En
la década de los 80 tuve la enorme fortuna y el honor de asistir a varios
seminarios dirigidos por el insigne profesor, catedrático de Hacienda Pública y
maestro de economistas D. Enrique Fuentes Quintana.
Un referente moral
Escuchar
a Fuentes Quintana te brindaba la oportunidad
de aprender de un sabio. Fue vicepresidente del Gobierno de España con Adolfo Suárez; responsable de la
hacienda y la economía nacional, y
muñidor de los famosos Pactos de la Moncloa en los que cristalizó el ejercicio
de consenso político más importante que se ha dado en España entre todas las
fuerzas del arco parlamentario, incluyendo a los sindicatos y la patronal, que
dio como resultado un acuerdo económico y social básico permitiendo a nuestra
nación encarar el futuro con esperanza huyendo de lo que podía haber sido un
cataclismo sin precedentes.
Tanto
en aquellos seminarios como en alguna reunión en la que tuve el privilegio de
escucharle en la corta distancia, explicaba con la sencillez y claridad propia
de los que auténticamente saben de algo y tienen, además, el don de la
generosidad y la pedagogía para que
cualquiera pueda entender lo que conocen; sin tecnicismos, anglicismos, ni amago alguno de
superioridad intelectual ni suficiencia tan profusas actualmente en tantos
‘maestros ciruela’ de la cosa económica y fiscal. Y en esas charlas explicaba
con grandes gestos lo de ‘las voraces zarpas de la administración pública en
sus ansias recaudatorias’, haciendo ostensibles gestos con sus manos simulando
arañar la mesa hacia sí.
Ahora,
con el paso del tiempo y de los tristes acontecimientos que nos asolan, me
acuerdo cada vez más de sus enseñanzas. Porque hemos llegado a un momento en
que la infame voracidad de las respectivas haciendas que nos saquean está
llegando a límites inaguantables. La nacional, la de las Comunidades Autónomas,
la municipal, etc., no dan abasto tratando de sacar dinero hasta de debajo de
las piedras porque sencillamente padecen unos déficits tan abultados como
ruinosos y criminales.
Ruina criminal
Sí,
sí, hablo de criminalidad; que debería ser punible para quienes desde cualquier
puesto político han llevado a la quiebra a España, a las CCAA, Ayuntamientos, o
cualquier otra institución pública. Y les llamo criminales porque han jugado
desvergonzadamente con las vidas y haciendas de aquellos a los que deberían
haber defendido como representantes suyos que eran, y son; de los que viven y
quienes sostienen con los impuestos que pagan el tinglado ese que llamamos
Estado.
Algunos ejemplos
Unos
pocos ejemplos que podemos comprobar diariamente a nuestro alrededor y que
muchos sufrimos ignominiosamente:
-
¿Qué cuerpo
tendrán quienes han tenido que pagar miles o decenas de miles de euros, y más, sin exagerar nada, de multas,
sanciones y recargos a la Hacienda Pública española por alguna inspección
sufrida con motivo de alguna operación real, semi o imaginada, sin posibilidad
de defensa efectiva por razones obvias, en la que haya habido algún dinero
negro de por medio, cuando ahora contemplan la ley que el ínclito ministro- y
nefasto- Montoro se sacó de la manga para beneficiar a los auténticos
defraudadores fiscales en masa del dinero ilícito?
-
¿Y aquellos que
sufren una reclamación municipal por cualquier motivo con la consiguiente
amenaza de sanción económica grave en casos que saben perfectamente prescritos,
por ejemplo, pero que llevan hasta sus últimas consecuencias por si cuela o
sorprenden a algún contribuyente desprevenido?
-
¿Y los pequeños
empresarios que son objeto de inspecciones sangrantes de cualquier consejería
autonómica, ministerio o concejalía municipal para ver si les pillan en
cualquier gilipollez, que siempre la hay porque la misma administración se
encarga de no dar licencias de apertura diligentemente, permisos de
funcionamiento, y un larguísimo etcétera; o te cambian la norma correspondiente
cuando les apetece, entre otras muchas casuísticas, teniendo que pagar
cantidades fuera de lugar por sanciones, recargos, nuevas tasas o multas?
-
¿Y los pequeños
empresarios o autónomos que deciden contratar, con lo que cae, a algún nuevo
empleado y te dice el asesor laboral que no hay ningún beneficio fiscal ni de
ningún tipo real porque las escasas excepciones existentes están sujetas a unas
condiciones inasumibles dadas las inciertas perspectivas que cualquier mercado
o actividad económica actual tienen?
A
quien dude de algo de lo anterior le puedo enviar papeles concretos que lo
demuestran.
¿Y,
cualquiera, cuando oímos la estafa de que todas esas sangrías que sufrimos son
para pagar el actual estado llamado del bienestar que supuestamente
disfrutamos, cuando de todos es sabido que se trata en un noventa por ciento de
los casos para pagar a empleados públicos metidos a dedo – no a funcionarios de
carrera- , políticos en demasía, asesores y demás parásitos irredentos, y no a
hacer obras públicas, ni a mejorar la sanidad y la educación o los servicios
públicos esenciales?
Nuestra hiriente realidad
Por
todo ello me acuerdo, como decía, del sabio profesor cuando avisaba de la
tremenda responsabilidad que los políticos adquirían al manejar el dinero del
contribuyente, pues tenían en su mano los distintos boletines oficiales como
armas poderosísimas, amén de las leyes más importantes: los distintos
presupuestos públicos anuales; y los diferentes servicios de inspección como
posibles fuerzas de machaque de los ciudadanos.
En
definitiva, lo que sufrimos de verdad es un Estado en quiebra por culpa de
muchos a quienes hemos votado en todas las elecciones habidas en España en el
presente siglo. De ahí las voracidades recaudatorias que padecemos.
Y
yo no conozco, no sé si ustedes, a ningún responsable político que haya tenido
que pagar algo por ello. Ni tampoco a nadie que parezca apostar por solucionar
de verdad esta ruina nacional. ¿Es, o no es esto tan desesperante como
criminal?
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