DEL FRAUDE
POLÍTICO, AL CAMBIO Y A LO QUE VENGA.
En otras
circunstancias, el enunciado de esta columna causaría más escepticismo que
estupor. Y como en los tiempos del todo a euro, del barato barato aunque dure un
suspiro o consumamos porquería, del todo gratis desde internet a los servicios
públicos, o lo de que ayer ya es pasado y lo de la semana pasada prehistoria; la
memoria suele ser corta y tropezamos con frecuencia en piedras parecidas.
Miedos
Para una
parte considerable de la ciudadanía,
Iglesias y su Podemos son la amenaza de un futuro negro. Para otra, no
menos relevante, el responsable de todos nuestros males es el PP de Rajoy. Y para la mayoría, que no milita
en nada, la culpa es de los políticos en general.
Convendría,
sin embargo, que nos diéramos un baño de realismo y con la mente fría, sin
orejeras, mirásemos un rato hacia atrás para ganar perspectiva.
Podemos
Podemos no
es más que la expresión del hartazgo de muchos que, huérfanos de políticos que
de verdad nos representen, han sido convencidos por un partido político surgido
al socaire de las asambleas ciudadanas. Hasta ahí entendible, pero lo
inquietante que concurre en Iglesias y compañía es su querencia por regímenes
políticos filocomunistas. Y es que, el comunismo en cualquiera de sus versiones
es una ideología ya superada y de lamentable recuerdo.
Por eso, más
allá de los ramalazos que con frecuencia les asoman: comprensiones dudosas de
organizaciones terroristas o hacia
personajes más cercanos a dictaduras o populismos trasnochados, cuando no
tercermundistas en el peor sentido del término, que a dirigentes o sistemas
políticos homologables con la democracia libre; hace bien su líder en tender puentes desde su legítimo izquierdismo
ideológico a la socialdemocracia. Y en sus
guiños, proclamando que en su partido caben todos sin importar de dónde venga
ni qué carnet dejen atrás. Otra cosa es que sea cierto –ojalá–, que lo sepa practicar
sin ambages y que le crean. Ahora se juegan su mañana desde el apreciable poder
que han conseguido tras las municipales, y España en parte, ¡ojo! Sobre todo, y
aunque haya sido indirectamente, en los dos ayuntamientos más grandes: Madrid y
Barcelona.
De todos modos,
convendría recordar que han sacado un porcentaje de votos parecido, el 13%, a
lo que antes sacaban los partidos a la izquierda del PSOE: la moderna IU, el
antiguo PCE y similares. Y con muletas: las agrupaciones electorales de Carmena y Colau.
Conservadores
El PP de
Rajoy, aunque han desarrollado una gestión nefasta desde su poder omnímodo,
estafa masiva a sus votantes incluida, no hay que olvidar el estado agónico en
que dejó el PSOE de Zapatero a España
tras ocho años de desmanes: enfrentamientos territoriales agudizados, fractura
social, paro galopante y ruina económica.
Mención aparte para las significativa luces
macroeconómicas tras sus tres años de mandato; aun engañosas. Sus causas más
relevantes han sido ajenas al gobierno:
la bajada del euro, que favorece las exportaciones al margen de buena gestión
empresarial; la inestabilidad en el Mediterráneo, que favorece a nuestro
importantísimo sector turístico; la manguera del BCE, que ha regado a mansalva
a los bancos y a los estados del euro – ¿qué otros países similares, mejoran menos? Sí, pero partían
de mejor situación– ; y el repunte del consumo interno, procedente en gran
parte de la solidaridad familiar y del dinero negro de nuestra boyante economía
sumergida.
Y,
finalmente, lo que sí depende de la gestión gubernamental es el aumento ruinoso
de la deuda pública: de unos 600.000 millones de euros que dejó Zapatero tras
ocho años — el 60 % del PIB —, a más de un billón —el 100 % del PIB—; más de
400.000 M. en tres años. Y eso es el resultado de haber sido incapaces de
reducir el déficit del Estado. Y ha sido así, aun subiendo los impuestos hasta
la requisa más alevosa y por mucho que le critiquen la engañosa austeridad, porque
Rajoy no ha metido la tijera por cobardía en lo necesario: instituciones,
sociedades públicas, políticos, medios materiales, asesores, amiguetes, enchufados
y un larguísimo etc.
En todo caso y salvo torpezas ajenas, el PP
está listo de papeles si no se renueva de verdad. Rajoy y Cospedal –¡ay, Bárcenas!–,
Arenas, Montoro, Trillo, Pujalte, Pons, Aguirre… ¿Hasta
cuándo? ¿Y aún culpan y demonizan a otros? ¡Qué jeta!
Socialistas
Y llegamos
al PSOE que, con Ciudadanos, será el pivote futuro.
Los
socialistas viven ahora sus precarios momentos de gloria tras la hecatombe de
Zapatero y Rubalcaba –¡qué plaga!–. Y
por ello, Sánchez tiene la
oportunidad de hacerse un hueco en la historia. Es la ocasión que le
augurábamos hace tiempo si salía bien parado de las municipales y autonómicas,
pero deberán hilar muy fino en las instituciones que controlan en coalición con
políticos de distinto pelaje: extremistas, independentistas y asimilados –ojo a
Ribó y Compromís en Valencia–. Si
pierden el sentido de estado y no gobiernan para todos, por mucha bandera
española que Sánchez luzca, volverá su burra al prado de la irrelevancia. Y
corren mucho peligro, favoreciendo de paso otras opciones.
Ciudadanos
Rivera ha hecho posibilismo de Estado con
sus diversas alianzas, activas o pasivas,
enarbolando una encomiable responsabilidad política, y hará bien en
vigilar muy de cerca que las intenciones regeneradoras de los acuerdos con sus
favorecidos se cumplan sin excepciones. Será su banderín de enganche para las
generales, o su entierro, ahora que por fin ha decidido echarse al ruedo de la
nación y tras ser criticado por determinados apoyos; al PSOE andaluz de Díaz, por ejemplo, con la sombra de Chaves, Griñán, Zarrías…– ¡vaya
banda! –, y tanta corrupción detrás.
¿Y si al final fuera el catalán el líder que
España necesitaría desde una opción política centrada y liberal? Buena falta hace. De aquí a las generales se
juega– y nos jugamos– mucho. Y después, previsiblemente también, aunque sea
todavía en una oposición de relieve o como aliado ocasional de quien gobierne. El tiempo dirá.