De engañabobos
hacia arriba. El PSG para revalorizar a un jugador que alguna vez fue
futbolista grande y se les ha quedado en cantamañanas. El Barça por tapar
decepciones y runrunes catastrofistas, y para simular que atienden los deseos
de Messi, que son órdenes porque es
la verdadera autoridad, aun sabiendo que carecen de argumentos contantes para
conseguir su fichaje. El Madrid por estrategia anticulé y por antigua querencia florentiniana, y para
marear a sus forofos y diluir su nefasta gestión deportiva, además de poner
sordina a los ridículos con Pogba, Bale, James y hasta con un Keylor
cansado de tanto desprecio. Y el propio brasileño para tapar sus risibles
vergüenzas, aparte de añorar, como es lógico, a colegas y a un club que superan
en mucho a lo que tiene en París. Pero salvo el propio jugador, ninguno de los
otros actores va de verdad; todos juegan de farol usando a sus mosquitos
trompeteros sabiendo la defectuosa mercancía que mercadean.
Al milloneti
qatarí lo engañaron con la vieja estafa futbolera de que tirando de talonario
se hace un equipo campeón, y ahora trata de ganar peso en el panorama europeo
fichando futbolistas de menos nombre y más regularidad. Pero también sabe que
si sonara la flauta con un Neymar
revalorizado, los medianos que incorpore pueden hacerle subir el escalón que le
falta, siempre que Mbappé y el
cuentista carioca, si todavía puede, tiraran del carro. Y en el peor de los
casos, diciembre puede abrir la puerta a recuperar su ruinosa inversión si a
Barça o Madrid se les nublara el horizonte avanzado el otoño. Entonces irían con lo que tienen y no tienen a
conseguir lo que antes de septiembre no cuajaron. De momento, con su aparente
desinterés vendedor, ha conseguido relanzar a un futbolista en entredicho.
El Barça ha
empezado la temporada con demasiadas dudas para un campeón de liga, y de ocho
ligas de once, manteniendo la base del éxito con buenos refuerzos, aunque
tengan un año más y sus máximas figuras anden renqueantes por inoportunas
lesiones. Messi, como ejemplo paradigmático, además, tiene cautivo a Bartomeu y quiere imponerse en
cuestiones que no son de su incumbencia: ningunear a Griezmann y exigir a su cuate Neymar por aquello de ganar otra
Champions antes de su ocaso; su oscura obsesión. Es absurdo pensar que con el
díscolo brasileño no hubiera ocurrido lo de Roma y Liverpool.
Florentino Pérez sabe que está ante una temporada
crucial para su reinado absolutista, y aunque en Balaidos arrancó el motor, que
bien pudo griparse antes de los sorpresivos buenos minutos del equipo tras
quedarse con diez — ante el Valladolid tomaron tierra—, trata de cebar la bomba
de la ilusión de sus fieles con Neymar, aun siendo consciente del peligro que
supondría en un vestuario a punto de ebullición porque el equipo no da para más
y donde falta harina todo es mohína. Haría bien, a falta de goleadores
contrastados –su gran déficit en dieciséis años fichando– y a pesar de la
negativa del tozudo Zidane, en
fichar a un par de centrocampistas de tanta clase como brega que aporten piernas,
pulmones, hambre y goles. Van de Beek
y el portugués Fernandes podrían
serlo porque aseguran individualmente quince dianas por año. Eso sí, habría que
encajarlos en un once sujeto a una nomenclatura de galones que arrastra años,
lentitud y desgana por igual. Kroos,
Modric e Isco no son los interiores que pueden guiar a los blancos a reverdecer
laureles europeos y recuperar presencia determinante en liga.
Mientras,
sigue sonando la canción Neymar del verano. Un bluff en toda regla porque,
además, nadie asegura que su pie cristalino esté para los cincuenta partidos
que debería afrontar a todo tren en dos equipos como el Barça y el Madrid
obligados a ganarlo todo.
Sería un gran
futbolista estando en plenitud física y anímica, pero tiene demasiadas caparras
adheridas. Unas externas, su entorno, y otras propias: su disoluta psiquis, una
deslealtad recurrente y unas piernas con tantas debilidades como cualidades. Si
a todo ello le unimos que su costo en España, fichaje aparte, sería de setenta
millones de euros por temporada, acabaremos el retrato del bluff que titulamos,
por mucho dinero que pudiera generar en publicidad y similares.
Neymar no va
a salir del PSG ahora, pero nadie le quitará ya su estrellato veraniego de 2019.
Y cuando suceda, que lamentablemente sucederá, la prensa deportiva se frotará
las manos con titulares escandalosos a mansalva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario