gustos; ni siquiera le convenció la goleada “amistosa” a Argentina en Madrid.
Tras ver a
Francia ganar de chiripa a Australia y a Argentina empatar con Islandia, selecciones
que no asustan, y a Alemania perder con Méjico
o a Brasil empatar con Suiza, tanto el empate de España como el de Portugal
adquieren relieve. Pueden estar entre las mejores de otro Mundial en el que
tampoco será fácil ganar a nadie, salvo raras excepciones como el Brasil de
Pelé en Méjico en el 70. Recuerdo la España de Suárez, Amancio e Iríbar del
Mundial de 1966 en Inglaterra, recién ganadora del Europeo de 1964, que solo
pudo ganarle a Suiza y por la mínima con un golazo de Sanchís padre, tras
jugada personal, y otro de Amancio con la cara lanzándose en plancha, a centro
del primero.
En cualquier
caso, la fortaleza de Portugal es también su debilidad; depende de su estrella
Ronaldo. El conjunto uniforme de España es más fiable.
En un
Mundial es básica la unión inequívoca de los seleccionados en torno al equipo
circunstancial que forman. Por eso manifiesto las buenas sensaciones que
traslucen los de Hierro, quien sabe bastante de eso. Sin ese espíritu no
hubiesen superado las difíciles circunstancias que afrontaron antes y durante
el partido. Parecían un club y no una selección. Es el alma que tiene la
nuestra desde Luis Aragonés, cuando Casillas, Pujol y Xavi superaron sus diferencias
competitivas para componer una sinfonía grupal, que ahora interpretan Ramos y
Piqué con cuanto representan, e Iniesta, que estuvo y está. Antes de 2008 nos
hundían la mala suerte y los árbitros, pero también los malos rollos.
Por eso,
Rubiales estuvo acertado al imponer que España está por encima de sus clubes.
Despedir a Lopetegui, reconociendo sus méritos, fue simbólico. A partir de ahí
lo que sea, bueno, malo o regular, pero siempre con ese estandarte bien alto.
El fútbol
patrio es bastante más que un juego, egos y dinero, asignatura pendiente del
prepotente Florentino y sus mariachis. Tapaditos estarían mejor.
El Real, como
el Cid, ¡qué buen club si tuviere buen señor!