Hay
jugadores o técnicos de club, que suelen ser las hormigas, y otros que personalizan o lucen su
trayectoria hasta el punto de estar por encima del resto, siendo proclives a
cambiar con frecuencia de colores o sencillamente dando la nota buena o mala en
sus equipos de siempre; las cigarras.
Y en la
trayectoria de algunos equipos ocurre igual. Los hay con un marchamo
determinado durante toda su vida, caso del Bilbao en España, por aquello de
contar invariablemente con jugadores salidos de sus bases o sencillamente
vascos de nacimiento o adopción; o del Arsenal
en Inglaterra, por ejemplo, o del mismo Manchester United, que durante
decenios han mantenido una misma filosofía de equipo y hasta de juego, fieles a
sus autores: Wenger, y Ferguson hasta hace poco.
Y otros, como el Madrid o el Barça que su
espíritu permanente es el de optar siempre a tener a los mejores jugadores del
mundo, a quienes han imitado equipos extranjeros como el Chelsea o últimamente
el Paris S. Germain con sus chequeras en ristre, a falta de cuajo histórico,
que también varían sus esquemas de juego según sus técnicos de turno e incluso
sus presidentes.
Luego hay
otro grupo de clubes que siempre han estado entre los mejores, como el Bayern
en Alemania o el Milán y el Inter en Italia, en los que con sus características
nacionales y jugadores de segundo nivel dentro de la élite también se dan las
circunstancias de los anteriores: ser equipos de autor.
Ocurre lo
mismo en España, con equipos como el Atlético de Madrid, el Valencia o el
Sevilla, que dentro de sus peculiaridades han lucido más cuando han tenido un
autor que les ha imprimido un carácter diferente. Técnicos como Luis y Simeone en los colchoneros, o Benítez
y Cooper en los valencianos, o desde
los despachos Monchi y Del Nido en los sevillanos y los mismos
atléticos en la época de Gil, han
tenido y tienen comportamientos diferentes a los de su trayectoria.
Resumiendo,
podríamos decir que hay jugadores, técnicos y presidentes autores, cuya
proyección destaca poderosamente sobre sus clubes.
En épocas
antiguas hablaríamos del Madrid de Bernabéu,
por ejemplo, como ahora el de Florentino.
El primero es el padre del Real considerado el mejor equipo del siglo XX, y el
segundo, aparte del dudoso club de los galácticos, también es autor de su
época.
Igual que
del Brasil de Pelé, del Madrid de Di Stéfano, de la Holanda y el Barça de Cruyff, del de Guardiola o del Milán de Sacci.
Ancelotti sabe que, salvo milagro, tiene los
días contados porque ha defraudado las expectativas del verdadero autor de este
Madrid, Pérez, quien exige ganar cada año un gran título, al menos, y hacerlo
bien con los mimbres que él diseña. Y ya lleva quemados unos cuantos técnicos.
Algunos con la gran personalidad de Del
Bosque o Mourinho. Con el
primero se equivocó echándole, hasta el punto de tener que coger el olivo
apenas tres temporadas después, harto de fracasos e incapaz de controlar el
monstruo galáctico que había originado. Y con el segundo se equivocó trayéndolo
y ya veremos si las consecuencias de su paso por el club blanco no terminan
también con él. La división en el madridismo es veneno suyo y no lleva camino
de arreglarse.
Y Luis Enrique también lo sabe, salvo que
gane la Liga y la Champions, aunque su caso es muy distinto al del italiano.
Hacer olvidar a Guardiola, objetivo que
pondrán a cualquiera que ocupe el banquillo culé, seguirá moliendo entrenadores
hasta que alguien sea capaz, también, de ser autor de otro equipo legendario.
Muy difícil, aunque cuente con el mejor del mundo, Messi, acompañado de dos de los tres mejores delanteros de la
actualidad, Neymar y Suárez, y varios jugadores de aquella época que han sido campeones de
todo con España.
En la
selección, igual. El autor de la maravilla fue Luis, y Del Bosque es un
continuador cualificado. Y como él no es un creativo tendrá que dejar paso a
otro que pueda crear una nueva selección rutilante. También muy complicado.
Y en el caso
de jugadores, solo Messi dará nombre a una época del Barça. Porque Cristiano, siendo el mejor goleador blanco de la historia merengue y
aunque siga ganando balones de oro, tiene a su presidente por encima. ¿Entienden su recurrente disgusto? Celos.
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