Como
ocurre en la economía y las empresas, en el fútbol habrá una selección natural
de clubes. Algo bueno debía traernos la crisis que nos asola. Y es que,
empezando por la propia Selección, se ha terminado el chollo de la tele y ya
empezamos el camino descendente hacia la realidad. Nuestro equipo nacional ha
tenido que rebajar a la mitad su tarifa para seguir disfrutando de su cobertura
televisiva; no está el patio para alegrías, sino más bien ‘repretao’; que dicen en nuestra hermosa huerta.
Y
como si se tiene buen ánimo cada cosa tiene su lado positivo, esta sequía
monetaria hará que los equipos se vuelquen cada vez más en sus bases. Desde
esta columna venimos cantando desde el principio a los canteranos como
paradigma de la parte más auténtica de nuestro deporte, y por eso ahora
insistimos. La pena es que nuestra alegría venga de la mano de la ruina y no de
la racionalidad. En el fútbol español han cambiado pocas cosas a nivel de
clubes desde hace cincuenta años para acá. Los grandes siguen siendo los mismos
y disfrutan de los mejores jugadores nacionales y extranjeros del panorama. Y
siguen alternándose en la conquista de todos los títulos con las esporádicas
apariciones refrescantes de algunos equipos de menor cuajo. En el recuerdo los
Betis, Gijón, Elche, Zaragoza, Español, Real Sociedad, Bilbao, Coruña, Sevilla
o Villarreal que en sucesivos momentos han hecho sombra a los de verdad grandes
incluso birlándoles algún título
relevante. Y esas temporadas han coincidido en dichos equipos unas hornadas de
canteranos manifiestamente excelentes, con pocas excepciones.
Desde
Di Stéfano y Kubala como emblemas de Madrid y Barsa en los cincuenta hasta los Cristiano y Messi de ahora. Entonces pocos discutían que eran los dos mejores
del mundo, con el paraguas de un jovencísimo Pelé sobre ellos, y ahora nadie lo
hace con el astro portugués y el argentino. Y esa categoría, mundialmente
admirada y reconocida, se ha basado siempre en la calidad y la garra, amén de
los goles. Como se dice en los toros, los toreros de bragueta a triunfar y los
de arte a acompañar. Ahora bien, cuando se juntan las dos cualidades acaban con
el cartel. Y nadie puede poner en duda que aquéllos y éstos eran de morro
caliente además de buenísimos.
La
obligada concurrencia de los mejores del mundo en los mejores equipos no
empaña, sin embargo, lo que defendemos sobre las canteras. En el Madrid, por
ejemplo, salvando el caso de Cristiano Ronaldo y de algún otro no demasiado
claro, ¿me quieren decir ustedes qué fichajes han aportado en los últimos diez
años mucho más de lo que podrían haber hecho los canteranos que han ido
saliendo hacia otros equipos? Yo diría que ninguno. Y en el Barsa lo han
demostrado con creces. Aparte de Messi, también canterano por cierto, nadie ha
aportado tanto como los jugadores salidos de la Masía. Pero claro, para eso hay
que tener una filosofía de club que impregne todos sus niveles y luego los
bemoles suficientes y necesarios para apostar por los de dentro en lugar de
encapricharse con el producto de fuera. A veces jugándose el bigote. Y ahí está
lo complicado. Por todo ello la importancia de Guardiola en la historia blaugrana. En el Barsa habrá siempre un
antes y un después de su liderazgo técnico sin que ningún otro pueda hacerle
sombra jamás.
Y ya, si bajamos nivel y nos fijamos en los equipos de la tierra, el panorama no es muy diferente. Todos decimos que la mejor época del Murcia fue la de los Guina, Figueroa, Tente Sánchez, Manolo, Tendillo y compañía, pero yo recuerdo con más agrado a los canteranos que acompañaban y lucían, como en el caso de Vidaña o Miguel Sánchez, sin olvidar, además, que tras esas dos o tres temporadas empezó el declive murcianista hasta casi su desaparición. Y es que, vivir como ricos sin serlo tiene esas consecuencias. Personalmente recuerdo con más entusiasmo la época anterior de los Ruiz Abellán, Canito, Murciano, Herrero, Barrera, Cuenca, Macanás, López, Ponce, Sergio, Férez, Juan Antonio o el cartagenero Añil, y algunos más, quienes desde el principio o repescados en temporadas y aportaciones sucesivas lograron subir el equipo de tercera a primera con un juego espectacular. Todos murcianos y canteranos. Y, además, cuando acabó su ciclo la Condomina era del Murcia y el club no tenía deudas. ¡Eso es gestión y todo lo demás chuflas!
Y ya, si bajamos nivel y nos fijamos en los equipos de la tierra, el panorama no es muy diferente. Todos decimos que la mejor época del Murcia fue la de los Guina, Figueroa, Tente Sánchez, Manolo, Tendillo y compañía, pero yo recuerdo con más agrado a los canteranos que acompañaban y lucían, como en el caso de Vidaña o Miguel Sánchez, sin olvidar, además, que tras esas dos o tres temporadas empezó el declive murcianista hasta casi su desaparición. Y es que, vivir como ricos sin serlo tiene esas consecuencias. Personalmente recuerdo con más entusiasmo la época anterior de los Ruiz Abellán, Canito, Murciano, Herrero, Barrera, Cuenca, Macanás, López, Ponce, Sergio, Férez, Juan Antonio o el cartagenero Añil, y algunos más, quienes desde el principio o repescados en temporadas y aportaciones sucesivas lograron subir el equipo de tercera a primera con un juego espectacular. Todos murcianos y canteranos. Y, además, cuando acabó su ciclo la Condomina era del Murcia y el club no tenía deudas. ¡Eso es gestión y todo lo demás chuflas!
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