Todo para
los aficionados, pero sin los aficionados. Eso esconden los dirigentes del fútbol
mundial negando el interés de una Superliga europea, como hacían con el pueblo algunos
gobernantes del Despotismo Ilustrado del siglo XVIII.
Todo para
los aficionados, pero las decisiones las toman quienes viven del fútbol a
cuerpo del rey sin tocar un balón ni más méritos que trapichear y repartir
prebendas, cuando no lamer traseros descaradamente, sin arriesgar nada ni tener
en cuenta la opinión de los supuestos beneficiados por la dudosa sabiduría,
preparación, altura de miras, generosidad y eficacia de quienes mandan. ¿Les
suena de algo que padecimos, padecemos y padeceremos?
Pero aparte
de egos, despotismo, jetas y sillones de alcurnia boba, aquí están en juego
miles de millones en publicidad y patrocinios; verdadera razón de la guerra que
viene. A FIFA, UEFA, Federaciones nacionales y Asociaciones de fútbol
profesional, además de pelear entre sí por la pasta, les ha salido un competidor
interno: los clubes europeos más poderosos, que pugnan por una porción
importante del mismo pastel dinerario. Han aprendido que o espabilan o los
limpian unos y otros, exprimiéndoles plantillas, estructuras e imagen sin obtener
a cambio los medios para mantener sus cada vez más costosos clubes con el fin
de satisfacer las también cada vez mayores exigencias de sus ambiciosas
aficiones; antes había que pelear con gallardía por los títulos, ahora,
engañosamente, hay que ganar siempre.
En un mundo
convertido en un gran espectáculo global, en el que compiten todo tipo de
actividades, desde las clásicas y populares hasta las más novedosas, livianas o
elitistas, pasando por cualquier evento susceptible de ser viralizado en
segundos por las prácticamente incontrolables redes sociales, los aficionados
futboleros demandan sensaciones fuertes constantes. Ya no se trata de esperar a
los partidos de máxima rivalidad o a las finales de diversas copas o ligas,
ahora hay que fidelizar continuamente a la parroquia porque existen multitud de
oportunidades para distraerse. Y eso quiere decir que el interés de los
anunciantes y patrocinadores puede esturrearse también. El dinero publicitario
se invierte donde hay clientes, y cuantos más, mejor.
Esa es la clave
de tal disputa. Todo lo demás son cuentos y excusas para ingenuos de caraduras
que nunca confesarán el interés que les mueve: el suyo propio por sus infinitas
mamandurrias, a veces vergonzantes o delictivas, despreciando a quienes se
arriesgan, ponen el tinglado, los actores y toda la parafernalia que conlleva
el fútbol, además del dinero para su mantenimiento: los clubes y sus
aficionados.
En el colmo
del cinismo, quienes se oponen a esa Superliga, alegan que iría en detrimento
del fútbol, es decir, de la afición. Afición con la que jamás cuentan para
nada. Pero vamos a ver, hasta donde se sabe, los grandes clubes europeos no
dejarían de competir por su voluntad en las competiciones nacionales. Y, por
ende, en las internacionales derivadas. ¿Dónde está el problema entonces?
Si el
Madrid, Barça o Atlético hacen dos plantillas para afrontar ambos frentes no
iría en detrimento de nadie. Serían cuarenta y tantos jugadores compensados
porque ninguno de ellos querría hacer el ridículo en Europa ni en España. ¿O alguien
piensa que sí? ¿Qué habría menos dinero para repartir entre los medianos y
modestos? Probablemente. Pero también tendrían más posibilidades deportivas
porque se abriría la Liga. Eso sí, deberían mirar más al fútbol de base y menos
a fichajes ruinosos. Aparte, los mandamases organizativos, deberían administrar
mejor para que el dinero del fútbol vaya al fútbol y no a lujos y sueldazos
burocráticos improductivos. ¡Qué harían algunos en empresas o en mercados
libres! Vivir modestamente o el tonto, como acostumbraban.
El atractivo
de la Superliga es ver ochenta partidos de los grandes en lugar de los
cincuenta actuales. Y no a los mismos jugadores, que a veces aburren, no están o
no emocionan porque juegan en exceso, sino a los mejores del mundo compitiendo a
tope semanalmente entre iguales en Europa, y los findes a los aspirantes a
serlo en sus ligas nacionales con otros jugadores y más igualdad y equilibrio.
Además, Champions, Euroligue y fase final de la Superliga.
Fútbol a lo
grande. Pero será un parto difícil porque saldrán enemigos insospechados.
Tantos como perdedores dinerarios haya en cualquier sitio, actividad y
concurrencia.
Administren
mejor y con transparencia, y digan la verdad Infantino, Ceferin, Tebas, Rubiales y compañía sin cercar
interesadamente el deseable campo de la libertad.
El maldito
parné, que decía la copla, y los trincones de siempre.