Con
la Liga en las alforjas culés y la única incertidumbre de la Copa del Rey, se
acabó lo que se daba.
El
cacareado cambio de ciclo en el fútbol europeo respecto a la hegemonía del
Barsa será así por otras circunstancias, pero no por el desastre cosechado ante
el Bayern. Analizando con seriedad lo acontecido convendremos que los
blaugranas han jugado la peor eliminatoria que se le recuerda, pero tampoco es
menos cierto que si a cualquier equipo del mundo se le priva de sus mejores
jugadores le podría suceder algo similar. Y los de Tito la afrontaron sin Pujol,
Busquets, Macherano, Alba en el
partido de vuelta, y con el mejor punta del mundo, Messi, lejos de su mejor forma y lesionado. Si a eso le añadimos
que Villa está a medias y Xavi
tampoco está fino tendremos una buena parte de la explicación. Pero la más
importante, siendo lo anterior decisivo, es la falta de dirección técnica.
Como
dijimos, el equipo aguantó media temporada con el impulso que traía de atrás y
con todos sus futbolistas en su buena versión, pero en cuanto ha habido que
tomar decisiones profundas el entrenador y sus ayudantes han dado la medida de
sus posibilidades. Y es que, un magnífico técnico como Guardiola no se inventa cada temporada ni surge por generación
espontánea. La apuesta del club por Tito, buen segundo y dudoso primero,
parecía buena para continuar basando su juego en la Masía y sus productos, pero
también hay que innovar dentro de una filosofía futbolística que le ha dado al
Barsa los mejores años de su historia; es su reto.
En
cuanto al Madrid, el cuento ‘mourinhista’ llega a su final con menos imagen de club señor que resultados
deportivos, que ya es decir. Porque en tres temporadas, encontrándose con la
plantilla más cara de su historia y el mejor goleador que ha vestido esa
camiseta, Cristiano, entre ellos –
fichado por Calderón, no lo
olvidemos- más otros doscientos millones
de euros gastados en traerle cuanto pidió, con la única excepción de Maicon, y todos los poderes deportivos
del club en sus manos; haber conseguido una liga y una copa, o aunque fueran
dos si gana la actual, me parece escandalosamente menos de lo que normalmente ha conseguido el equipo
de media en los últimos sesenta años. Ahora, eso sí, en llantos, quejas y
acusaciones de antimadridismo a cuantos no han dicho amén a sus desvaríos,
‘deslengües’ mediante, ha sido un fenómeno. Y en otras meteduras de lengua,
pata o dedos también ha dado un nivel paupérrimo para estar donde estaba. Como
tantas veces hemos dicho en estas páginas, ni él podía llegar a más ni el
Madrid a menos.
Digan
lo que digan los corifeos que todavía le defienden, será difícil encontrar
alguien en la centenaria y gloriosa trayectoria blanca que haya hecho más ruido con menos nueces.
Porque si lo único que se puede decir de su aportación al juego madridista es
que tiene un contragolpe temible ya me dirán ustedes; ¿con esa plantilla? ¡vaya
tela! Una vez más hay que acordarse de aquello de los perros del tío Alegría: que eran muy buenos
persiguiendo la pieza pero en cuanto la veían levantaban la patita y hacían pipí ¡Si seremos buenos que hemos llegado a
tres semifinales seguidas! Su rueda de prensa del pasado
viernes es una antología del disparate: Mourinho
mismo.
Y
esperen que se vaya, que ocurrirá, si no hay milagro, lo que ha pasado por todos
los sitios donde estuvo: dejará al equipo hecho unos zorros. Con otro record no
menos oneroso para el club blanco, como es el de haberle creado más enemigos
que nadie en todo el orbe futbolístico en sus más de cien años de existencia. Y
otra herencia tampoco desdeñable, haber
radicalizado a docenas de miles de
seguidores hasta el punto de sustituir a la otrora generalizada señorial
afición blanca por una turba de forofos que mejor estarían en la banda de cualquier
campo de tierra con escopeta, garrota y perro animando a su entusiasta equipo
de regional que en ese antiguo templo sacro del fútbol mundial como es el
Bernabéu. Es decir, los gritones de los Ultra Sur elevados a categoría de
educada sinfónica. Y eso sin contar a otros miles de aficionados blancos
inoculados del mismo virus haciendo patria en la barra de cualquier bar ¡Qué
espanto!
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