Cuando las pasiones cambian
de acera se tornan en absurdos. Las mentes se ciegan y la tontuna, cuando no
algo peor, suele sustituir a la inteligencia. Es lo que ocurre ahora con la
instrumentalización del Barça, y por lo tanto del fútbol, a favor del catalanismo
independentista extremo. Y la pena no es que los políticos proclives a tal
pretensión lo intenten, que ya sabemos cómo esta especie humana aprovecha
cualquier cosa para sus fines, sino que secunden el disparate algunos
deportistas profesionales que mejor estarían callados cuando el asunto en
cuestión divide a la sociedad. Otro asunto deprimente es el de los miles de
aficionados que se dejan pastorear en ese sentido por los dirigentes, como
ocurre actualmente en el Nou Camp del Barça. Y, ya, la gota que colma el vaso
es que algún medio catalanista independentista como TV3 trata de vincular las
glorias de su gran rival, el Madrid, con el viejo régimen de Franco.
Llegados a este punto, es
muy saludable acudir a la historia para tener una visión lo más fina posible de
la realidad. En el año 1961 el presidente culé Enric Llaudet solicitó
al alcalde de Barcelona, Jose María
Porcioles, la recalificación de los 27.000 m2 de las instalaciones de les
Corts, donde jugaba el Barça de Kubala,
para poder construir en otro lugar un estadio capaz de albergar a la creciente
hinchada culé. Con el húngaro nacionalizado español, don Ladislao, acompañado
de los Basora, Moreno, Cesar, Menchón y compañía, en 1957, que fue
cuando el presidente Miró-Sans inició los trámites, los blaugranas lo habían
ganado todo durante varios años y el viejo estadio de Les Corts se les había
quedado pequeño a pesar de su ampliación a 60.000 espectadores.
Seis meses después el
ayuntamiento barcelonés aprobó la recalificación de los terrenos, que eran
zonas verdes, y puso en marcha el proyecto.
Finalmente, en 1965, un Consejo de Ministros presidido por el
Generalísimo Franco en el Pazo de Meirás autorizó tal recalificación y el Barça
pudo vender esos terrenos a la
inmobiliaria Habitat por 226 millones de las entonces escasísimas pesetas. En
1966 derribaron el viejo estadio y dio lugar a 15.300 metros de jardines, a un
palacio de deportes y a otro de hielo; y en los once mil largos restantes a
viviendas y comercios. El Barça pudo construir así el actual estadio y salvarse
de la quiebra.
Por eso, en 1971 se le
otorgó a Franco su primera medalla de oro del Barça, nombrándole además
presidente honorífico del Palau Blaugrana y del Palacio de Hielo. En 1974 recibió la
segunda de manos de la directiva culé por su enorme contribución al desarrollo
del Barcelona, curiosamente tras un cero a cinco de los blaugranas de Cruyff al Real Madrid en el mismísimo
Bernabéu; caprichos de la historia.
Lo que relato está a
disposición de cualquier interesado en internet, no hay que buscar ni estudiar
mucho, pero es curioso cómo a pesar de ello hay quien desprecia su pasado y a
la historia, y que incluso trata a los aficionados, y no, de tontos. Porque hay
que ser bastante ladino para creer, y tal vez con alguna razón en algunos – tal
vez demasiados- , que el personal es gilipollas y se va a tragar así como así
sus mentiras solemnes en cualquier medio de comunicación de masas.
La política debería dejarse
para los políticos y para las ocasiones en lugar de llevarla al estadio sin
pagar entrada. Porque esa es otra. Qué costaría a cualquier empresa o
institución anunciar así sus mensajes.
Me consta la enorme presión
que reciben quienes no se sienten independentistas en Cataluña y lo expresan
–putos españoles les llaman en alguna que otra ocasión-, pero las figuras
deportivas como Guardiola, Gasol, Piqué y compañía, que tanto y tan bien
han defendido siempre los colores de España, harían bien en reservarse sus
legítimas ideologías, porque si tales iniciativas políticas derivaran alguna
vez en episodios lamentables, como no sería la primera vez, en sus inmaculadas
zamarras deportivas llevarían desgraciadamente incorporados también funestos
blasones luctuosos. Que no se dé lugar.
Y, volviendo a lo
nuestro, los partidos de los grandes en nuestra liga, como decíamos, siguen
contabilizándose por goleadas, y lo que aburridamente queda; y las aguas de la
selección española vuelven a serenarse tras la última victoria menor. Pero hay
algo que se rompió para siempre en Brasil. Del Bosque ya anuncia sucesiones
dulces y habla de jubilaciones. Es lo natural.
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