RIVERA &
SÁNCHEZ, EL EQUILIBRIO BLANCO NECESARIO
El
equilibrio político puede ser Rivera
para unos, o Sánchez para otros,
pero una mayoría se inclina por la conjunción de ambos, no necesariamente
coaligados, mientras mantengan el blanco
impoluto personal sobre corrupción.
En fuera de juego
Es una
lástima que el PP de Rajoy no cuente
en esa partida, lo que no invalida su ideario político para España, que es muy
diferente a la que le encumbró en 2011 a la mayoría absoluta en las generales y
a ostentar el mayor poder democrático en nuestra historia reciente.
Las causas son
claras: la corrupción galopante que le ha sobrevenido desde entonces, anclada
en vicios antiguos y consentida por la falta de un liderazgo claro y fuerte, además
de en otras cuestiones claves como la de no resolver realmente los problemas
que originan el desequilibrio en las cuentas públicas; y su no renovación interna cuando el resto de
instituciones han cambiado en este tiempo sus formas y caras más visibles.
Si a esas
realidades le sumamos el desprecio por sus votantes en sus primeros tres años, haciendo huir a muchos de ellos de sus
papeletas en las urnas recientes, tendremos el perfil completo que explica su
precariedad
Rajoy no
quiere aceptar que es una rémora para su partido, y con él sus más conspicuos
colaboradores, y ahora tratan de redimirse con bajadas de impuestos, subidas de
sueldos públicos y medidas sociales que son a todas luces oportunistas,
demagógicas y patadas hacia adelante, cuando no pasos en falso —con España, su
empresa o su casa, endeudada hasta las cejas: de seiscientos mil millones a un
billón de deuda pública, sube sus gastos fijos en lugar de bajarlos—. No han
entendido nada. Por eso pretenden hacerse un lifting, estéril, encerrando el
charrán y con cambios periféricos en sus distintas baronías, amén de en las
escasas instituciones que aún gobiernan.
Increíblemente, el Presidente promete
ahora llevarnos a un Edén, dibujado como la mejor situación económica y social
que hayamos conocido, sin hacerle caso al sentido común ni al sabio refranero.
Si en él encontramos aquello de que segundas partes nunca fueron buenas,
imagine el de Pontevedra como suena lo de las segundas promesas. Lo lamentable es que se irá a casa
cuando su PP se pegue el siguiente batacazo electoral, y serán cinco seguidos
tras el 27-S, dejando a su partido en fuera de juego para un tiempo muy largo.
Los titulares
Como
consecuencia, Rivera ocupa en progresión geométrica el espacio centrista que
disfrutaron los populares. Y se le podrá criticar que pacte con unos u otros
abstenciones que permiten gobiernos en minoría, e incluso que sean más o menos
acertadas, y en algún extremo de dudosa utilidad para lo que preconiza y para
el bien de los ciudadanos, pero por eso precisamente ocupa el centro que
decíamos; ser una pieza fundamental para sumar y huir de los extremos.
También que no sea todo lo liberal que
proclama, o que Ciudadanos está libre de corruptos porque aún no ha tocado
poder; lo que quieran. Pero nadie puede negarle que ha supuesto un balón de
oxígeno en la maltrecha democracia parlamentaria que padecemos. Sobre todo el PP, por ocupar las mayores
parcelas de poder, pero también el PSOE, han tenido que renunciar a sus
querencias absolutistas anteriores y plegarse a las exigencias regeneradoras de
la gente de Rivera. Y eso, en principio ya es bueno.
De cara al
futuro ya veremos cómo administra Ciudadanos el poder que logre, pero habrá que
darles el mismo margen de confianza que disfrutaron populares y socialistas en
su momento.
Y Pedro
Sánchez, como dijimos en estas páginas, esta ante su ‘añón’. El que puede
elevarle a la presidencia del gobierno tras salvar los muebles en los comicios
pasados y consolidar un liderazgo que estaba en entredicho hace solo unos
meses. Para ello deberá seguir remando y pulir las aristas que aún tiene: sus relaciones
con los separatistas catalanes, ya definitivamente tirados al monte; con los
nacionalistas vascos, que están a la espera de acontecimientos para tomar un
camino u otro; y con los extremistas de izquierda que han tocado poder y andan
enjugascados con simbolismos tan trasnochados e inútiles como nostálgicos de
otras épocas, o empeñados en ganar batallas que sus antepasados perdieron
hacer siete décadas.
No entienden que España hoy no tiene nada que
ver con la que anduvo casi tres años matándose, dividida en dos bandos
irreconciliables; ni con la anterior a esa locura tampoco. Y el PSOE les otorga
demasiadas veces un crédito que les aleja del equilibrio al que debe aspirar
para centrar sus mensajes y políticas en la medida que millones de españoles
exigen a quien quiera gobernarlos.
Si Sánchez
logra que su PSOE discurra por la senda de la modernidad sin anclajes
anticuados, y con la suficiente claridad en su programa político, explicando
bien, por ejemplo, en qué mejora el estado federal al autonómico; formará con
Ciudadanos el eje vertebrador de nuestro futuro, a la espera de que el PP se
renueve a fondo.
La incógnita
Iglesias es ahora mismo una incógnita después de las
últimas elecciones y los acontecimientos internos de su formación. Si creemos
su proclama máxima: que él solo aspira a gobernar y no a ser comparsa ni
oposición de nadie, Podemos puede tener los días contados de no pasar del 20%
de los votos en las generales, como parece que sucederá. En tal caso, IU
volvería a ocupar el espacio a la izquierda del PSOE que ahora ocupan los
anteriores.
La certeza
Mientras, el
gobierno de España será cosa de dos: Sánchez y Rivera; PSOE y Ciudadanos. No lo
duden, salvo milagrosa caída del caballo de Rajoy, tal que Saulo de Tarso, tan improbable como quizá tardía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario