Algunas veces se dice que un
técnico ha tenido un ataque de entrenador. Y es cuando cambian la disposición
natural de su equipo, o la de alguno de sus jugadores básicos, para
contrarrestar ciertas virtudes singulares de los equipos rivales a quienes se
teme. Les suele ocurrir a entrenadores de gran personalidad cuando se pegan
batacazos con los grandes. Recuerdo casos concretos de Cruyff y Guardiola con
sus respectivos Barças en el Bernabéu; así como de Valdano o Mourinho en el
Nou Camp con el Madrid. Se olvidan, sin embargo, aquellos casos en los que les
salió bien el invento, como algún triunfo importante del Barça con tres
defensas, incluso con dos; o de los blancos en campo rival con tres o cuatro
delanteros rápidos, cediendo el medio
campo a los virtuosos blaugranas.
Es historia, pero lo normal
es el buen juego con cada mochuelo en su olivo. El Real hizo un excelente
partido contra la Real, pero aparte de la magia de Isco y de la calidad indudable de Benzema – qué pena que sea tan intermitente- , me quedo con una
posición básica que ya hemos comentado alguna vez: el medio centro. Y es que,
sin hacer Illarramendi un gran
partido, en parte porque no se lo exigió la Real, Kroos pudo por fin jugar en su sitio: unos metros por delante de
aquel. Y ahí el teutón es casi imparable tanto en corto como desplazando el
balón a media distancia. Sus apoyos para la salida del balón bien jugado desde
atrás, como las llegadas al borde del área con peligro o los cambios de juego,
son los marchamos que le distinguieron en el Bayern y su selección como uno de
los mejores medios del mundo. Y para eso lo fichó el Madrid – muy bien por don Florentino, a pesar de nuestras conocidas críticas -. Lo que ocurre
es que tuvieron que improvisar sobre la marcha ante la inesperada marcha de Alonso.
El alemán es tan buen
futbolista que lo puede hacer bien de medio centro, pero cuando juegan ante un
equipo de más exigencia se le notan las carencias; meter la pierna en el medio
o delante de su área, como tercer central más adelantado, no es su fuerte y
baja ostensiblemente su nivel. Quizás por eso hayan fichado ahora a Lucas Silva, porque ni Modric
ni Khedira pueden jugar con
solvencia en esa posición clave aunque sean unos excelentes ayudas. Veremos el
rendimiento del brasileño, pero a medio plazo los blancos pueden tener esa
posición bien cubierta si le dan confianza a Illarra, y se centra, o repescan
al también brasileiro Casemiro de su
aventura portuguesa, donde está rindiendo a buen nivel.
En definitiva, aun con todos
los movimientos tácticos que pueda pergeñar el técnico de cualquier equipo
grande, teniendo en cuenta la presión por conquistar todos los títulos y la
enorme exigencia de sus aficiones, hacen bien intentando que cada jugador, como
los mochuelos en el campo, ocupen su espacio natural; su olivo.
Cuestión diferente y de un
grandísimo mérito es cuando amoldan a un buen futbolista a una posición
distinta a su especialidad, aprovechando sus mejores cualidades en otras
funciones, y redescubren a un jugador excepcional. Quizás los ejemplos más
recientes los hemos tenido en los laterales izquierdos del Valencia, Jordi Alba – mucho mérito de Emery-
y Gayá,
que siendo extremos han terminado de defensas sobresalientes, o el
paradigmático Juanfran del Atleti,
al que Simeone ha hecho
internacional como lateral derecho, siendo extremo de ese lado en cuantos
equipos jugó el canterano madridista antes.
En la memoria nos quedan
algunos ejemplos parecidos. Recuerdo a Goicoechea
en el Barça de Cruyff, que llegó de extremo y acabó de lateral internacional
con su club y con la selección. Y, a nivel local, ese buen medio derecho
canterano que era Canito en el Real
Murcia de Mesones, y que alcanzó su
cumbre en primera jugando de lateral izquierdo.
Aún tenemos algunos en
la retina su golazo al Barça en la Condomina en septiembre de 1973, en el debut
de Cruyff en España fuera del Camp Nou, que supuso el definitivo dos a dos. Lo
hizo en la portería del sector A, cruzando el balón con la derecha en una rosca
perfecta desde casi la esquina del área, tras amagar en la banda izquierda para
fuera y yéndose hacia dentro para encarar con su pierna buena; como los que
ahora marcan algunos figuras cambiados de banda. ¡Chapeau, don Mariano!
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