Desde junio de 2009, cuando Florentino Pérez retornó a la
presidencia blanca, el Real Madrid lleva gastados o invertidos en fichajes, que
según sus resultados deben catalogarse como una cosa u otra, setecientos
cincuenta millones de euros; ciento veinticuatro mil millones largos de pesetas.
Aunque, eso sí, casi cien de ellos corresponden a los de Cristiano Ronaldo, que tenía ya
comprometidos el su antecesor Calderón,
quien lo fichó procedente del Manchester United. Sin duda, la mejor inversión
desde entonces.
Una frase clásica del
mandamás merengue es que cada año hay que cebar la bomba, y eso hace. Da igual
que hay sido un año bueno o malo, lo importante es hacer mirar a sus seguidores
hacia adelante, con tal zanahoria, y que se olviden de lo conseguido con tanto
esfuerzo económico. Así, la bola de nieve es cada vez más grande y obliga a
todo el mundo en el club a continuar corriendo para que no le pille. Es la
misma praxis que utiliza en sus empresas. Cuando las deudas de un conglomerado
de esa categoría alcanza magnitudes incomprensibles para la mayoría de
ciudadanos, y difícilmente manejable por nadie, ni para cualquier Gobierno, por
ejemplo; se convierte en un riesgo de tal calibre para el sistema que el
problema lo tienen los demás y no el deudor.
Es lo que siempre se ha
dicho a nivel popular: si debes cientos de miles a los bancos tienes un
problema, pero si debes millones el problema lo tienen ellos. Y, por ello,
deben cuidarte para no perder las esperanzas de cobro.
Así, las deudas del Real
Madrid siguen tirando del carro con las ayudas de todos. Y los grandes
proyectos también, con la de las
Administraciones públicas madrileñas. Veremos qué pasa con el proyecto del
nuevo estadio, “lo que sea-Bernabéu”, que de momento se ha cargado la Justicia
aunque venía empujado por el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Y ese
proyecto es clave porque hay que generar mucho dinero, tal cual hace el club
del Bernabéu bajo la batuta del ingeniero y empresario Pérez, ya que el gran
problema surgiría si algún día la máquina se ralentizara. En ese supuesto el
Madrid tendría graves problemas financieros y económicos. Pero mientras que la
bola rule no hay chamba. Y a ello se afana su brillante presidente, que hace de
incendiario y bombero, al tiempo, con el fin de tapar los agujeros.
Él sabe muy bien, y lo maneja
con enorme habilidad, que importan más la copa de Europa ganada el año pasado,
la del Rey del mismo año y la del 2011, la Liga del 2012 y los otros cuatro
menores en estos años, entre los que se cuenta el mundialito de clubes de
finales de año, que todo lo demás. ¿Qué más dan los 750 millones gastados para
tan magros resultados en esas cinco temporadas – no mejoran la media del club a
lo largo de su historia, si acaso la igualan- o que la deuda actual ascienda a
700? Lo importante son las ventas de cada año y que las encuestas sigan
presentando a don Florentino con incontestable aceptación general entre los
seguidores madridistas. Lo primero para que la bola siga rulando y lo segundo
para lo que de verdad le importa. Apunten ustedes Australia y Nueva Zelanda
como el próximo destino de la pretemporada blanca; allí tiene Pérez a una de
sus empresas pasando momentos de apuro y habrá que apuntalarla, como ya hizo
con sus intereses en Francia, Alemania, Inglaterra o EEUU en su día, o con los de Centroamérica últimamente.
Y mientras, la prensa y los
seguidores hablando de crisis en el equipo, cuando la realidad es que sigue
líder en la Liga y con buenas perspectivas en Europa. Otra cosa es la carencia
que ya hemos apuntado en su medio centro, que si no cambian las cosas, le puede
cobrar una factura inquietante cuando lleguen los equipos grandes y la recta
final de la temporada.
El Madrid no tiene ninguna
crisis, aparte de los bajones de juego que todos los equipos pasan cada año. Si
no fuera por ellos, los grandes ganarían
todos los partidos, con la única incógnita de los encuentros entre si, y eso
nunca ha pasado en la historia del fútbol, ni ocurrirá.
En todo caso, nos espera
un final de temporada apasionante porque hay otra media docena de equipos,
dentro y fuera, con opciones serias a los dos títulos más relevantes.
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