ÚLPITO AL
BANQUILLO
Así andan Aznar y Rivera, uno predicando y el otro en la búsqueda necesaria de
titulares. Y no solo ellos. Iglesias
está en la prédica y en el campanario.
El caudillismo
Aznar
debería saber que España no es tierra para profetas, pues rendimos culto al
mesías de turno cuando manda, y se torna en irrelevante al dejar la vara. Somos
un país de caudillos; desde Viriato
a Franco. Al primero lo vendieron
sus propios para heredarle, en su momento de mayor debilidad, e Hispania se
hizo romana. Y al segundo, por mucho que se le critique y hasta parezca que fue
un apestado, se le tuvo devoción patria hasta
el mismo día de su entierro: dos millones de españoles pasaron compungidos ante
su féretro en el Palacio de Oriente.
Sería
bueno que pasáramos la página del vasallaje y abriéramos al fin la de
ciudadanos, en la que huir de cualquier caudillismo es la piedra angular.
Así, aunque don
José María lleve razón señalando las carencias del PP de Rajoy, y el camino a seguir, no debe extrañarle que nadie le haga
caso. Incluso que le recomienden callar la mayoría de militantes o le critiquen
con saña sus antaño aduladores; es lo que da la mata.
Claro que tampoco él ha entonado el mea culpa
público por el sucesor que endilgó a su partido, aunque sí lo lamente en voz
baja, y por ende a los españoles. La prueba más clara del caudillismo imperante
es que le nombró su dedazo y nadie osó contradecirle desde sus filas. Y es que, aunque cumplió a rajatabla su
promesa de estar solo ocho años en el cargo, nadie creía – ni él tampoco- que
fuera a apartarse totalmente del machito; de ahí la bendición general, o
abstención unánime, según se mire. Tal vez por eso nombró a Rajoy, pero le
salió rana.
En resumen,
que o se decide a volver para retomar el mando, y eso le otorgaría una pléyade
de nuevos ‘aznaristas’, por si acaso; o seguirá clamando en el desierto porque
nadie espera o teme nada de él. Aquí solo se respeta al que se teme o al que
puede dar algo, y a algunos que llevan decenios bajo tierra por aquello
de que no les conocimos y solo nos han contado sus aciertos. Pero en todo
caso, España tampoco es buena tierra para segundas partes; Suárez fue un ejemplo.
El equipo
Rivera hace bien en buscar plantilla porque
su partido corre el riesgo de ir en paralelo a su trayectoria. Y eso, mientras
le suene la flauta de la esperanza le irá bien, pero en cuanto flaqueen los
votos, o empiecen a vérsele las costuras en los lugares donde ahora son
decisivos para los gobiernos de turno, la cuesta abajo consiguiente será camino
sin retorno. En este aspecto, los caudillismos funcionan cuando hay fuerza
detrás. Como antes decíamos, si no pueden dar prebendas o leñazos se pasa
pronto de ellos. Es condición humana, que no sé si general, pero desde luego
muy hispánica.
Así, cuanto
antes tenga un equipo de gente valiosa detrás que le asegure cohesión
ideológica y territorial, aparte de relevancia y votos, mejor para Ciudadanos.
Ahora mismo, salvando a los notables que le dieron su primer lustre económico a
nivel nacional, Garicano y Conthe, y los escasos delegados
regionales que han surgido en las pasadas elecciones, como Marín y Villacís, por
hablar de quienes ahora están en candelero; no tiene equipo visible. Y eso le
puede pasar una enorme factura. Las elecciones catalanas pueden catapultar a
quien le sustituya, y sería otra baza interesante; las urnas dictarán
sentencia. Si su partido se cuartea en Cataluña, Rivera tendrá poco futuro a
nivel nacional. Y él lo sabe, de ahí sus dudas hasta última hora; y
todavía.
En misa y repicando
Iglesias
está sujetando las riendas de Podemos para que no se le desboquen los Círculos,
porque él sabe mejor que nadie lo ingobernables que pueden llegar a ser los
movimientos asamblearios. De ahí su empeño en estructurar un partido fuerte
desde arriba controlando a los de abajo. Y en ello ha puesto su empeño. Sabe
muy bien que en las generales se juego su futuro. Si al final repite el
porcentaje de votos de las pasadas municipales y autonómicas, o poco más, habrá
perdido el tren de la historia. No llegar al veinte por ciento será
reeditar una Izquierda Unida, aunque con más fuerza por el impuso inicial del
movimiento asambleario de donde procede, y es muy difícil que lo consiga.
Ahí se ancla
también su empeño en defender hasta extremos casi suicidas a Syriza, porque si
el enorme envite de Tsipras le sale
mal, Podemos e Iglesias pueden ver lastradas sus esperanzas de replicar su
éxito en España. Y al revés, si aquello saliera bien y lograran doblegar a
Europa, cosa difícil aunque no descartable por el miedo consustancial de una
Unión Europea de mercaderes, tendrían mucho ganado aquí. Desde luego, si los
gobiernos europeos apelaran a la dignidad humana que enarbolan legítimamente los
izquierdistas extremos helenos, hace tiempo que Grecia estaría fuera de todo.
No tiene
mucho sentido que quienes no pagan un IBI generalizado, por ejemplo, porque
tienen un catastro tan precario y limitado como reciente, estén exigiendo a los
ciudadanos europeos, que de media tiene que trabajar seis meses para pagar sus
impuestos, que les permitan vivir eternamente como hasta ahora. Como les ha venido
a decir el líder de los socialistas alemanes, no pueden pretender mantener sus
privilegios e ineficiencias a costa de los pensionistas y ahorradores germanos.
Ni de los españoles.
Ayudarles en
lo razonable para que puedan cumplir con decoro sus compromisos, sí, pero a que
parasiten al resto de ciudadanos europeos, un no con chorreras, don Pablo. O
teta o sopas.
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