Eso le
hubiera dicho el genial Chiquito al
técnico del Madrid tras sus “una o dos bombas”, en la que supongo irónica
última rueda de prensa. Y es que, el carrusel de despropósitos del galo desde
que volvió al Real anunciando cambios relevantes tuvo como colofón el
inesperado anuncio de la marcha de Keylor,
cuando hace pocos días también sentenciaba que el tricampeón de Europa continuaría
de blanco. Y lo más sorprendente en esa última cita con los informadores fueron
“los adornos en la cara” a la concurrencia, como también le hubiera dicho Juncal, en forma de divertidas sonrisas
con lo que está cayendo.
Más allá de
la comedida elegancia de Zidane, ese
buen humor encierra una despedida casi subliminar para quienes no están en el
ajo de su situación real. Sin embargo, para quienes sí lo saben, es un modo de
adornarse en plan taurino. Anuncia que más allá del puesto poco más pueden quitarle.
Ahora entenderán lo que dijimos hace poco sobre el sobrevuelo del fantasma de Mourinho.
En enero de
2018, enterado de las conversaciones del club con Löw para relevarle por su calamitosa marcha en la Liga y la
inquietud generalizada en la planta noble con su gestión, tomó la decisión de
marcharse a final de temporada, pasase lo que pasase, y se refugió en una piña
con los jugadores veteranos de la plantilla. Aquello concluyó con las agónicas eliminatorias superadas, hasta ganar la última
Champión merengue en Kiev, y el desfonde general subrayado con la marcha del
despechado Cristiano y la
declaración huidiza de Bale
queriendo presionar a su valedor. Unos y
otros habían entendido que la luenga mano del presidente era quien en realidad hacía
y deshacía en el club.
Y ahora
estamos casi en las mismas. La anunciada revolución de Zidane se ha ido
quedando en nada porque Pérez va por
un lado y él por otro. Pidió a Pogba
sobre todas las cosas y su jefe esperaba que entendiera el nuevo rumbo que
deseaba imprimir al club. Juventud, divino tesoro, anhelaba Pérez. Por eso no
le perdona el ninguneo a Vinicius, a
Rodrygo e incluso a Kubo. Y ya vemos cómo ha ido
discurriendo todo. Son demasiados agravios. Zidane deshizo el fichaje de Kepa, no le ha dado bola al acuerdo con
Eriksen, despreció a Llorente y Reguilón y no quiere oír hablar de Van de Beek ni de Fernandes
sin Pogba en la plantilla. Así que ya
tenemos de nuevo a Zidane envuelto en la bandera de los Kroos, Modric y
compañía, y sonriente ante lo que sabe inevitable. Con esos mimbres se va al
hoyo, pero esta vez será la guadaña presidencial quien ponga las cosas en su
sitio.
En el Madrid
manda don Florentino y todo lo demás son ochos y nueves y cartas que no ligan. ‘El
Moro’ olvidó que Pérez gusta emular al patriarca de los Ford — decía que sus clientes tendrían el color de coche que quisieran
siempre que fuera el negro— al aceptar volver para salvarle la cara tras el
fracaso con Lopetegui, el tiro
fallido de Solari y la ristra de
intentos vanos con hasta seis técnicos en la primavera tardía anterior.
Y por Can
Barça no andan mejor las cosas. Valverde
ha encontrado en el imberbe Ansu Fati
su talismán —¡menudo jugadorazo tenían en la Masía!— a falta de poder hacer
otra cosa que seguirle el aire a un Napoleoncito Bartomeu deseoso de retirarse a lo grande. Cogido entre dos fuegos,
el presidencial y el de sus veteranos con Messi
al frente, tiene que tragar con Rákitic
en la grada porque en el club se lo han tachado y no por cosas del fútbol, como
arguye, y barajar el desmorone anímico de jugadores que se han sabido moneda de
cambio en el vodevil Neymar. Si el
desbocado presidente no pensaba ir de verdad a por el carioca, habiendo
apostado por Griezmann a despecho de
Messi, lo increíble es que haya gestionado tan mal el asunto parisino. Ha hecho
el ridículo mundialmente y ha quemado de paso las expectativas de unos
jugadores que mal que bien deben sacarle las castañas del fuego. Messi
desairado, Dembélé acongojado, Arthur y Umtiti desvalorizados, Rákitic en el limbo, Rafinha descolocado por su futuro y hasta Semedo sin saber por dónde vienen los tiros.
Se puede
acertar o no, que es humano, pero tener al Madrid y Barça como casa de
meretrices sin gobierno es de lesa ineptitud. Así están nuestros grandes.
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