El fútbol
acaba con los adjetivos, pero se alimenta de titulares. Goles, suerte, egos y
leyenda dan para mucho, y el Madrid acapara la mayoría de nuevo. Como era de
prever ha reeditado su vieja historia en Europa, donde nadie le discutirá su
imperio hasta dentro de muchas generaciones de futbolistas y aficionados. Así
ocurrió con las cinco primeras consecutivas, record que aún perdura. Esa es la
legendaria dimensión que adquirió el equipo de Zidane con las tres últimas
consecutivas y la cuarta en lontananza, hecho y objetivo inmediato que le
hicieron reconsiderar unos días su salida porque Florentino Pérez quiere emular
al histórico Bernabéu y anhela su sexta medalla, para lo que no escatimará
esfuerzos. Pero finalmente ha sido fiel a sus convicciones, que ya adelantamos
aquí en marzo, y ha dejado el barco merengue.
Pero más
allá del golazo de Bale, que continuará en el Madrid tras la final de Kiev por
mucho que estuviera decidida su marcha tanto por él mismo como por el club, e
incluso de las dudas que manifiesta; el tráiler de otra película de egos
sobrevoló el césped al acabar el partido: el enésimo culebrón Ronaldo.
¿Berrinche? ¿Premeditación? ¿Celos? ¿Ultimátum? ¿Provocación? Todo junto, menos
realidad, porque es una reiterativa impertinencia. Él sabe que en ningún otro
sitio podrá saciar su poliédrica ambición, pero con el corazón propio y el de
todos los madridistas todavía a más de cien, el titular que vendió es que el
nenico está triste y que fue bonito mientras duró. Enterado a bote pronto el
baranda Pérez, a pesar de que trató de disimular, la vocecilla de curica
medroso que asoma cuando miente afloró su indignación. Y esta vez tenía
motivos. Solo la inoportunidad recurrente de Cristiano iguala a su tremenda
dimensión profesional. Vamos a ver, figura, ¿no tienes otro momento para
reivindicar frustraciones que el de la celebración de un éxito colectivo tan
grandioso? ¡Ay, el egocentrismo desbocado! Pero él es así; lo ha sido siempre.
Idéntica evidencia a la de ser el mejor goleador de la historia. O lo quieres o
lo aborreces, pero nunca te deja indiferente. ¿Razones? Pues de los dos lados.
Tiene el mismo sentido quejarse de que otros con méritos parecidos, Messi, o
con menos, Neymar, ganen más, que el geométrico mandamás blanco enarbole el
contrato en vigor que les une. El problema radica en que el fútbol es el único
mundo donde los contratos están para cumplirse solo si quiere una parte: el
jugador. De locos.
Y, cómo no, también se habló de la suerte de Zidane. Esta
vez a cuenta de los fallos del portero del Liverpool. Pero sus detractores se
han quedado sin argumentos a las alturas que ya navega en el firmamento
futbolístico. Suerte se puede tener en un partido, o en un momento, pero ya son
demasiados momentos y partidos para seguir manteniendo que el francés es un
técnico sin discurso táctico. Y, en todo caso, en equipos como el Madrid es
mucho más importante alinear los egos que diseñar los movimientos de sus
jugadores. La salidas de madre de Cristiano y Bale al acabar la final lo demuestran.
Manejar tan notables individualidades debe ser la máxima responsabilidad de su
entrenador.
Y,
finalmente, aterrizamos en el acabose del fútbol regional. El Murcia, como
advertimos, acabó en Elche con el último sueño de sus miles de admirables seguidores.
Y aún tiene Salmerón la guasa de asegurar que tiene fuerzas para seguir. ¿No
habrá nadie que le diga que a una final hay que ir con todo o mejor se queda
uno en su casa? Se jugaba la vida y, fiel a su mojigatería, salió de nuevo con
tres medios centros, uno de ellos defensa central, y solo dos puntas. En
ninguno de los dos partidos tuvo nunca a tiro la eliminatoria. De pena.
Quien sí la
tuvo hasta el último segundo fue el Cartagena. Monteagudo fue valiente y alineó
a tres puntas y al talentoso media punta Hugo de defensa, pero esta vez la
suerte le fue esquiva con un autogol faltando un suspiro. Mereció ascender en
el Cerro del Espino porque fue mejor que el Rayo Majadahonda y tuvo varias
opciones de gol, y seguro que lo consigue si tanto él como sus jugadores se
reponen pronto del terrible mazazo. Deben saber que eso también es fútbol. Que
los fracasos, si se digieren con inteligencia y sin victimismos lacrimosos,
refuerzan el corazón y las entrañas y suman argumentos para perseguir el
objetivo sin flaquezas. Los técnicos y los físicos los han demostrado ya. Ahora
solo falta perseverarlos. ¡Ánimo y mucha suerte!, que también juega.
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