Como las olas en aquella
bonita habanera, desde nuestra barquita futbolera siempre las hemos visto ir y
venir, pero su belleza camina sinuosa por barrios.
Ahora le toca la mala al Madrid,
como hace dos meses al Barça. Entonces Luis
Enrique tenía las horas contadas y Messi
ya no era el mismo, y ahora les toca a Ancelotti
y Cristiano; el fútbol mismo.
Es cierto que los blancos padecen
flojera, pero un buen resultado lo varía todo. Y si es contra los culés mejor.
Así que, el próximo domingo puede que cambien de color los llantos. Lo normal
sería que ganara el Barça porque están en buen momento, e incluso con
suficiencia, pero la historia nos dice que el equipo que llega peor a estos enfrentamientos suele tocar
pelo.
Otra cosa es la movida del
gallinero en tales rachas. Hay gallos de todo pelaje defendiendo sus intereses
y posiciones oportunistas al margen de la realidad, y hasta mintiendo, con capones de diversa condición de
palanganeros. En el caso del Madrid tenemos ahora un ejemplo de todo ello.
Pongan ustedes mismos a cada cual en su palo; no es difícil.
Y, en esa vorágine emplumada, no se analiza si en la primera vuelta del
gallinero de enfrente, Busquets, por ejemplo, andaba
renqueante de su dolencia de pubis, o Piqué,
que suele cubrir bien las espaldas de sus medios centros, parecía ‘enjugascao’
con otras aficiones. Como ahora no se tiene en cuenta, o se hace muy de pasada,
cuando es vital, que el Madrid está sin medio centro adecuado y sin el poderoso Ramos detrás para cubrirle las
espaldas, tal y como venimos reiterando. Se dice que el fútbol es una suma de
detalles, pero no todos son iguales. El señalado es la base de la columna
vertebral de cualquier equipo. Cuando
funciona, la media ocupa bien los espacios, los delanteros gozan de más ocasiones y las
defensas parecen más seguras. Y cuando no, aparecen las dudas atrás, los
individualismos ineficaces delante, la
indefinición anárquica en el medio campo y el plomo en las botas.
Ahora resulta que Ancelotti
es un blandengue y hay que echarlo, cuando antes del mundialito se pedía a coro
su renovación y parecía hecha; que Bale
es un bluf, cuando hace bien poco era un fenómeno, incluso decisivo en partidos
clave del año pasado; que Cristiano es un engreído, cuando aunque no pueda
negarlo es el mejor goleador en la historia madridista, y de los mejores de la
historia del fútbol, y a quien le debe su club en gran medida los escasos pero
sonados triunfos de las últimas temporadas; o que Casillas es un petardo cuando tantas victorias le debe su equipo,
por mucho que los años no pasen en balde.
Por otra parte, Florentino Pérez ha caído en la trampa
del protagonismo en lo deportivo. Y es que, al margen de la posición crítica
que se pueda mantener con él atendiendo a que gestiona el club según sus
intereses empresariales, como es obvio si nos fijamos algo, es un futbolero
empedernido que, en sus principios en la sombra, Valdano mediante, y ahora a todas luces, dirige deportivamente el
club para lo bueno y para lo malo. Así, salvo el fichaje de Cristiano Ronaldo,
que lo hizo Calderón y a punto
estuvo él de echarlo para atrás de no ser por el acertado consejo de su
paraguas argentino, casi todas las incorporaciones y salidas del equipo han
sido cosa suya.
Además, ha cometido otro
error de bulto que le puede costar la presidencia, al margen del juicio que
deberá afrontar por haber sido elegido con un proceloso cambio de estatutos
previo, tras la querella presentada y admitida de unos socios blancos. Y es que
la soberbia ciega hasta las mentes más lúcidas. Pérez, a pesar de su indudable brillantez,
se equivocó saliendo a la palestra para acusar a la prensa de los males que
aquejan al club merengue. De ahí a los pañuelos, su pesadilla insufrible, hay
un corto paso. El que media entre un par de malos resultados y sus
correspondientes portadas críticas.
Enfrente, la falta de calidad
o de planteamientos más atrevidos hace que el Atlético
siga jugando a mimetizarse con sus adversarios, y esa falta de personalidad puede
liquidar la época de Simeone. Él lo
sabe, y ha pedido refuerzos en todas las líneas porque su estilo es
innegociable. Ya veremos si el mandamás chino traga con ese fútbol de autor.
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