Es sustituto de valores. Él
y su primo blanco son el único valor. El que lamentablemente ha sustituido a
los que debían haber presidido nuestro quehacer de cada día. Y nadie, o casi,
escapamos a ello.
Ahora bien, si malo es que
lo sentemos cada día a nuestra mesa los ciudadanos de a pie, peor y sin perdón
razonable es que lo hagan quienes tienen la misión de guiarnos en la selva de
nuestra vida en comunidad.
Uno tiende a pensar en una
sociedad ideal en la que un partido político, o un sindicato, como cualquier
otra organización, fueran disueltos por una Justicia de verdad e independiente
si se demuestra que han usado negros en su día a día. O blancos ilícitos.
Fueran quienes fueran; estuvieran en el poder o en la oposición; fueran
mayoritarios o minoritarios.
La
pregunta recurrente y el sueño
Cada día los ciudadanos
españoles se desayunan con un interrogante desesperanzador: ¿cuándo se acabará
todo esto? Y miran a su alrededor, al páramo irredento en que han convertido
España sus responsables, sin hallar respuestas regeneradoras. Dan igual que
sean ‘pujolitos’ o ‘pujoletes’; ‘peperos tiznaos’ genovitas , ‘barcenianos’ o
‘gurtelillos’; compis de pupitre o de gobierno del ‘palquero’ del Bernabéu, don
Josemari, que vaya ojo tuvo el tío del bigote con algunos; ‘sindicaleros’ o ‘empresarietes’
de fortuna, ‘eres’ desvergonzados, sobres negros, enchufes y ocasión; frescos
‘cajarios’, ‘socialistos’ o ‘comunistoides’ de trinques varios, visas opacas,
camisas nuevas, corbatas y ‘delasjons’; golfos todos. Por donde mires, se
escapan pocos.
Y
sueñan con que algún día, alguien o varios proclamen en serio que ya está bien.
Que el futuro de España estará libre de negros y de blancos ignominiosos. De
dineros amasados al descuido y de gentuza.
Sálvese
quien pueda
Dicen que andan Rajoy y Sánchez enhebrando un pacto por la regeneración, con llamadas
inverosímiles del don Tancredo gallego a una gran coalición postelectoral a la
alemana porque se huele la tostada, mientras
la Cospedal asegura que nunca han
realizado esas prácticas delictivas que ahora vamos conociendo -por mucho que
puedan haber prescrito-, ni las volverán a hacer más... ¿Y quién se puede creer
ya nada? Los más avispados aseguran que todo ello es producto del miedo cerval
que le tienen a Iglesias y su Podemos
y no porque a las malas sería lo deseable. ¿Y por qué se extrañan de la ilusión
que ha generado ese movimiento asambleario quienes desgobernando el país y
rebozándose en negros y blancos sucios de miseria y desvergüenza nos han
llevado hasta aquí? Debería venir un balamío de aguas desbocadas que les llevara
hacia donde muchos debieran estar. A la sombra. A la sombra de un futuro más
negro del que nos han propiciado con sus fechorías. Porque ya me dirán ustedes
qué supone que el partido con más poder en España desde Franco y sin oposición, por descrédito unos, desprestigio otros e
incomparecencia unánime casi todos, el PP de Rajoy desde 2011; haya estado
manejando al parecer dinero negro a mansalva y ahora masacre fiscalmente a sus
votantes y a los ajenos. Y que con él haya pagado supuestamente sobresueldos a sus
dirigentes, obras, sedes y campañas electorales. O que su alternativa, el PSOE, además de lo
que ya sabemos con certeza de su ruinoso pasado reciente ‘zapateril’ y del
antiguo, también negro, cuando mandaba el tándem González-Guerra; haya dilapidado cientos de millones de dinero
público en su feudo andaluz en connivencia con su sindicato afín, la UGT, y que
sus máximos responsables se hagan los locos y los asciendan a senadores. Si el
futuro socialista se llama Susana Díaz,
corresponsable por acción u omisión de la gestión de Chaves y Griñán, aviados
van y vamos.
El
Pacto necesario
De los cimientos que
deberían soportar nuestro mejor futuro sobran, como venimos reiterando, quienes
hayan tenido algo que ver con nuestro pasado inmediato, Rajoy el primero, salvo
para convocar el cónclave y marcharse a continuación. Sánchez todavía tiene
crédito por virginidad, y deberían sumarse esperanzas blancas de las distintas
opciones políticas, PP e IU renovados incluidos, con los periféricos ‘cerebrados’
regionalistas –nacionalistas de utópica nación en su jerga, común y
constitucionalmente aceptada -, UPyD y Ciudadanos – qué buen invento sería un
partido centrista unido-, más sindicatos de trabajadores y emprendedores
remozados y organizaciones sociales, con la Casa Real en una discreta
expectativa. Y ahí cabrían todos: los viejos y los nuevos, los Podemos, los
refrendemos ‘pa largarnos’ de la quema y
los soñemos; pero ante y sobre todo la ciudadanía española, que, aunque no
quepa en una mesa, debería ser el sujeto básico y único de la misma.
El
partido de los viejos valores perdidos lo jugamos todos
Y todo ello volviendo a
poner en valor los viejos valores. Esos que se han ido sustituyendo por el dinero y sus
derivados: el negro, el blanco sucio y el también despreciable blanco ante
todo. Y a ese confesionario deberíamos acudir todos. Porque, en definitiva, los
responsables últimos del desaguisado somos quienes siguiendo el mal ejemplo hemos
consentido elección tras elección que los responsables directos de tanto
desmán, elegidos en gran medida por nosotros demasiadas veces de un modo
irreflexivo y votando con el corazón contra los otros en lugar de hacerlo con la
cartera en la mano, la cabeza avizor y sin prejuicios antiguos, camparan y
robaran a sus anchas. Aunque nos hayan
estafado alguna vez incumpliendo lo que prometieron, pensemos que esos golfos, inútiles y sinvergüenzas, que forman una
parte decisiva de la llamada casta, no vienen de fuera ni han surgido de la
nada. Salen, como los buenos, que también los hay, de nuestras mismas casas.
Son amigos, familiares, vecinos, conocidos, paisanos y
conciudadanos nuestros.