EN ESPAÑA BASTOS Y EN ROMA VERGÜENZA TORERA
Con
el siglo XXI llegaron los oros a España. Bastó meter con decisión en cintura la
economía y los presupuestos del Estado para entrar en la Europa del euro a todo
tren. Iniciamos entonces un círculo virtuoso que debidamente embridado, lo que
no se hizo, nos podía haber metido definitivamente en la modernidad económica y
monetaria. Pero en esta España de nuestros palmeros y lamentos eso es misión
imposible. Cuando hay que aprovechar para el saneamiento, en las horas buenas,
nos dedicamos a la charanga y la pandereta que cantara con tanto acierto Machado y nos comemos y bebemos la
alacena y la bodega enteras pensando que las vacas gordas son para siempre.
Copas
Tras
pintar aquellos oros con todos los sectores económicos tirando de la economía y
el empleo, en base fundamentalmente a las expectativas que tal éxito en Europa
produjo en nuestro país, con las realidades de la enormidad de obra pública que
se hacía y al esplendor de la promoción
y construcción de viviendas, más el recuperado sector turístico y la inversión
de particulares y empresas extranjeras en España, volvimos a barajar y salieron copas. El Estado se había hecho rico
cobrando tasas e impuestos a mansalva por la riqueza económica generada por el
sector privado y comenzó a agigantarse un sector público ya de por sí elefantiásico
por las duplicidades y disparates de todo jaez que propiciaba el descerebrado
estado de las autonomías tan mal rematado en la Constitución del 78. España
empezó a cuajar, efectivamente, en lo que había insinuado y previsto el
socialista Solchaga más de una
docena de años antes: el país del pelotazo. Y con esos pelotazos se despertaron
todas las lujurias económicas imaginables.
Espadas
Y
ahora, una vez pinchado el globo de aquellos oros hace más de cinco años y al
descubierto paulatinamente las desvergüenzas que produjeron las copas, andamos
pintando espadas. La canción de moda es el “ y tú más”. Tanto entre formaciones
políticas rivales como dentro de ellas mismas se trata de demostrar que las
golferías propias son menudencias comparadas con las de los otros. Pero, en
definitiva, golfos todos. Con esto no quiero generalizar en cuantos son algo en
cualquier partido político con poder, sino en su esencia misma. Me refiero a los
que han secuestrado la democracia propiciando una nefasta partitocracia. Y esa
dictadura de los núcleos duros de los partidos es la que ha hecho posible la
desvergüenza generalizada de los mismos.
Algunos
de ellos se sueltan ahora la lengua diciendo que es inaceptable que para ser
diputado haya que ser amigo del que hace las listas – Bono dixit- , pero no le escuchamos ni a él ni a ningún otro eso
mismo cuando yacían lascivamente en las orgiásticas veladas de los repartos de
papeles en los que salían invariablemente beneficiados.
Lo
único bueno que tiene esta mano a espadas es que gracias a las puñaladas
traperas entre unos y otros estamos conociendo hasta qué nivel de corrupción y
latrocinio llegaron las cosas en las cloacas del poder a todos los niveles.
Bastos
Con
la monarquía en sus peores horas, los
partidos políticos despreciados merecidamente como problema importante para los
españoles, los sindicatos hechos unos zorros tan irrelevantes como retrógrados,
las organizaciones empresariales mal olientes al haber caído en manos de
algunos trileros, la justicia nadando en impensables desprestigios variopintos,
las instituciones públicas parasitando a los escasos posibles de los ciudadanos
y con una imagen atroz entre los mismos, y los españoles sin clavos adonde
agarrarse; están dadas las condiciones que en otros tiempos hubieran dado lugar
al bastonazo. Sí, a que algún salvador de patrias aglutinara el generalizado
descontento social y con su bastón de mando intentara poner orden en el
panorama nacional. Y, además, aplaudido por esa mayoría silenciosa que sufre impotente
y sufraga a la fuerza los desmanes de sus supuestos representantes políticos.
Y
no se me escandalice nadie, porque en este punto hay que añadir que muchos,
piensan, o pensamos, que aquellos espadones no serían demócratas pero sí mucho
más honrados que demasiados de quienes nos han gobernado y desgobernado en
estos treinta largos años. Lamentablemente es así. Si creen lo contrario salgan
a la calle y escuchen a los paganos – por aquello de los impuestos- que sufren y desangran sus economías para
mantener a esta banda. Y hagan poco caso de quienes levanten el grito o se
manifestaran organizadamente ante tal posibilidad, porque en su mayoría serían
hipócritas acomodados, liberados sindicales o políticos y beneficiarios de la
situación, como suele suceder, más todos los incautos que pudieran arrastrar a
su desvergonzada o insolidaria causa.
No
defiendo ningún tipo de dictadura, totalmente contraria a mi absoluta fe
liberal, pero sí pongo de manifiesto que las condiciones
están dadas para que el populismo vuelva a protagonizar la escena política y
social española con las consecuencias que tantas veces hemos lamentado.
Vergüenza torera del Papa
Como
agua de mayo hemos recibido algunos la refrescante noticia de la renuncia del
Papa. Ha tenido la vergüenza torera de dimitir por sentirse sin fuerzas para
dirigir a la organización de más relevancia social en el mundo. La Iglesia
católica romana es la única que cuenta con casi dos mil años de antigüedad y la
más piramidal que ha existido secularmente. Y en su seno, en su cúpula para
mayor gloria de Benedicto XVI, se ha
dado un ejemplo capital para muchos. Dejar el poder omnímodo que tiene por
sentirse incapaz de dirigir su institución es digno de todos los elogios y
encomios posibles. Eso se llama honradez.
A ver si en España toman nota y obran en consecuencia quienes ahora se aferran a los cargos pensando que son la solución cuando todos clamamos diciéndoles que son el problema más ignominioso que padecemos. Pero para ello deberían tener una calidad humana de la que al parecer carecen. Y vergüenza. El Papa les ha enseñado el camino. Muchas gracias, Santidad.