DE XAVI A IKER
Del año de Xavi al calvario de Iker. Del adiós glorioso al presente
inquietante. Del Barça triunfante al Madrid tristón. O lo que es lo mismo, del
hoy al ayer; del mejor club de lo que va del XXI al mejor que fue del siglo XX.
Nada como la
situación de dos de los más grandes futbolistas que ha dado el fútbol español,
si no los mejores, como lo son por títulos conquistados; para comprender la
deriva actual de sus dos equipos desde que brincamos de milenio. Y, curiosamente, cuando los
blancos viven desde entonces una estabilidad institucional envidiable, con el
paréntesis de tres años de ausencia de Florentino
Pérez; y los culés una sucesión de
presidentes en entredicho por sucesivas escandaleras extradeportivas aunque
manteniendo una buena gestión futbolística. Y eso nos corrobora que lo
importante del fútbol son los futbolistas y lo secundario sus mandamases.
2015 será un
hito importante en la historia del Barça porque es muy posible que consiga su
segundo triplete – el primero lo consiguió hace pocos años con Guardiola —, y también porque
seguramente la marcha de Xavi Hernández supondrá un antes y después en su
trayectoria. Y es que, como ha dicho con acierto Luis Enrique, el tan grande como menudo genio futbolístico de
Tarrasa es irremplazable. Tanto como lo fueron Luisito Suárez y Pep Guardiola para los culés, y Paco Gento o Raúl González para sus rivales merengues, hablando de jugadores nacionales
desde los años cincuenta del pasado siglo. Y como lo será también Casillas el
día que deje el Madrid.
Pero lo que
hará difícilmente inigualables a Xavi y a Iker son sus títulos con nuestra
selección, que también pasará muchos decenios para que pueda reverdecer sus
recientes triunfos en Europa y en el mundo. Y en ese tiempo irrepetible ambos
han sido básicos.
Pero es que,
además, han conjugado su enorme calidad competitiva con su gran categoría
deportiva a todos los niveles y en todo momento, sabiendo ganar y perder con
elegancia y respeto hacia el contrario,
manteniendo una amistad personal admirable. La misma, por cierto, que se
profesaron dentro de su gran rivalidad otros dos referentes de sus equipos y
del fútbol español, Raúl y Guardiola. Cuatro ejemplos admirables para niños y
jóvenes, como también lo deberían ser para sus aficionados radicales, forofos
extremos, cerriles y violentos, ¡ojalá!; y que lo trasciende hacia el ideal de
cualquier actividad humana. No es
casualidad que los cuatro fueron siempre respetados por sus rivales a pesar de
su enorme afán por ser mejores y querer ganar siempre; que la garra y la
competitividad no están reñidas con la nobleza deportiva.
Sobre Xavi
se han dicho y escrito estos días loas de todos los tamaños y colores, por lo
que huelga añadir nada más que señalar su justicia. Para mí es el mejor centrocampista
español de todos los tiempos, como Gento el mejor extremo, Raúl el mejor
goleador, Casillas el mejor portero o Guardiola el mejor técnico. Sin olvidarme del único balón de oro de
nuestro fútbol, el centrocampista gallego culé e interista Luis Suárez; del
balón de bronce y también gallego, media punta y madridista, Amancio, o su colega Butragueño; del inolvidable y espigado portero
bilbaíno Iríbar; del goleador e
interior madrileño rojiblanco y gran técnico Luis Aragonés, fundamental para la exitosa selección española
campeona de todo, o su sucesor Vicente
del Bosque; y, a nivel de técnico de club, Miguel Muñoz en la casa blanca.
Todos ellos,
y otros más antiguos como los bilbaínos Zarra
y Gainza, el también delantero pero
valencianista Mundo o el rememorado
portero Ricardo Zamora, formarían
con el aún activo manchego y barcelonista Iniesta
lo mejor de nuestro fútbol.
Finalmente,
el Barça continuará sus éxitos mientras Messi
siga siendo el mejor del mundo y no aflojen sus magníficos compañeros,
nacionales y extranjeros, o no estropee el conjunto ningún técnico queriendo
ser protagonista, como al fin asumió Luis Enrique, aunque veremos lo que dura
dado su carácter. Y el Madrid no retornará al camino perdido de la excelencia futbolística
mientras Pérez siga empeñado en dirigir la política deportiva desde su omnímoda
e interesada presidencia.
Los buenos
dirigentes en los grandes equipos son quienes lo hacen sencillo, como el juego
los jugadores excepcionales, y pasan desapercibidos, como los mejores árbitros;
lo difícil en este deporte es sacar adelante un club modesto.
Como lo será
olvidar a Xavi. ¡Qué difícil hacer su exquisito fútbol fácil! Y qué buen tipo. ¡Hasta siempre, campeón!
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