Aquí, los
cuartos son los que mandan, vino a decir don Florentino a los socios madridistas para justificar que, según su
inapelable y omnímodo criterio, el Real Madrid no necesita un director
deportivo. Escuchándole, cualquiera puede entender que son sus billetes los que
tienen vara de mando, pero el dinero que maneja este hombre orquesta no es suyo.
Y por ahí empiezan los matices y algunos de sus desvaríos. Los suficientes para
celebrar el irónico hallazgo de que ha logrado convertirse en el mejor
presidente en la historia…del Barcelona.
Bajo la
presidencia del señor Pérez el Madrid ha ganado tres Ligas, tres Champions y
dos Copas del Rey, aparte de otros ocho títulos de menor enjundia. Y en ese
periodo el Barça ha ganado ocho Ligas, cuatro Champions, cuatro Copas del Rey y
otros ocho títulos segundarios. Es decir, empatados a ocho en titulillos y
goleada de los culés a los merengues, dieciséis a ocho, en los importantes. Ese
es el resumen concluyente, por explícito y sin discusión, de la política
deportiva de este confeso don “Billetino” durante trece temporadas.
A esa
evidencia habría que añadir los más de 1200 millones de euros invertidos en
fichajes, los diez entrenadores quemados y que su máxima estrella, Cristiano Ronaldo, se lo dejó fichado Ramón Calderón, quien ganó dos Ligas en
dos temporadas por mucho que su gestión institucional fuera poco recomendable.
Además de su
alusión al “general dinero”, con lo que conlleva de prepotencia, escaso mérito
y valor pagado frente a la inteligencia futbolera, que desprecia; añadió que
para fichar a los mejores no hacen falta expertos; él sabe. Es decir, que siguiendo su dedo, no hace falta
entender de fútbol para saber siempre quiénes son los mejores. Y eso hasta
podría valer si se tratara de un deporte individual, pero es todo lo contrario.
Lo mejor del juego colectivo no está
basado en disponer de los mejores del mundo en cada posición, sino en que se
conjuguen y sepan para qué están, a lo que juegan y lo que se espera de ellos
para el lucimiento del conjunto. Y para eso, también, deben estar bien
dirigidos. En ese aspecto el Real Madrid de Pérez no es un dechado de virtudes.
Solo hay que constatar el infumable desfile de técnicos en sus dos etapas, cada
cual con criterios distintos, hasta el punto de que todavía no tienen los
blancos un estilo de juego definido; carencia generalmente reconocida incluso
por los forofos blancos más recalcitrantes. Como botón de muestra, Ancelotti y otros han denunciado que en
el Real Madrid el criterio meramente futbolístico es bastante irrelevante y las
injerencias presidenciales son constantes y negativas.
El Real se
ha convertido con don Florentino en el referente mundial del fútbol de cartera,
con todos los aspectos negativos que tal emblema conlleva, como el de la
anarquía futbolera y ganarse la antipatía generalizada de clubes y públicos. Esa
deriva, no obstante, la comenzó Lorenzo
Sanz, quien tampoco fue un ejemplo en lo institucional pero ganó dos
Champions y una Liga en tres años de mandato, dejándole una plantilla y un
técnico, Del Bosque, campeones de
Europa.
Lo más
valioso de la presidencia del señor Pérez es el lustre institucional y que ha
ahuyentado a arribistas y trincones, lo cual no es poco, y su aparente gestión económica aun a costa de
perpetuarse en el cargo. Pero su verdadero éxito es el personal. En eso es un
auténtico fenómeno. A Florentino Pérez no lo conocía nadie en el 2000, más allá
de sus amigos, y en el 2006 era el empresario más conocido de España. Y desde
su vuelta en 2009, que coincidió con el cuajo de la crisis económica —¡qué
vista!—, ha elevado ese halo a nivel mundial. Y es que, hay que ser muy
brillante para convertir al Real Madrid, la primera marca española, en su
departamento de relaciones públicas.
Lo
lamentable es olvidar que Gento, Pirri, Del Bosque, Velázquez, Camacho, Santillana, Butragueño, Sanchís, Raúl o Casillas no llegaron de talonario al Real Madrid, como tampoco los
que han hecho al Barça el mejor del siglo XXI. Ojalá acierte Zidane con su mezcla de hombres y
nombres para hallar el buen camino; la sombra de Mou sigue alargándose.
Y por
Murcia, el UCAM está aprendiendo que sin el de la uña no hay paraíso. Del
optimismo a la zozobra median diez goles claros fallados en liga. En el fútbol,
el gol sí es el que manda.
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