El fútbol,
más que un deporte es una enciclopedia de algunos de los valores sociales y
hasta humanos más comunes. Aúna juego con preparación, reglamento, sentimientos,
pasión y dinero. Y de cada uno de estos rasgos se podría hacer un tratado
extenso.
En España
tenemos cuarenta y dos equipos en el fútbol profesional, donde están las
estrellas y los privilegiados, y varios centenares en el mal llamado amateur
entre segunda B y tercera división. Todos los que juegan, dirigen técnicamente
y ayudan, cobran más o menos de los clubes que aglutinan la mayor masa de
aficionados deportivos en nuestro país. Y eso sin contar los innumerables
profesionales que viven a su alrededor,
desde periodistas y comunicadores a intermediarios, sanitarios, gerentes,
administrativos, etc. Un compendio de
miles de personajes de difícil simplificación deportiva.
Pero su
hubiera que resumir todo eso en tres apartados, hablaríamos sin lugar a dudas
de juego, pasión y dinero. Sin olvidar a las personas.
Desde que se
instituyeron las sociedades anónimas deportivas como las adecuadas para dirigir
a los clubes profesionales, poco ha cambiado, sin embargo, en esos cuatro
emblemas. Y tampoco en cuanto a su espectacularidad y resultados. El Real
Madrid y el Barcelona siguen siendo los grandísimos en España y forman parte de
la crema mundial y europea; con el Atlético, el Atletic, el Sevilla o el
Valencia, como clásicos aspirantes.
A ellos se
pueden sumar excepciones ejemplares como el Villarreal, la Real o el reciente
Coruña, y equipos como el Éibar actual,
que animan y ayudan a entender que el fútbol es algo más que masa
social, grandes urbes o dinero. El factor humano juega aquí un papel esencial.
En nuestra
Región, por ejemplo, tenemos al
histórico Real Murcia con ocho mil socios en Segunda B, que ha estado
dieciocho temporadas en primera y es el rey de la Segunda A, con medio centenar
largo de participaciones en la categoría de plata y el que más veces ha sido
campeón en ella. Y pelea en la misma división “amateur”con equipos como el
Cartagena, con más de seis mil socios, o los milagrosos La Hoya de Lorca y el
Jumilla con pocos abonados —¡qué mérito tienen!—. Es la grandeza y la miseria
de este deporte. La gestión de sus dirigentes ha marcado una u otra.
Sirva como
punto y aparte el UCAM. Un equipo recientísimo de fútbol con pocos seguidores
todavía, creado por la Universidad Católica San Antonio al hilo de su decidida
apuesta por el deporte universal. Es el único representante murciano en nuestro
fútbol profesional, compitiendo bien con históricos como el Zaragoza, Mallorca,
Cádiz, Almería, Oviedo, Elche o Córdoba, que suman muchos miles de socios. En
el Arcángel, escasísimos murcianos fuimos la afición universitaria, como
siempre, y disfrutamos su empate ante catorce de los dieciséis mil socios
verdiblancos.
Cuando el
fútbol se mueve en la noria económica de las grandes corporaciones deportivas o
de los innominados fondos de inversión, pensar en mecenas es una utopía o un
disparate. Como hermosa excepción, los clubes españoles más saneados siguen
siendo los que pertenecen a sus socios, que es el sistema antiguo; Madrid,
Barça y Bilbao. Aunque ha sido así siempre, ya veremos hasta cuándo.
No nos
engañemos. Cuando alguien se acerca actualmente al fútbol es para sacar tajada
dineraria. Siempre ha sido así también, pero antes se conjugaba con factores
como la relevancia social, la vanidad o la pasión—señalemos a Don Santiago Bernabéu como exponente,
entre otros más humildes—, y ahora solo cuenta el dinero, con escasísimas
excepciones. Una de ellas reside en Murcia.
Si miramos
nuestro fútbol, comprobamos que por
mucho entusiasmo que pongan los actuales
dirigentes del Murcia o el Cartagena, que es encomiable, no dejan de perseguir
una meta económica; lícita, esperanzada
y aplaudida por sus aficionados, sin duda, pero no podríamos hablar de pasión,
que es uno de los ejes que han hecho grande este deporte. Un fin, el económico,
que rula hasta la chamba. Y no suele ser fiable, leal ni duradero.
Por eso, algunos,
aunque tengamos colores apasionados en el corazón —en mi caso aclaro que
murcianista eterno —, y deseemos el éxito de todos los clubes regionales,
queremos que equipos como el UCAM triunfen y rompan la dictadura monetaria del
fútbol.
A fin de cuentas, sus personas juegan, se
apasionan y persiguen fines con valores que superan al vil metal. Si hay que
elegir dueños, reitero, los prefiero así, de la tierra y de bolsillo
transparente.
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